Este artículo se publicó hace 15 años.
"Aprendí más en la cárcel que en el mundo esnob de Cambridge"
Tom Sharpe. Escritor. Publica ‘Los Grope', una sátira social centrada
en una saga familiar dominada por las mujeres
Acaba de publicar en España Los Grope (Anagrama/Columna), una novela salvaje basada en una saga dominada por las mujeres. Pero en su gran mesa de trabajo, junto a una vieja Olivetti, ya descansa el manuscrito de su quinto Wilt. "Se lo acabo de enviar a mi editor, a ver si le gusta", comenta. Tom Sharpe (Londres, 1928) vive feliz en Llafranc (Girona), a donde llegó para descansar hace ya 20 años, siguiendo el consejo de su agente literaria, Carmen Balcells. En este rincón mediterráneo encontró la tranquilidad que no había hallado en Inglaterra ni en Escocia. Ahora es un vecino más de esta localidad de la Costa Brava. Sin embargo no habla castellano ni catalán: "Escribo en inglés, que ya es bastante difícil, otra lengua se me hace imposible", bromea.
¿Cuándo decidió dedicarse a la literatura humorística?
Cuando me divorcié de mi segunda esposa, una mujer francesa que sólo quería sexo. ¡No me dejaba escribir! Era una buena persona, pero feroz. Yo escribía cosas serias todo el día. Quería ser como Thomas Mann, o como Jean-Paul Sartre. Ser un escritor serio. Pero a partir de mi ruptura di con el humor. Cambié el sexo por el humor. Necesitaba dinero y esa literatura se vendía mejor. Y descubrí que iba conmigo.
¿Qué escribía antes?
Eso, cosas serias, pero no conservo absolutamente nada de ellas. Reportajes, teatro El estreno de una obra teatral mía en Londres, estando yo en Suráfrica, me llevó a la cárcel.
¿Se mostraba antiapartheid?
Sí. Relataba lo que veía en la calle. Publiqué fotos que denunciaban el racismo y la pobreza extrema: una niña lamiendo un pedazo de mármol, el hambre hecha imagen... La Policía me requisó 36.000 negativos. Conservé 6.000. Sin embargo, creo que ahora Suráfrica es más peligrosa que antes: la Policía llegó a encañonarme, pero ahora una ciudad como Johanesburgo da auténtico miedo.
¿Aprendió mucho en la cárcel?
Más que en Cambridge. Conocí a gente muy interesante con quien en la vida pensé que podría llegar a tratar. Quise compartir celda con asesinos, así el resto de presos me respetó.
¿Y en Cambridge?
No me gustó nunca, ese detestable mundo esnob. Creo que queda claro en mi novela Zafarrancho en Cambridge. Además, yo nunca he podido hacer deporte... Aprendí mucho más también en la Armada, donde fui marino: el lenguaje brutal que utilizaba esa gente, una jerga que no se puede reproducir porque es horrible.
¿Siempre hay una crítica tras sus novelas?
Siempre. Conscientemente o no, la hay. En Los Grope la crítica ha visto una guerra de sexos. No es una idea preconcebida, me sale a medida que voy escribiendo. Pero me preocupa y me aburre la política.
¿Tienen el mismo objetivo sus reportajes fotográficos que sus novelas?
El mismo: una crítica social que creo que es necesaria.
¿A quién critica más?
No me gustan aquellos ricachones que piensan que el dinero es lo más importante.
¿Y qué es lo más importante?
Decir siempre la verdad, cosa que nunca hacen los políticos. No es que sea comunista, sólo creo que hay que ayudar a los más desfavorecidos.
¿El humor es su filosofía de vida?
Sí, también en sentido trágico. Mi padre, que murió cuando yo tenía 15 años, era muy serio. ¡Además fue filofascista! Cuando vi los campos de concentración nazis tuve una crisis nerviosa. El humor me ayudó a superarlo.
¿Se considera un humorista?
Sí, porque creo que la mayoría de la gente lleva una vida miserable. Entonces intento que olviden sus problemas leyendo y que se rían.
¿Es muy metódico escribiendo?
Nunca planeo un libro. Cuando empiezo a escribir no sé qué pasará. No sabes cuántas páginas he llegado a romper: ¡bosques de papel! En ese sentido reconozco que soy absolutamente caótico, pero me considero muy metódico porque escribo cada día. Todo lo que pueda, mucho o poco, pero cada día. Y así, hasta que muera.
Ha vivido el apartheid, ha estado en la Marina, en la cárcel, ha visto la muerte cerca... ¿No piensa en escribir sus memorias?
No, no quiero. Serían muy aburridas. Mi padre era muy aburrido, me hacía leer libros serios que yo evitaba leer, no por malo, sino porque no estaba de acuerdo con esa decisión. La cuestión es que me han ofrecido mucho dinero por mis memorias pero, por lo menos de momento, no me interesa lo más mínimo escribirlas.
¿Qué está leyendo?
Ahora estoy con Unamuno. Y con Conan Doyle. Y adoro a Wodehouse, y a Evelyn Waugh. Y me gustan Pérez Reverte y Pombo...
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