Este artículo se publicó hace 17 años.
El amor clandestino ya no cabe ni en hoteles de cero estrellas
En Egipto el amor clandestino ya no cabe en los hoteles. Ni siquiera en los de cero estrellas.
Antes refugio de mujeres solteras en busca de clientes, las históricas pensiones conocidas como "locandas" han sucumbido al puritanismo que reina en Egipto y ya no aceptan reservas de mujeres solas, y menos acompañadas por quien no sea un familiar.
Las pensiones de la ruidosa calle de Clod Beik, en el corazón de la capital y antaño refugio de todo lo que se encontraba de paso en El Cairo, incluido el amor, ya sólo aceptan a hombres, que además no pueden ser vecinos de la capital.
"Hace sólo dos años, las mujeres solían venir aquí por la noche para fumar shisha (pipa de agua) y pescar hombres, pero ahora ya no reservamos habitaciones para chicas solas para evitar problemas", comenta resignado Sheij Metwali, recepcionista de Locanda Esplendid, cuyo edifico data de hace más de cien años.
"Sólo si ellas vienen con sus esposos o sus hermanos, y tienen una documentación que acredite su relación familiar con los hombres, les dejamos dormir en la pensión", destacó Metwali, que se siente orgulloso de que, a sus 65 años, ya puede distinguir entre un cliente respetable y otro sospechoso.
Sheij Metwali tampoco da cobijo a hombres si duda de que "pueden estar buscando un lugar para dormir con una mujer".
En la Locanda Esplendid, que pertenecía hace sesenta años a una griega, no dejan de entrar y salir hombres vestidos en "galabiya" (la túnica campesina), en su mayoría procedentes del Alto Egipto.
La tradición de prohibir a una mujer que se aloje sola en una pensión se ha convertido casi en una norma en todas las pensiones de Clod Beik, antes un bastión de la comunidad griega y que ahora alberga un mercado popular.
"Aquí no tenemos espacio para las mujeres solas", dijo a Efe Mostafa Atiya, propietario de Locanda Nuevo Ramsés, cuya entrada se encuentra en un callejón lleno de cafeterías populares.
El Nuevo Ramsés ofrece habitaciones por cuatro libras egipcias (medio euro) por noche, sólo para hombres del Alto Egipto o grupos de músicos del Delta del Nilo que van a El Cairo para tocar tambores en los "mulid" o romerías tradicionales.
"Como nuestro cliente es de muy poca categoría, no puedo hacer reservas para una mujer sola porque puede correr peligro", afirma Atiya.
El dueño del Nuevo Ramsés, que lo ha heredado de sus abuelos, ni siquiera permite a las mujeres que se acerquen a su "locanda": "No tenemos habitaciones libres", les dice sistemáticamente.
Pero esa frase también se la dice a todo aquél que tenga aspecto de, como él dice, "ser de un nivel social alto", ya que teme que su pensión no reúna los requisitos de la decencia.
Ni siquiera los cairotas pueden alojarse en los "hoteluchos" de Clod Beik por expresa prohibición de las autoridades, que tienen que investigar el motivo por el que un habitante de El Cairo haría una reserva en una pensión de su propia ciudad.
En Clod Beik todo está bajo el control de la policía. Todas las pensiones tienen que enviar una lista diaria con los nombres de sus clientes a la comisaría de la zona, según Atef, recepcionista de Al Ahd Al Gadid (Nueva Época).
"Luego, por la noche, patrullas de la policía vienen a la pensión a llevarse a los ladrones y a las personas que estén involucradas en algún crimen", explicó Atef, dando a entender que entre sus clientes no todo es trigo limpio.
Lo que desde luego no hay en las "locandas" es intimidad, ya que es muy común que clientes individuales -siempre masculinos- que no se conozcan compartan la misma habitación.
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