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Barenboim recuerda los "otros muchos muros que quedan por derribar"

EFE

El músico argentino-israelí Daniel Barenboim recordó hoy los pogromos nazis del 9 de noviembre de 1938, antítesis "monstruosa" al aniversario de "la noche más feliz de Berlín" y también los "otros muchos muros que quedan por derribar", incluido el que separa a palestinos de israelíes.

"La fecha del 9 de noviembre representa a la vez lo más monstruoso y lo más feliz de la historia reciente alemana", afirmó el director y pianista en una rueda de prensa horas antes del concierto que dirigirá ante la Puerta de Brandeburgo en el vigésimo aniversario de la caída del Muro y que pretende trazar un puente entre ambos aniversarios.

A la pieza "A survivor from Warschaw", compuesta en 1947 desde EEUU por Arnold Schönberg en memoria a las víctimas del Holocausto y de la liquidación por los nazis del gueto de Varsovia, le corresponde evocar "la terrible Noche de los Cristales Rotos, en que los nazis hicieron arder las sinagogas de todo el país".

Con "Es ist, als habe einer die Fenster ausgestossen" -"Es como si alguien hubiese abierto las ventanas"-, de Friedrich Goldman, pretende reflejar el sentir "de tantos germano-orientales, como el mismo compositor, la noche tan hermosa de hace veinte años".

Para Barenboim, la confluencia de ambos aniversarios debe ser motivo de reflexión. "Durante años el sueño era ver caer el Muro. La noche del 1989 se hizo realidad y veinte años después ya es historia. De ella debemos aprender todos, no sólo los alemanes", dijo.

"Quedan muchos muros por derribar. Algunos son mentales, otros no. A mi, como judío e israelí, pero también medio palestino, me duele el muro entre mis dos identidades", afirmó Barenboim, quien en 2008 adoptó la nacionalidad palestina como gesto por la paz.

Para el músico, negar el Holocausto es una "aberración", pero también es inaceptable caer en la "politización del Holocausto" o hacer de él un "recuerdo activo" sobre la actuación presente.

"El pueblo judío hoy no es víctima y no debe comportarse como víctima y hacer que sus vecinos vivan la angustia que vivimos con el Holocausto", afirmó, en una pausa de los ensayos para el concierto.

Para Barenboim, el hecho de colocarse hoy ante la Puerta de Brandeburgo con su Staatskapelle, con el concierto que abre la "Fiesta de la Libertad", es "más que un honor, una felicidad", que le trae a la memoria el que ofreció justo dos días después de la caída del Muro, en la Filarmónica del Berlín occidental.

"Decidimos que no podía ser sólo un concierto para los abonados de la Filarmónica, sino también para los germano-orientales que de pronto podían cruzar la frontera y por primera vez podían asistir a la sala", explicó. "A las cinco de la mañana, estaban a la puerta haciendo cola para su entrada, por supuesto gratuita", recordó.

Barenboim, al frente de la Staatsoper Unter den Linden desde 1992, es una personalidad ciudadana, más allá de lo estrictamente musical. El pasado martes dirigió a la Staatskapelle en el concierto por la paz con que se recordó el celebrado por esa misma orquesta, en la abarrotada iglesia de Gethsemane del este berlinés, cinco días antes de la caída del Muro.

Para abrir el concierto de hoy ha elegido el preludio del "Lohengrin" de Richard Wagner, por encima de las opiniones de quienes -como su biznieto Gottfried Wagner- lo consideran indigno para la ocasión y recuerdan el antisemitismo del compositor.

"Recuerdo que cuando conocí a Imre Kertesz, quien justo hoy cumple años, me confesó que su gran ilusión sería tener una entrada para Bayreuth", dijo, sobre la pasión por Wagner del escritor húngaro, superviviente de Auschwitz y Premio Nobel de Literatura 2002.

Junto a Wagner, Schönberg y Goldmann son las elecciones de Barenboim para el concierto de hoy, que se completa con el "Allegro con brio" de la séptima sinfonía de Ludwig van Beethoven, la misma pieza que tocó en su concierto con la Filarmónica de 1989.

Puestos a lamentar, Barenboim sólo se queja del factor climático. "Nos prometieron 18 grados, ahí fuera estamos medios muertos de frío", bromeó, en la pausa del ensayo, desde el vecino Hotel Adlon, donde departió con los medios alternando el alemán, el inglés, el español, el francés y alguna frase en japonés. "Así nos demoramos un poco más y retraso el regreso a la heladera", dijo.

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