Este artículo se publicó hace 13 años.
Arreglar muñecos, un arte en extinción
No sólo porque se pierde la costumbre de arreglar los juguetes, sino sobre todo porque los fabricantes utilizan materiales desechables y no envían repuestos.
Erase una época en que los más pequeños de la casa sólo recibían un regalo al año. Ese momento mágico se producía el día de Reyes. “Si por cualquier motivo el juguete se rompía, no había consuelo ni alternativa; había que esperar hasta los próximos Reyes para conseguir uno nuevo”, explica Juan Muñoz, propietario del Sanatorio de Muñecos.
Su abuelo tuvo la feliz idea de poner un parche a esas tragedias. En 1916, hace ya casi 100 años, inauguró en la conocida calle Preciados de Madrid una tienda de juguetes con taller para arreglos incluido. “Al principio se arreglaba prácticamente todo: muñecos, coches, etc. Era posible por los materiales de los que estaban hechos los juguetes: pasta de papel, madera, lata...Ahora, las cosas no tienen nada que ver”, explica Muñoz.
La nostalgia del propietario y los clientes mantiene a flote el negocio El negocio se fue adaptando a los tiempos. El abuelo enseñó al hijo y a los nietos y entre todos fueron aprendiendo a remendar y seguir los avances en el mundo de la juguetería. Pero la tecnología y las grandes multinacionales no les permiten ser demasiado optimistas con el futuro. “Creo que la mía va a ser la última generación. Uno de mis hijos me ayuda pero lo que ocurre es que cada vez tenemos más problemas para conseguir repuestos. Las multinacionales ya no mandan nada”, comenta.
Cuando los coches dejaron de ser de lata o de madera, cuando los teledirigidos dejaron de ser aquel artilugio de cuatro ruedas amarrado a un cable para pasarse al control remoto, en el Sanatorio de Muñecos tiraron la toalla. El arreglo ya era más cuestión de electricistas que de artesanos del juguete. Entonces se centraron en las muñecas. Los años setenta del siglo pasado, con aquellos muñecos que lloraban, hacían pis y se estropeaban al segundo día, fueron los de más actividad del negocio. Llegaron a tener 20 trabajadores, ahora apenas hay cinco en los momentos con más picos de trabajo.
Las muñecas de porcelana y la Nancy son las pacientes más asiduas Por suerte, la nostalgia juega a su favor. Las ganas de conservar y renovar modelos clásicos como Mariquita Pérez, Juanita o Gisella alimentan su clientela. Pero también las nuevas, como la famosa Monster High, son acogidas en el sanatorio. “Las niñas quieren su muñeca y no otra. Podrían ir a comprar otra a la tienda, pero ya no sería ‘su’ muñeca”, comenta. Las muñecas de porcelana y la Nancy son las otras estrellas. Un brazo por aquí, aquella pierna por allá. Eso sí, si la niña metió la tijera a la lustrosa melena de su amiga, no hay nada que hacer. “El problema es que aquello que está hecho de plástico, no tiene arreglo. Con el cartón piedra antiguo no hay ningún problema, con la goma podemos hacer algo, pero si hablamos de plástico estamos fuera de juego”, explica Muñoz.
Los momentos previos a la Navidad son la época más fuerte para este artístico negocio que, según su dueño, es el único de Madrid y probablemente de España, ya que le llegan encargos de todo el país.
De hecho, a pesar de las complicaciones, los arreglos son la principal fuente de este negocio, que desde hace siete años tuvo que abandonar el local a pie de calle y refugiarse en el taller del primer piso en que ahora atienden a los clientes. “Las grandes superficies nos están dando la puntilla. Es imposible competir con sus precios”, se lamenta Muñoz.
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