¿Qué perseguimos cuando dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo a participar en las luchas que a nuestro alrededor tienen lugar? ¿Cuál es el motor que empuja nuestras ansias renovadoras? ¿A qué aspiramos en nuestro día a día y con nuestro trabajo continuo? No es otra cosa que al cambio de modelo económico, político y social.
Si preguntáramos a las personas que pueblan nuestro espacio vital, la inmensa mayoría mostrarían su rechazo por los modelos actuales y su indignación y hastío.Por ello, pretendemos cambiar un modelo económico que arrincona a esa mayoría ciudadana en la miseria y el desamparo que perpetúa bolsas de pobreza y promueve un reparto desigual e injusto de los recursos. Un modelo económico que favorece la acumulación de capital y bienes en manos de un pequeño grupo de personas, dotándolo de un poder casi ilimitado para controlar el destino de un 99% de la población.
Perseguimos cambiar un modelo político que trabaja por y para sí; por y para los intereses del poder real, aquel que se oculta a la sombra de las instituciones de gobierno, pero que se desnuda y aparece en forma de grandes fortunas y grupos de control. Un modelo político que desoye sistemáticamente al ciudadano, gobernando a espaldas de éste, imponiendo los intereses de unos pocos en contra de las necesidades de una inmensa mayoría; un poder político que gobierna y legisla con arbitrariedad y de forma ilegítima. Un modelo que enraíza en lo más profundo de nuestras instituciones de gobierno, económicas o judiciales, la corrupción en cualesquiera de sus formas, perpetuando castas de dirigentes cuya única aspiración es la de mantener su posición de control y dominio, a la par que llenar sus bolsillos con el sudor de nuestra frente y de nuestras desgracias, y cuya amplitud de miras y capacidad crítica no va más allá de las fronteras dictadas por las élites instauradas en los partidos políticos tradicionales y sus pagadores.
Y consecuencia de estos dos modelos, perseguimos un cambio de modelo social. Modelo corroído y en fuga, en el que se asientan la injusticia y la desigualdad. Marcado por el sesgo, por la diferenciación de clase y poderes, y donde cada vez y con más fuerza se imponen la pobreza, la resignación, la miseria y la indignación. Un modelo social que despoja de sus derechos naturales y sociales a millones de personas, hurtándoles la justicia, la ética y hasta la dignidad, imponiendo leyes doctrinarias como la Ley del Aborto o la Ley de Ciudadanía.
Mas para alcanzar las metas diseñadas, es necesario emprender, a través de la generosidad, la valentía y la superación, la conquista progresiva de tres escenarios. Un camino a emprender en el que sea desplazada la dialéctica de izquierdas y derechas (al servicio del poder) por la dialéctica de los de arriba y los de abajo, de los corruptos y los honestos, de lo justo y lo injusto, una dialéctica más veraz y concreta.
La unidad de las fuerzas activas en la lucha, la unidad social y ciudadana y el poder popular, son las tres conquistas necesarias para emprender los profundos cambios de modelo más arriba anunciados.
La creación de un espacio común de lucha de los agentes implicados hoy por y para el cambio, donde desarrollar estrategias comunes de acción y respuestas unitarias, la polarización hacia una misma dirección, dará origen a la creación de un estado de ánimo y de consciencia colectiva que se asienten en la mayoría hoy golpeada duramente por el estado actual de las cosas, generando el caldo de cultivo y los medios necesarios para alcanzar el poder popular.
Y es aquí que las Marchas por la Dignidad 22 M surgen. Entendidas como un proyecto no finalista a través del cual se alcancen los dos primeros escenarios planteados. Un proyecto con continuidad en el tiempo y con un eminente carácter catalizador, cuyos ejes motrices son argumentos tan incuestionables y asumibles por la inmensa mayoría que dan motivos sobrados para marchar a Madrid el día 22 de Marzo.
Son el paro y la precariedad laboral, la dignidad y justicia en el trabajo o la Renta Básica elementos de cohesión y peso, pues a los 6 millones de parados hay que añadir el 1'3 millones de personas sin ninguna prestación, el 10'6% de hogares sin ingresos o los más de tres millones de personas que viven en la pobreza severa (menos de 307 euros al mes), y todo ello rebozado con las nuevas relaciones laborales establecidas por el capital.
Son los recortes públicos, aplicados sin piedad en Educación, Sanidad y Servicios Sociales, fuerzas que nos deben obligar a tomar Madrid, cuando por otra parte sabemos que la diferencia entre ricos y pobres ha aumentado en un 30%, que el número de ultrarricos en España (tener más de 30.000 millones de euros en activos) ha aumentado en 2013 hasta 1.625 personas, lo que supone que acumulan más de 48 veces el PIB de todo el país, o que el 20% de los más ricos en España acapara el 44% de los ingresos declarados, mientras el 20% más pobre apenas aporta el 6%.
Es la defensa de nuestros servicios públicos motivo por sí sólo suficiente para acudir a Madrid enarbolando las banderas blancas, verdes, violetas y multicolores de las mareas.
Tenemos todos y todas motivos infinitos para gritar contra la corrupción instalada en las instituciones de gobierno, económicas y judiciales, pues no puede ser soportable que las grandes fortunas y las grandes empresas concentren el 71'8 % (el 65% del presupuesto de Sanidad en todo el estado) del fraude fiscal total, lo que suponen entorno a 45.000 millones de euros al año, mientras el 80% de efectivos de la Agencia Tributaria se dedican a perseguir al pequeño fraude. Son motivos los 22.400 millones de euros a Bankia, los 27.000 de Caixa Cataluña y la CAM o los 9.000 de Nova Caixa Galicia, cuando estos mismos bancos rescatados con nuestro dinero reparten espléndidos dividendos a aquellos que los hundieron a la par que echan a la gente de sus casas a la calle. Hay que manifestar nuestro hartazgo y límite ante los Gürtel, Bárcenas, contabilidad B, 'despidos en diferido, EREs de Andalucía, Palau o Noós.
Y el 22 de Marzo se ha de gritar en Madrid por una auditoría de la Deuda Ilegítima cuyos intereses nos cuestan al día 105 millones de euros. Hay que clamar contra la reforma del artículo 135 de la Constitución por el cual nos han impuesto (PSOE y PP) el dogal de pagar para que cobre el rico, antes que comer, exigiendo el impago de esta deuda ajena a nuestros intereses (técnicos de Hacienda la cifran en 150.000 millones de euros) y la renegociación de la deuda total, insostenible desde el punto de vista técnico y desde el de los derechos humanos.
Y más aún, debemos exigir el cumplimiento de la legalidad vigente en materia constitucional y de Derechos Humanos, sometiendo al poder real que nos hurta derechos asumidos por y para sus propios intereses, para transformar la legalidad formal en legalidad efectiva.
Por todo ello, Madrid ha de representar el 22 de Marzo el hartazgo, la indignación y la rebeldía de un pueblo que se levanta contra sus tiranos y secuaces.
'A la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que pues vivimos, anunciamos algo nuevo'.
*Jorge Alcázar es miembro de la Mesa Estatal del Frente Cívico 'Somos Mayoría' y del Colectivo Prometeo
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