Este artículo se publicó hace 14 años.
Astrología y reyes legendarios inspiran al régimen militar birmano
Sea cual sea el resultado de los comicios del domingo pasado en Birmania (Myanmar) casi nadie espera que vaya a menguar el poder del general Than Shwe, el enigmático jefe de la junta militar cuyo liderazgo se inspira en los legendarios reyes guerreros y en la carta astrológica.
Más allá de la brutal represión de la disidencia y la desatención del ciudadano (se calcula que el presupuesto nacional destina un 30 por ciento a gasto militar y no más de un 2 a salud y educación), el dictador colecciona una serie de decisiones sorprendentes en cuyo trasfondo aparece la superstición y la devoción hacia el 'yadaya', una creencia basada en el simbolismo y la numerología.
El consejo de un adivino -su favorito es una jorobada sordomuda conocida como ET, según la biografía escrita por Benedict Rogers y publicada este año- estaría detrás de la decisión de trasladar la capital del país en 2005 a la región central del país, sede del poder tradicional birmano, lejos de Rangún y del legado colonial que desprecia el régimen, y llamarla "Naypyidaw", que se traduce como "trono" o "capital real".
La hora más propicia para el traslado, así como el día y el número de convoy y regimientos, se establecieron con cálculos astrológicos.
El mismo sistema se utilizó para la fecha del referéndum sobre la nueva Constitución, que se celebró en dos tandas en mayo de 2008.
Esta es la razón que se atribuye a la negativa de las autoridades a aplazar la votación pese a los estragos causados por el ciclón "Nargis" en el sur del país, que acusó 138.000 muertos y 2,5 millones de damnificados.
Pero la influencia de la superstición alcanza motivaciones menos trascendentales.
En 2007, Than Shwe forzó a los campesinos de Pegu a plantar girasoles porque su nombre en birmano ("larga estancia") favorecía al régimen y porque su significado astrológico y numérico ayudaría a neutralizar los poderes de la líder opositora Aung San Suu Kyi, según explicó en su día el periódico Irrawady,
Además del esoterismo, Than Shwe cultiva veleidades megalómanas que, según los mentideros de la disidencia, llevan a sentar a sus interlocutores en sillas más bajas y a que su familia utilice títulos reales para interpelarse.
De hecho, los jefes de las Fuerzas Armadas o 'Tatmadaw' se consideran herederos directos de los reyes de los imperios birmanos a los que ven como los líderes guerreros que unificaron el Estado por la fuerza, según explica David Steinberg, experto en Birmania de la Universidad de Georgetown.
Las tres enormes estatuas de los monarcas Anawratha (s.XI), Bayinnaung (s.XV) y Alaungpaya (s.XVIII) que se levantan en una de las avenidas de Naypyidaw ponen de manifiesto la ascendencia del pasado.
Than Shwe no es una excepción. El general Ne Win, que gobernó entre 1962 y 1988, ordenó que todos los billetes moneda del país tuvieran un valor múltiple del nueve, su número de la suerte, cosa que, según su astrólogo, le permitiría vivir hasta los noventa años.
El visionario afinó el pronóstico porque el dictador murió en 2002 con 92 primaveras a sus espaldas, toda una proeza en un país donde la esperanza de vida apenas ronda los 60 años, la más baja de la región.
Se cree que un adivino influyó en otras excentricidades como la orden de cambiar el sentido del tráfico de izquierda a derecha y, más dramático, de ilegalizar toda moneda de valor superior a 2,5 dólares y sin posibilidad de cambiarla, en 1987, lo que provocó el hundimiento económico y las consecuentes movilizaciones populares al año siguiente que llevaron a la retirada de Ne Win.
Su sucesor, Saw Maung, fue apartado del poder y sustituido por Than Shew en 1992 por "conducta errática", ya que se consideraba a si mismo la reencarnación del rey Kyiansittha y le gustaba vestirse y hacer ceremonias como un monarca.
La influencia de la astrología no es una prerrogativa de los gobernantes y, de hecho, la independencia del país, lograda el 4 de enero de 1949, se declaró efectiva a las 4.20 de la madrugada.
Según los astrólogos, ese era el momento con mejores auspicios para la nueva nación, situada hoy entre las más pobres y con menos libertades.
Jordi Calvet
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