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Otro 4D en Andalucía: bolsas de paro estructural, de miseria y de pobreza

"En términos absolutos, algo más de tres millones de personas residentes en Andalucía –eso sí, unas 233.000 personas menos que el año pasado–, están en riesgo de pobreza y/o exclusión social", según la Red Andaluza contra la pobreza.

Bloques de pisos en el Polígono Sur de Sevilla.
Bloques de pisos en el Polígono Sur de Sevilla. María José López / Europa Press

Un 4 de diciembre de 1977, dos años después de la muerte del dictador y aún sin Constitución, se produjeron las masivas manifestaciones –con su dosis de injusticia: ahí está la muerte impune de Manuel José García Caparrós– que transformaron el proceso de consecución de la autonomía y de algún modo, también, cómo se piensa Andalucía a sí misma.

Cada aniversario del 4D se plantean las mismas preguntas: ¿Disminuye la desigualdad, se produce la convergencia de Andalucía con el Estado, remiten las bolsas de pobreza?

Y las respuestas, en un nivel de intensidad u otro, son también siempre las mismas. Nadie discute que hoy Andalucía, tras más de 40 años de autonomía, es una comunidad que tiene dosis de autogobierno, una importante red de colegios, institutos y universidades públicas; centros de salud –hoy en crisis por las presiones del capital, sobre todo en las zonas rurales– y hospitales, y un dinamismo creativo y socioeconómico indudable.

Sin embargo, respecto a otras zonas del Estado y a las regiones y nacionalidades de la UE, los informes oficiales y los que elaboran las ONG e institutos privados narran una y otra vez la misma historia. Es el cuento de nunca acabar, uno en el que los barrios más pobres de todo el Estado están en capitales andaluzas (10 de 15, según el INE) y en el que el diferencial con otros lugares –según el indicador que se elija– se mantiene, aumenta o se reduce, pero a velocidad inadecuada.

Se perpetúa así la desigualdad y persiste también la dualidad interna, aquella que cantaba Pata Negra ("hay dos Sevillas, la de los turistas y en la que vive la gente") en el Rock del Cayetano. Las bolsas de paro, la pobreza y en los casos más extremos, la miseria, continúan ahí, como un elemento estructural de la comunidad (miles de jornaleros y temporeros viven en chabolas), que va unido en estos años a la autonomía, al funcionamiento de la Junta de Andalucía en su sentido más amplio, tanto con las administraciones socialistas de antaño como con las neoliberales del PP, que ya lleva un lustro en el Gobierno, hoy.

"En términos absolutos, algo más de tres millones de personas residentes en Andalucía –eso sí, unas 233.000 personas menos que el año pasado–, están en riesgo de pobreza y/o exclusión social. El Arope [la tasa que mide la pobreza] femenino llega al 37,3%, cifra que se mantiene en tres puntos porcentuales superior a la de los hombres", según recoge el último trabajo de la Red Andaluza contra la Pobreza

"Tanto la Murga de los currelantes de Carlos Cano como algunos escritos de Blas Infante de hace más de un siglo siguen aún plenamente vigentes. Pueden servir perfectamente para el hoy. La situación estructural, comparativamente, sigue siendo parecida", afirma el antropólogo Isidoro Moreno a Público.

Así dice la letra cantada por Cano: "S'acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis / medicina y hospital / pan y alegría nunca nos falten. / Que güervan pronto los emigrantes / haiga cultura y prosperiá".

Andalucía, tan grande y diversa como cualquier país, con 8,5 millones de habitantes, tiene, en efecto, una tasa de población en riesgo de exclusión más alta que España y la media de la UE y las tasas de paro estructurales –que en estos años desciende– siempre van por encima de la media del país. Son asuntos endémicos.

"Considerando el umbral nacional de pobreza, en 2021 en Andalucía hay un 12% más de población en riesgo de pobreza que la media de España y un 15% más que la media de la Unión Europea", recoge el V Informe del Observatorio de Desigualdad de Andalucía

"Y Andalucía –añade este trabajo– está a la cabeza de la pobreza [tasa Arope 2021] entre las Comunidades Autónomas de España, casi triplicando las tasas de Navarra o el País Vasco".

La Red Andaluza contra la Pobreza recoge que la curva, el diferencial, ha ido decreciendo desde el año 2015. Sin embargo, "la mejora desde 2015 tampoco es suficiente para cumplir con la contribución que tiene que realizar Andalucía para conseguir los objetivos marcados por la Agenda 2030 –reducir a la mitad la tasa Arope que registraba en 2015– y deberían haber salido unas 240.000 personas más del riesgo de pobreza y/o exclusión social".

20 años de comisionado en el Polígono Sur

¿Qué se ha hecho en estos años desde las administraciones públicas? ¿Sirve para algo el esfuerzo público? Han pasado 20 años desde que se puso en marcha el Plan Integral para el Polígono Sur en Sevilla, el barrio más desfavorecido del país, según el INE, que arrancó con mucha fuerza, pero fue perdiendo fuelle con los años. "Las dos crisis [la caída de Lehman y la pandemia] han afectado mucho. Yo llegué en 2013, en plena crisis, y en 2014 nos quedamos sin un solo programa público de empleo", afirma a Público Mar González, excomisionada del Polígono.

"Hay un tema, un error de fondo. Considerar que el Polígono Sur es un problema interno exclusivamente. No es un territorio que esté en el espacio sideral. Esa zona se planificó como un gueto y ha tenido la función de tener a gente ahí, a gente a la que no querían tener en otro sitio. La perversión de fondo es esa. La gente que ha podido salir, ha salido de ahí, la degradación era constante", afirma el antropólogo Moreno.

