Entrevista a Carla Simón"En el campo se arrastra un modelo feudal"
Madrid-Actualizado a
Carla Simón comparte desde Alcarràs la emoción íntima de una familia de agricultores y su dolorosa resistencia. Oso de Oro en el Festival de Berlín, es una película profundamente política que retrata el final de una forma de vida milenaria. Cobrar menos de lo que cuesta producir. Los trabajadores del campo agonizan. Las explotaciones agrícolas se van apagando. Una forma de vida milenaria y absolutamente esencial se extingue. Mientras el Gobierno intenta responder con medidas útiles al plan de choque que exigen los agricultores, ganaderos y pescadores, la cineasta Carla Simón comparte desde el cine la emoción íntima de estas personas, su dolorosa resistencia. Y desde esa intimidad de una familia que cultiva melocotones en un pueblo de Lleida revela un humanismo y un sentido político profundos. Lo hace en Alcarràs, portentosa película que ha ganado merecidísimamente el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Simón derrama delicadeza y belleza y humanismo para contar una auténtica historia de finales, del final de una forma de vida, de una identidad inseparable de una tierra, de una manera de vivir la familia, de un modo de entenderse con el mundo… Anclando los pies en la realidad, la directora y guionista relata en dos horas, 120 minutos prodigiosos, todo ello a través de la aventura de la familia Solé. Ochenta años trabajando una gran extensión de melocotoneros, un terreno que un hombre cedió a otro en un pacto verbal en la Guerra Civil y que ahora sin contrato por escrito no vale nada. El nuevo propietario quiere que se vayan y sustituir los árboles por placas solares. Alcarràs es el relato de lo que pasa en esta última cosecha.
'Alcarràs' presenta un modelo de propiedad y de trabajo casi medieval. ¿Tan atrás nos quedamos?
Sí, totalmente. El tema de la propiedad no está solucionado. El caso de esta familia ya no se da tanto, es verdad, pero se da. En el campo se arrastra ese modelo feudal. Se han intentado hacer cosas, pero no han solucionado nada. En Alcarràs hay un caso de unas tierras que pasaron a ser de la iglesia y ésta echó a la familia que las trabajaba. Hay temas que se arrastran de años y años.
Eso de que la tierra es de quien la trabaja…
No, eso de que la tierra es de quien la trabaja no está nada claro. Pero incluso dentro de las familias, el tema de la tierra tradicionalmente pasaba al hijo mayor hombre. Y a él le tocaba sí o sí. En el caso de Alcarràs, si alguien heredara esas tierras en la familia Solé, sería el hermano mayor y eso la hermana lo tiene clarísimo. Ahora, como la gente sabe que ya no es sostenible, no hay peleas sobre esto, pero es así. Por eso, al final de la historia la hermana es la que dice que se va a trabajar con las placas solares… total a ella tampoco se le iba a dar nada.
¿La agricultura en familia ha llegado a su fin?
Mis tíos siguen cultivando la tierra y yo quería una historia con un final feliz, por eso está también ahí el adolescente que quiere seguir con el trabajo en el campo y que habla de lo ecológico, que, para mí, es donde estaría la salida. Pero poco a poco nos dimos cuenta de que el discurso real era absolutamente pesimista porque entre cien agricultores a lo mejor había uno que tenía un discurso positivo. Pero en general es muy negativo. Hay que decir que esa manera de agricultura en familia, que es la más vieja, es la más respetuosa con la tierra, mientras que una empresa explota la tierra, la exprime, y eso que hay unas leyes, pero no es igual. En EE.UU. hay tierras que ya no se pueden regenerar de cuidarlas mal cuando han estado en manos de las grandes compañías.
La película retrata a unos resistentes, con las protestas recientes les hemos visto…
Es fuerte sentir que la de la agricultura es una lucha perdida. Sí, ellos mismos salen a la calle, se manifiestan, pidiendo una cosa tan básica como saber qué es lo que van a cobrar por producir un kilo de fruta. Creo que se puede regular, se ha regulado el precio de las mascarillas, ¿por qué no se puede regular el precio de un kilo de melocotones? Eso les arreglaría la vida, porque ellos producen sin saber lo que van a cobrar y muchas veces terminan cobrando menos de lo que les ha costado producir.
¿Por qué cree que se ha dejado llegar a esta situación?
