Todo será diferente tras la crisis. Nadie puede permanecer impasible ante una sacudida mundial de tal calibre. Cada segmento de la sociedad tendrá que adaptarse a la nueva situación y cada sector económico deberá aplicar sus propias soluciones. Las cajas de ahorros españolas están en ello y dentro de 12 meses no habrá quien las reconozca.
De las 45 que existen actualmente, los expertos calculan que quedarán menos de 20 en sólo 12 meses y hay una corriente generalizada que augura que quedarán unas 15. Incluso hay quien, como el director financiero del Popular, Jacobo González-Robatto, cree que quedarán sólo cinco o seis grandes en 2012.
Este ajuste tan esperado se va a producir pese a las reticencias de las comunidades, poco amigas de ceder el control sobre las entidades. Pero la crisis ha dejado patente que es necesario ser más grande para poder subsistir a los riesgos existentes y, además, ha llevado a buena parte de las cajas en una situación de debilidad y solvencia ajustada que sólo podrán superar si se unen unas con otras y si reciben ayudas (públicas o privadas) de manera transitoria.
Llevan meses estudiando diferentes opciones, pero el pistoletazo de salida para la gran reforma del sector se ha producido con el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Ahora que los gestores saben que disponen de ayudas, nadie quiere ser el último ni arriesgarse a quedarse sin ese apoyo. Además de las aportaciones puntuales que pueda hacer el Fondo de Garantía de Depósitos (8.000 millones como máximo), el Estado inyectará este año como mucho 27.000 millones. Nadie quiere llegar cuando se hayan acabado los fondos.
Además, las fusiones corren prisa porque en el plazo de un año, o incluso antes, se acabará la hucha de las provisiones para hacer frente a la morosidad y las cuentas empezarán a sufrir castigos. El Banco de España ha conseguido retrasar seis meses la agonía con una normativa menos exigente en provisiones, pero a partir del próximo verano se multiplicarán los problemas de los que no se hayan fusionado y no estén sobrados de solvencia.
Ante el difícil año que se les viene encima, rara es la caja que no está ya en conversaciones en España para acometer una fusión o que no se esté preparando para hacerlo y también las hay, como Ibercaja, que tienen asumido que su fortaleza les obligará, tarde o temprano, a salvar a alguna con problemas. La única fusión que descartan en este momento fuentes cercanas al Banco de España es la de La Caixa. Creen que es demasiado grande para aumentar todavía más su tamaño en España.
Hasta ahora, todas las uniones planteadas con visos de salir adelante son entre cajas de la misma región, aunque también se ha empezado a analizar, entre otras, la unión de Caja Extremadura y Caja Badajoz con la andaluza Cajasol, que podrían incluso comprar Caja Castilla La Mancha.
Esta integración es difícil que se produzca porque el Gobierno andaluz está empeñado en hacer una gran caja única en la región. De momento, ya está encauzada la unión de Cajasur con Unicaja y Caja de Jaén, que se avanzará en septiembre. Y habrá más movimientos. En ese mes, se renovarán la mitad de los órganos de gobierno de Caja Granada. El cambio afectará a la representación institucional, que es precisamente la que se ha negado a afrontar fusiones que no estén pilotadas desde la capital granadina.
En esa renovación, se sustituirá al presidente, Antonio Claret. Será entonces cuando los nuevos gestores podrán salir del enroque y plantear su fusión. Se barajan dos posibilidades: la sevillana Cajasol, si sus negociaciones con las cajas extremeñas no fructifican, o Murcia. El tiempo daría así la razón al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que ante la negativa granadina a participar en las fusiones vaticinó: 'Ya vendrán'.
Las otras dos fusiones que están muy avanzadas son la de las cajas comarcales catalanas (Sabadell, Terrassa y Manlleu) y la de Caja Duero y Caja España, a la que podrían sumarse Caja Burgos y Caja Círculo. También están negociando Caixa Catalunya, Tarragona y Girona, aunque las conversaciones son arduas porque están controladas por las diputaciones y es complicado encajar el reparto de poder.
En el sector se da por descontado que las cajas gallegas (Caixa Galicia y Caixanova) y las valencianas (Bancaja y CAM) también se unirán, aunque las protagonistas insisten en que no son las operaciones más adecuadas ya que es la competencia entre entidades lo que estimulaba hasta ahora un negocio más eficiente.
La gran incógnita es el futuro de Caja Madrid. Quiere una fusión a lo grande, pero tendrá que ser interregional, algo difícil por la dificultad política de compartir el poder con otra comunidad autónoma.
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