MADRID
Actualizado:La perversidad innata de la ley electoral creada en 1977 para impedir la victoria de la izquierda generó una larguísima etapa (1980-2012) de hegemonía absoluta de dos partidos políticos –con periodos de reinado de uno solo de los dos– que finalizó con la desmovilización masiva de la mitad más joven de los electores (entre 2010 y 2014), y que ahora nos ha conducido de vuelta al sistema pluripartidista que vivimos brevemente tras la dictadura. Aunque ahora son cuatro las formaciones preponderantes que pueden llegar al poder a través de las urnas.
Este es el diagnóstico histórico del analista electoral Jaime Miquel, que en un completo estudio elaborado para Público, asegura que "confrontación, impunidad y expolio económico y moral son los pilares del posfranquismo; la cultura política del PP y el PSOE que se está deshaciendo, como lo hace la momia al final de la película".
Como sentenció Lord Acton ya en siglo XIX, "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y los dos grandes partidos españoles –sobre todo el que ostenta ahora el Gobierno– están dando hoy un espectáculo judicial lamentable sobre los abusos que cometieron cuando ostentaban mayorías absolutas en el Congreso o en las comunidades que gobernaron. Y es esa patente prepotencia de los que se alternaban en el poder la que provoca la ruptura social que ha derribado ese prolongado régimen de mono/bipartidismo, a través de movimientos callejeros como el 15M, primero, y después con el auge de las nuevas formaciones como Podemos y Ciudadanos.
Seis ciclos electorales en 40 años de democracia
En el gráfico que abre este artículo se aprecia perfectamente ese fenómeno, que se produce justo después de un pico abstencionista y de un miniciclo hegemónico del Partido Popular (2010-12); un segundo periodo monopartidista que contiene el 15M y las elecciones del 2011 y finaliza en el verano del 2012 con la desmovilización de la mitad más joven del electorado del PP.
Después se repite otro ciclo –también más breve que el inicial (1977-80)– de pluripartidismo dominado por dos grandes (2012-14), para dar paso a la fase actual –el sexto ciclo en 40 años de democracia– de pugna entre cuatro formaciones que pueden alcanzar el poder en las urnas (2014-18).
Todo comenzó en 1977 durante el periodo constituyente con dos fuerzas políticas preponderantes (UCD y PSOE) que finaliza en mayo de 1980 con la moción de censura de los socialistas a Suárez. "Había muerto Franco en 1975 pero gobernaron los políticos de la dictadura durante siete años más", explica Miquel, "lo que significa que los factores aglutinantes del centro, que eran el temor a la confrontación, la paz social o la neutralidad, tardaron en disiparse".
"La transición consistió en la activación de un mecanismo sucesorio concebido por el régimen, que se sustentó en un pacto entre los poderes predemocráticos y los partidos políticos, que también eran élites desconectadas de una mayoría social que era temerosa y antepuso el principio de paz social a la conquista inmediata de las libertades", continúa Miquel.
"El franquismo fue amnistiado en 1977 sin que aquí se percatasen ni los periodistas"
"Hicieron lo que quisieron sin plazos ni responsabilidades, porque el franquismo fue amnistiado en 1977 sin que aquí se percatasen ni los periodistas de la época: así de ignorantes éramos todos. Hicieron hasta un pacto para perder las elecciones constituyentes de 1977, o para que las ganara UCD, con la asignación de los dos escaños fijos por provincia".
Adolfo Suárez, presidente por designación real desde el 76, ganó los primeros comicios democráticos, pero había sido gobernador civil del régimen diez años antes y "la verdadera transformación de la naturaleza del Estado exigía la salida del poder de esa clase política", subraya Miquel. Así que la coalición Unión de Centro Democrático (UCD), representó la ausencia de cultura política en el mercado electoral: UCD aglutinó, sobre todo, a aquellos que no querían ser de derechas ni de izquierdas. Se fusionó en un partido y el presidente Adolfo Suárez dimitió más tarde para crear el Centro Democrático y Social (CDS).
El Partido Demócrata Popular del democristiano Óscar Alzaga, abandonó la disciplina centrista para coaligarse con el de Manuel Fraga, Alianza Popular, que había reunido a la parte del régimen que no quería una evolución rápida. En las elecciones legislativas de 1982, el CDS del ex presidente Suárez y la UCD de Landelino Lavilla conservaron un tercio de los electores centrales, pero el PSOE se hizo con tres de cada diez y otros tantos la coalición AP-PDP. Había finalizado la transición política, estábamos en la democracia y el electorado de UCD se disgregó.
