Se atreve con todo. Si un demoniaco Fausto le proporcionó el primer Goya en 2001 y consolidó su carrera, a Eduard Fernández ahora le apetece convertirse en el obispo catalán Pere Casaldàliga, defensor de la Teología de la Liberación y de los derechos de las comunidades indígenas en Brasil. 'Todavía no está decidido, pero hay muchas posibilidades, y me atrae el papel de Casaldàliga por el hecho de ser una buena persona que hace el bien, creo que no se puede pedir más en esta vida'.
Eduard Fernández (Barcelona, 1964) prefiere llevar la entrevista a la terraza de un bar de Ciutat Vella, el barrio barcelonés en el que vive y que adora: 'Estoy cerca del mar, aunque a veces tengo que ir sorteando a los guiris, y además me gusta tener tiendas debajo de casa, como los colmados, que ya quedan pocos'.
El escenario es una plazoleta, la de Sant Just, al lado de una de las casas donde se rodó En la ciudad, de Cesc Gay, cinta en la que encarnó a uno de los personajes que recuerda con más cariño: 'Pese a que no me parezco en nada, él era muy hermético, muy barcelonés'. Por ese barrio realizó sus primeras representaciones de mimo y de payaso callejero, antes de enrolarse en Els Joglars de Albert Boadella. Fue el mimo, revela, quien despertó su vocación artística, que horrorizó a su madre. 'Me decía que me iban a salir muchas arrugas si hacía mimo, y le respondía que, por el arte, cualquier cosa'.
«Me atrae el papel del obispo Casaldàliga por el hecho de ser una buena persona»
Pero sus sueños juveniles eran más hedonistas. 'De chiquito quería ser vendedor de helados, pero cuando tenía 14 años, un amigo mío propuso lo de ser probador de playas y me apunté enseguida a esa idea', vacila. Insiste: 'Aún sigue siendo mi sueño y me ofrezco voluntario por si alguien quiere pagarme estancias para que informe de la calidad de cada playa'.
En la ciudad (2003) le proporcionó el segundo Goya, en esa ocasión como actor de reparto. Luego llegaron personajes arribistas, como en El método, o retos interpretativos, como en Ficción. 'Siempre se ha dicho que tengo una gran variedad de registros, pero no sé si eso tiene más valor; Humphrey Bogart siempre hacía lo mismo, más o menos, y a todo el mundo le gustaba mucho'.
Tras una racha con interpretaciones en cintas aclamadas y premiadas como Biutiful o Pa negre, Eduard Fernández va a volver al teatro de la mano de Lluís Pascual, con una obra de denuncia del poder económico, pese a que dio voluntariamente el salto del teatro al cine, de igual forma que aspira algún día a hacer 'tele digna'. 'El teatro tiene una dimensión humana y el cine, no; el cine es una suma de oficios, de muchos especialistas, y los políticos deberían aprender del cine como proyecto colectivo'.
«Los políticos deberían aprender del cine, que es obra de un colectivo»
Las miradas de Eduard Fernández se escapan hacia los transeúntes. Siempre se fija, asegura, en cómo se mueve o camina la gente, y dice que nunca se mira al espejo para ensayar 'construyo de dentro para afuera'. Expansivo, Eduard Fernández, que dice sentirse un privilegiado por tener una profesión que ama y disfruta, calcula su discurso y un par de veces pide que, por favor, no escriba lo que ha dicho. Tensa la cara y frunce el ceño ante cada pregunta, como si estuviera esperando algo incómodo o pudiera tener un desliz en su línea de estar lejos del foco mediático. 'A veces he perdido papeles porque me han dicho que se lo iban a dar a un actor más mediático, pero ese es un esquema que hemos importado de Estados Unidos y que vamos repitiendo pese a que aquí no funciona'.
La falta de un líder mediático es algo que le seduce del 15-M. 'El movimiento me gusta porque ya es hora de hacer algo, nos están tomando el pelo por todas partes', dice convencido. También cree que los actores se mojan mucho en política y que, por lo general, son de izquierdas 'porque debemos tener una mente abierta para hacer personajes diversos y si te dedicas a prejuzgarlos no los entiendes y no los interpretas bien'.
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