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Artur Mas: En plena campaña de buen rollo

ROBERTO ENRÍQUEZ

La cita con Artur Mas es en el bar del Hotel Casa Fuster, el mismo donde Woody Allen tocó alguna vez el clarinete con su banda de jazz y donde, al tiempo que hablamos con el candidato de CiU esa tarde, Pep Guardiola charla con David Trueba en una mesa un poco más allá mientras el periodista Josep Sandoval entrevista a Isabel Coixet; el guardaespaldas de Mas nos observa desde una butaca a unos metros de equidistancia de todo.

Mas viste un traje azul oscuro, una camisa azul con rayas blancas (o a la inversa) y una corbata azul marino con listas plateadas. Mas va perfectamente peinado -la lealtad al cliché me obliga- y ocupa la única butaca que rompe el ángulo de noventa grados de un sofá en ele repleto de enormes cojines difíciles de domesticar donde nos sentamos nosotros. Mas se sienta y adopta un postura asimétrica, con la mitad del cuerpo estática y en guardia: la mano izquierda apoyada en el muslo del mismo lado, quieta, quieto. La mano derecha en movimiento, la pierna derecha adelantada. La mirada, que empieza perdida y tarda en fijarse en el interlocutor. Hay algo de resignación molesta en su actitud, tal vez sólo es cansancio, quizá desidia, tal vez algo peor.

Cuesta enfrentarse así a un candidato asimétrico, estático y hermético. Más cuando no parece tener ningún interés por seducirnos, por convencernos de nada, por luchar contra el estereotipo. Mas no quiere que le quieran: quiere ganar, gobernar de una vez, terminar una travesía del desierto sobre la que incide una y otra vez con metáforas 'ad hoc' que utiliza para recordarnos que su largo recorrido lo ha hecho sin camellos ni cantimplora -Amy Winehouse no puede decir lo mismo- que se ha mantenido como esas cañas flexibles del desierto, que se doblan por el viento pero no se llegan a quebrar. (Lo que me recuerda a ese 'Antes 'partía' que 'doblá'' de la ex ministra Maleni; una interesante referencia culta que el candidato no sabe valorar como merece. Mira que yo lo intento, pero esta entrevista va fatal. Suerte que no me da por tararear el 'Resistiré' del Duo Dinámico: 'Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie').

Volvamos al desierto, pues, y abandonemos las marismas del Guadalquivir o el final del 'Átame' de Almodóvar. Al desierto y a sus tentaciones. La venganza, por ejemplo, señor Mas. Él la niega rotundamente, asegura que no ha sucumbido a esa tentación y que, por el contrario, su voluntad comparte la misma esencia que su campaña: el buen rollo. 'Una Catalunya millor'. Por mucho que se sienta atacado -nos recuerda la campaña del PSC, esa de 'Mas de lo mismo'- él no piensa responder con ningún ataque. Por estrategia electoral, sí, pero también por su propia convicción personal y política: porque no cree que la situación del país esté como para esas cosas. La situación del país que, según él, dejará el Tripartito al marchar: miles de millones de euros de deuda que él sabe, le han dicho (aunque no piensa revelar sus fuentes), que aparecerán en las cuentas cuando llegue el próximo gobierno, suyo, por supuesto; Mas no se plantea otra victoria amarga que le devuelva a la oposición. Mas no cree que no haya dos sin tres, sino que a la tercera va la vencida. Aunque vencer ahora signifique llegar a gobernar en el peor momento.

Entonces, si este es el peor momento de Catalunya en muchos años, ¿no le parece, señor Mas, que utilizar 'Una catalunya millor' como eslogan es un recurso facilón? Quiero decir, que si estamos peor que nunca, lo más fácil es ir a mejor, ¿no? No, al señor Mas no se lo parece. El señor Mas cree que todo podría empeorar aún más, y trata de explicármelo con el símil de un cuerpo humano enfermo -no sé si dentro de una jaima en el desierto o no, prefiero no preguntar y estropearlo todo otra vez-, que puede recuperarse poco a poco o morir. Glups. He aquí que llega el momento de sus políticas como medicinas, como un tratamiento que tal vez al principio parezca no surtir efecto pero que, poco a poco, irá mejorando la salud del paciente. ¿Estamos hablando sólo de remedios de efecto retardado o también de un medicamento que pueda provocar graves efectos secundarios e incluso un estado de 'shock' inicial en el enfermo? Confirmado: también podríamos estar hablando de eso. Así es que lo del efecto placebo mejor me lo callo...

Según ha ido avanzando la conversación - tensísima y nada afable- el candidato Mas ha ido modificando su postura, ha abandonado su pose estática y vencida (sobre el respaldo) para adelantar su cuerpo hacia la mesa y sentarse en el filo delantero de la butaca, ha juntado ambas manos hasta el centro de su cuerpo para enfatizar sus palabras desganadas con una actitud casi desafiante que sólo recorta la distancia física y desde donde parece estar dándonos lecciones mientras hace algo que nuestras madres nos dijeron que no debemos hacer cuando comemos aperitivos en compañía de adultos: elegir las avellanas antes de cogerlas y masticarlas con la boca abierta.

Pero Mas es Mas. Ajeno a los clichés con los que le retratan los otros, e incluso despreocupado por su propia imagen pública, que no quiere ver cuando aparece en programas de televisión ni pretende modificar. Le importa poco que hayan recurrido a su pelo y a su mentón para caricaturizarle (piensa que fue así porque no encontraron en él tics tan característicos como los de Pujol o Maragall) y no se molesta en desmentir a quienes le juzgan como el más guapo y el más listo de la clase. El más guapo y el más listo no está tan mal, le digo, seguro que podrían haber dicho de él cosas mucho peores. Insiste: le da igual. Aprovecho y le pregunto por algo que me ronda la cabeza desde que nos dimos la mano cuando entró: esa onda que lleva en el pelo, ¿es de secador? ¿Sabe Mas que Puigcercós, de ERC, lleva la misma en el mismo sitio? ¿Existe acaso un peinado oficial de candidato con buen pelo? No a todo y contraataque: ¿Hay acaso un peinado oficial de periodista? No, que yo sepa, señor Mas. (Confirmado: voy de mal en peor). De todos modos, asegura Mas, no se puede gustar a todo el mundo, 'igual que sé que no todo el mundo me va a votar'. (Mucha atención, que voy a arreglar las cosas): Eso es cierto, señor Más -replico-, yo no le pienso votar. Silencio. Elección de Miss Avellana 2010. A la boca de Mas. Ñam, ñam.

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