El periodo absolutista del PSOE consolidó la confrontación en dos bandos electorales irreconciliables
Entonces comenzó el segundo ciclo (1980-1992): un "periodo absolutista" del PSOE que consolidó la cultura de la confrontación en dos bandos electorales irreconciliables. "Al rival electoral había que aniquilarlo y el mandato de las urnas se interpretaba como una licencia para el caudillaje", sostiene Miquel. "Se popularizó el rodillo y el administrado percibió el aquí mando yo de Franco con expresiones múltiples, como el referéndum de 1986 para imponer el ingreso en la OTAN, la creación de los GAL, la corrupción política o la financiación ilegal, donde destaca el caso Filesa por el que fue condenado el PSOE".
El tercer ciclo fue el bipartidismo puro (1992-2010): sólo PP o PSOE pueden ganar en las urnas, pero puede hacerlo cualquiera de los dos. "Esa etapa nos dejó la España del pelotazo", resume Miquel, "cuando se dieron licencias para construir lo que no hacía falta o para perforar en destinos turísticos europeos como las islas Canarias, mientras los políticos de las autonomías quebraban las cajas de ahorros, entre otras fechorías".
El reinado compartido de los dos grandes es abrumador –en las generales del 2008 baten todos los récords y obtienen 323 de los 350 escaños del Congreso– y sus mandatos son absolutistas, casi despóticos, donde ostentan el poder. Sus privilegios contrastan con un verdadero vasallaje de la ciudadanía, que al final estallará en las calles bajo la consigna del "no nos representan".
Los desmanes políticos desmovilizan a los electores y en 2013 la abstención llegará a superar el 40%
Son esos desmanes políticos los que generarán la desmovilización electoral masiva de la juventud: primero, en la primavera de 2010, la de la mitad más joven del PSOE; en el verano de 2012 ocurrirá lo mismo con los jóvenes del PP, como ya hemos dicho, y en 2013 la abstención llegará a superar el 40% del censo. Al año siguiente se rebelan definitivamente las nuevas generaciones de votantes y tumban el tablero bipartidista para dar paso a un nuevo juego democrático entre cuatro rivales potentes.
"Como cuesta mucho entender estas cosas en España", dice Miquel, "los periodistas interpretaron las elecciones europeas de 2014 como un susto, para hacer anti-análisis tras las autonómicas de Andalucía de marzo de 2015. El paseíllo de Susana Díaz les permitió concluir que no había nada preocupante en el horizonte pese a que el bipartidismo ya no existía desde 2010 y los analistas electorales sabíamos que el viejo orden electoral se estaba yendo a pique".
El cambio político generacional en España es imparable, pero los dos grandes siguen aferrados a su tremenda supremacía entre los mayores de 55 años, que precisamente coincide con la franja de votantes con menor nivel de estudios; una herencia envenenada más de la dictadura. El gráfico siguiente muestra muy claramente ese legado del franquismo:
Casi el 60% de los votantes del PP y del PSOE son mayores de 55 años y sólo les vota uno de cada siete de los menores de 35 años
Y es precisamente esa falta de formación, de conocimientos que les sirvan como herramientas para analizar la realidad, lo que hace que se prolongue la agonía del bipartidismo: según datos del CIS, hace ya un año que el 57% de todos los votantes del PP tienen más de 55 años de edad, mientras que sólo un 12,5% de sus electores cuentan menos de 35 años. En el caso del PSOE, esas mismas magnitudes son: 55% votantes socialistas con más de 55 años, y sólo 14% con menos de 35 años.
Es decir, dos de cada tres votantes de Ciudadanos y Unidos Podemos han nacido en democracia, mientras que dos tercios del electorado de PP y PSOE vivieron en dictadura. Es ese punto de inflexión entre generaciones lo que en diciembre de 2015 hizo saltar por los aires los topes impuestos en la ley electoral para garantizar el inmovilismo del "régimen del 78": una veintena de escaños reservados para el viejo bipartidismo por la LOREG en las circunscripciones interiores de la España rural fueron a parar a las formaciones morada o naranja.
Nunca había ocurrido nada semejante desde 1977. Y nada volverá a ser igual que antes en el Congreso de los Diputados, por mucho que se empeñen PP y PSOE en mantener el obsoleto –y perverso– sistema electoral posfranquista. Pero, según Jaime Miquel, todavía queda por ver un fenómeno todavía más importante que el generacional: el de género.
"Las mujeres serán las que harán que cambie España"
"Si alguien comprende España son las mujeres nacidas en los años sesenta, porque ellas la transformaron en un país moderno", defiende Miquel. "Ellas cambiaron respecto de sus madres mucho más que los hombres con respecto a sus padres. Ellas cambiaron muchos de los valores heredados del franquismo y lo hicieron sin ruptura generacional. Son las madres de los jóvenes, las hijas de los dependientes, las compañeras de los mileuristas y de los desempleados".
"Ahora les dicen que esto es lo que hay. ¿Dónde está la recompensa de sus esfuerzos gigantescos; dónde el futuro de sus hijos? Ellas nos dirán en cualquier momento que hasta aquí hemos llegado, y España volverá a cambiar", concluye Jaime Miquel.
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