Este artículo se publicó hace 14 años.
Lo que es el agua
Hace poco llegó a mis manos un libro singular. Es la transcripción de una conferencia que el escritor David Foster Wallace dio en la Kenyon College poco antes de morir. Comienza así: "Iban una vez dos jóvenes peces nadando cuando se cruzaron con un pez anciano. El viejo les dijo: buenos días, jóvenes, ¿cómo está el agua? Los jóvenes se miraron y se preguntaron, ¿el agua, qué será eso?".
Como vivían inmersos en ella, los peces jóvenes no conocían la existencia del agua, de aquello que les era indispensable para respirar. Muchas veces nos ocurre lo mismo a los escritores, sobre todo a los que nos hemos incorporado al oficio hace poco. No nos damos cuenta de muchas cosas. El pez de más edad, en cambio, está de vuelta y bromea con naturalidad.
La misma impresión que produjo en mi adolescencia la lectura de Poeta en Nueva York, de García Lorca, me la creó Cinco horas con Mario, de Delibes. Era una sensación de asombro, primero, y de libertad, después. Me di cuenta que había otras maneras de escribir, que el lenguaje podía adquirir otras formas. A aquella lectura temprana le siguieron otras: El camino, una de mis favoritas, Las ratas y Los santos inocentes.
Dicen que la literatura es, ante todo, mirada. Saber mirar a la realidad que nos rodea y abrir el corazón. Pero no sólo eso. El buen escritor sabe escuchar. Tal como hizo Delibes. En estos días que se habla tanto de la falta de verosimilitud en la ficción, él nos enseña el camino. Supo construir personajes que casi casi eran personas. Y llevarlas al papel con un estilo claro y elegante ala vez. Con una lengua transparente, tanto como el agua que nos rodea.
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