No se ha hecho nada, no se está haciendo nada y el por qué yo no lo entiendo. Será porque son pocos y la media de edad es preocupante, pero son pocos porque se ha dejado a un lado el problema. Lo que pasa es que gana el pez grande y si no hay políticas que corrijan eso, seguirá así hasta que el pez pequeño muera.
Ahora que dice política, ¿imaginó que de una historia tan íntima surgiría una película tan política?
No lo pensaba, ha sido muy fuerte. Siempre teníamos claro que era importante, pero no éramos conscientes del peso que tomaría en la película. Para mí, que trabajo en pequeño, en una película sobre la fragilidad y la unidad de la familia, ha sido muy revelador darme cuenta de que desde lo íntimo se puede hablar de lo político de una manera muy potente. Y ha sido bonito que pasara esto sin tener nosotros la pretensión de subrayarlo. Está ahí, está ese lugar y tenía que estar en la película como retrato de ese sitio.
¿Esa familia se desintegrará cuando se alejen de esa tierra?
La gente se va, las familias se desintegran y no van a estar tan unidas como estaban, así es. Esta familia nunca se lo ha cuestionado, siempre han sabido que este era su camino, pero ahora se encuentran con ¿ahora qué? De algún modo ese es el mensaje de la película. A pesar de todo, para mí, a pesar de la pelea que hay, el mensaje positivo es el de la familia. Sí, van a seguir caminos distintos pero no por eso dejan de estar unidos. Cada uno tiene el derecho de escoger lo que más le convenga, la identidad que comparten se va a romper, pero no dejan de ser familia, que es el refugio y que siempre están ahí. También era importante entender a los personajes que deciden tomar otro camino y que sea lícito lo que hacen.
En ese proceso de entender a los personajes, los actores, que son naturales, ¿le han ayudado?
Me ha aportado mucho conocimiento sobre la situación que están viviendo ahora. En el caso de Siscu, él ha estado intentando hacer una transición a lo ecológico, que también nos ha hecho aprender sobre eso. Y luego cosas más prácticas. La gente que vivimos en la ciudad estamos muy lejos de conocer esas cosas.
Volviendo a la familia, usted ha hecho dos largometrajes y los dos son la familia, ¿por qué?
Hay una forma de entender la familia un poco como refugio. Hay gente que me dice que esto también está desapareciendo, pero yo pienso que no, en mi casa, no. Depende de la casa. La familia también es una opción, depende cómo la vivas y cómo decidas vivirla.
Ha hecho la película con mujeres jefas de equipo. Doy por hecho que eran las/los mejores profesionales para esta película, pero ¿hay algo también de reivindicativo?
Surgió de manera natural. Muchas vienen de Verano 1993. Y luego, otras, como Daniela Cajías (dirección de fotografía) o Daniela Forn (ayudante de dirección), están por una cuestión de escoger a la mejor persona por su sensibilidad, por su capacidad artística, creativa… Era lo natural y ha sido bonito.
Ha ganado el Oso de Oro en Berlín. Parece que sí, que es el tiempo de la revolución de las mujeres en el cine, ¿es el momento de que las mujeres cineastas ya no se conformen con pequeños presupuesto y sean más ambiciosas?
Sí. Ojalá. Pero hay que seguir peleando. Es verdad que hay un reflejo en los premios, pero no lo hay en el número de mujeres directoras. Ahí aún queda un camino por recorrer y, luego, sobre todo el tema del presupuesto. Pero esto es una cosa general. Lo hablé Isaki Lacuesta en Berlín. Es muy revelador. Cuando tienes el presupuesto que necesitas para hacer la película que tienes en la cabeza como cineasta, las películas llegan más lejos. Ojalá sirva de algo, porque realmente sí falta un poco más de apoyo.
Más allá de la familia, ¿la película tiene algo de llamada al entendimiento, a la convivencia y al diálogo en esta nueva época?
Nos ha quedado una película humanista y ese mensaje, el de la importancia de comunicarnos, está ahí. Nos cuesta comunicarnos, poner en palabras nuestras emociones para entendernos, y esto genera malentendidos y problemas. Creo que hay mucho en el fondo de la película de la falta de comunicación entre seres humanos. De repente, si en medio de la película esa familia se sentara y hablara y se contara las cosas, la película se terminaría mucho antes. Pero como no lo hacen, pues surgen problemas. La comunicación cuesta. ¡Cómo nos complicamos la vida a veces por no hablar!
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