Este artículo se publicó hace 15 años.
Amelia Valcárcel cree que las maltratadas no pueden ser la imagen prevalente de la mujer
La catedrática Amelia Valcárcel, una de las máximas exponentes del feminismo, repudia que la imagen prevalente de la mujer sea la de la maltratada, pues la mayoría son luchadoras que "avanzan posiciones" y que logran defender su propio espacio.
En una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su último libro "Feminismo en el mundo global" (Cátedra), la filósofa sostiene que la violencia sobre las mujeres no debe ocultarse, pero también defiende que se yuxtaponga la realidad mayoritaria: mujeres que progresan en el mundo laboral y que sobresalen en la universidad u otros ámbitos.
"Hay que dar imágenes positivas de las mujeres, ofrecer sólo la de víctimas no es serio y no ayuda", añade Valcárcel, también Consejera de Estado y Vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado.
Precisamente, el mayor problema de la imagen de las mujeres en el mundo de la publicidad es que aún se opera con la "invisibilización" de los logros; los publicitarios no conectan con las mujeres reales porque "no las quieren conocer".
Otro problema que preocupa a la catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Educación a Distancia en relación a la violencia, es la ausencia de indicadores comunes en la UE para abordarla y medirla, "de lo contrario no sabemos a qué atenernos, no podemos diagnosticar y, por tanto, no podemos tratar al enfermo".
Recomienda al Gobierno español aprovechar la próxima Presidencia de la Unión Europea para avanzar en esa dirección.
Por otro lado, Amelia Valcárcel reconoce que el feminismo arrastra "mala prensa", pero lo considera algo "normal" porque es un movimiento que sigue vive y, en consecuencia, hay resistencias para evitar a toda costa el cumplimiento de su "programa de máximos".
Muchas mujeres -razona- se declaran "anti-feministas de cabeza y rechazan el término, pero en la práctica hacen las mismas cosas que propugnan las feministas: "No soy feminista, pero no me voy a quedar en casa haciendo papillas; no soy feminista pero a mi marido no le permito que me levante la voz...".
La ex consejera de Educación y Cultura del Principado de Asturias, también apoya que el feminismo sea estudiado en las aulas, porque, dice, "está muy bien saberse la Guerra de Crimea o la Guerra franco-prusiana, pero no saber nada de la revolución feminista no tiene sentido".
Simplemente, subraya, "esto quiere decir que no está aceptado ahí arriba, no quieren que sea un conocimiento corriente y normal".
En este sentido explica que las jóvenes actuales están bajo el "espejismo de la igualdad" y no son en absoluto conscientes de los derechos de los que ahora disfrutan gracias al trabajo de anteriores generaciones de mujeres.
Eso sí, "son perfectamente capaces de percibir las trazas de desprecio y de manipulación", pero "si no hay una teoría articulada, no les decimos lo que pueden hacer y todo el mundo les dice que son iguales, viven como el que vive en el desierto y cree que está rodeado de agua".
Según la catedrática, ahora vivimos la "Tercera Ola" del feminismo, el que se engendró en la revolución del 68 y que supuso "un enorme cambio de costumbres".
"Nace un mundo abierto, alegre y confiado, pero en el fondo con una capacidad de violencia muy grande. De ese suelo brota el feminismo contemporáneo", concluye.
Su nuevo libro "Feminismo en el mundo global" sostiene que en grandes números la globalización beneficia a las mujeres, pero no todo es de color de rosa: globalizada no está la atención médica, porque aún medio millón de mujeres mueren en el parto; pero sí está globalizado la trata de mujeres desde cualquier parte del planeta para ponerlas a disposición allí donde paguen para usarlas.
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