"A Polígono Sur le vino absolutamente mal la crisis financiera. Se sufrió en todas partes, pero en la parte más vulnerable de la sociedad fue peor. No hemos recuperado los niveles pre Lehman. La gente que cayó en la exclusión severa sigue ahí. Eso pasó no solo en Polígono Sur, también en muchos otros barrios. Se ha hecho muchísimo, pero no se ha tenido el apoyo, ni la constancia ni la contundencia en la apuesta que se necesitaría. Tampoco hay que inventar mucho más. En el Polígono Sur se han ensayado las mejores políticas de inserción social, pero se han dejado caer", agrega la excomisionada González.

Los datos de la Red contra la Pobreza confirman que, aunque la curva desde el año 2014 es buena, con un repunte tras la pandemia, aún no se ha recuperado el nivel de desarrollo anterior a la caída de Lehman Brothers, ya no en comparación con otros lugares, sino en términos absolutos. Así dice el trabajo: "A pesar de esta mejora, Andalucía está lejos, todavía, de retornar a los niveles anteriores a la gran recesión. [...] El Arope [...] aún se mantiene 4,4 puntos porcentuales por encima del registrado en 2008, lo que supone, por tanto, un incremento cercano a las 468.000 nuevas personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social en el conjunto del período".

Efecto redistributivo del Estado

Estos males no son irresolubles. Un estudio del Gobierno de España, que analiza los componentes de los indicadores de pobreza entre 2014, sostiene lo siguiente: "La diferencia de las tasas Arope entre comunidades llega a los 28 puntos. Si se toma en cuenta la reducción ocasionada por las transferencias sociales de las administraciones, la tasa de pobreza en España se reduce en 9,5 puntos, mientras que en la UE se consigue una reducción de 9,4 puntos".

Es decir, que a pesar de las lógicas que produce la economía capitalista, el Estado tiene capacidad de redistribuir. ¿Por qué, por tanto, persisten esas bolsas de pobreza en Andalucía? ¿Es posible en esta economía lograr una integración, reducir la extrema pobreza, o exigiría un esfuerzo tan grande que lo haría imposible?

González cree que sí, que hay solución. "Si se quisiera, se podría. Si se creyera que las desigualdades lastran el crecimiento, como indica el FMI, podría hacerse. Esto tiene solución, si realmente es prioridad de las administraciones. En una comunidad como Andalucía debería ser la prioridad número uno. Pero hay que ser constante y contundente, persistir en el trabajo, continuar y no dejar caer los programas que funcionan", afirma.

La excomisionada hace recuento de los esfuerzos y de algunos éxitos: "En lo urbanístico [el Polígono Sur] ha avanzado muchísimo en estos 20 años. Ahora mismo está ordenado urbanísticamente. Está bien asfaltado, donde antes había espacios baldíos, hoy hay equipamientos, plazas, parques, espacios culturales. No es ni de lejos lo que era hace 20 años. Han avanzado los servicios, sin duda. Correos o Tussam no llegaban a todo el barrio. La Policía local no entraba. Lipasam solo estaba en una parte. Esos servicios de derechos básicos de ciudadanía están hoy garantizados".

En el barrio hay un centro de salud nuevo, otro renovado, ocho colegios públicos de infantil y primaria y tres institutos (y otro adscrito per fuera del barrio). "Si miramos los equipamientos, el Polígono Sur sin duda ha mejorado mucho. Además, se impulsaron en estos 20 años muy buenas prácticas de trabajo colaborativo en red, que es imprescindible. Allí no puedes trabajar a solas, es decir, para avanzar en salud, tienes que ir de la mano del personal de educación. Y de la misma manera para llegar al empleo desde la exclusión severa, hay que hacer un camino de la mano de la intervención de calle y del sistema educativo. Todo esto se impulsó y buena parte se ha perdido. Ha habido discontinuidades y ha cambiado la apuesta. Cuando no avanzas y paras un programa, se retrocede años".

"¿Se puede resolver solo con una apuesta desde Andalucía o de los ayuntamientos donde están estos barrios? –se pregunta González–. Probablemente no. Las tres administraciones deben trabajar conjuntamente; si no, es imposible. Y se debe persistir en el tiempo. Esto tiene que estar fuera de la pelea política".

Ciudadanos con menos derechos

"Las administraciones –prosigue la excomisionada en el Polígono Sur– permiten allí lo que no se permite en otros barrios. Por ejemplo, los cortes de luz, que se atajan sin dilación en otros barrios. Se permite que haya vivienda pública para usos no residenciales. Se cultiva marihuana. Eso pasa en otro barrio y se corta de inmediato. Es asumir la excepcionalidad y asumir que hay ciudadanos con menos derechos que otros. En este país, no se disfruta de los mismos derechos de ciudadanía en todos los barrios".

González deja, además, la siguiente reflexión en su conversación con Público: "Cuando el Estado deja de atender las necesidades de la gente, la gente cae en la desesperanza, y cuando pierdes la esperanza pierdes la capacidad de lucha. Eso está pasando de nuevo, con el agravante de que tuvieron esperanza, pero ahora mismo hay una falta de respuesta de las administraciones". Esto se ve con claridad votación tras votación: la abstención es masiva en el Polígono Sur.

"Es un paradigma de lo que es Andalucía", tercia Isidoro Moreno. "Esto no es casual –añade–. Esto tiene que ver con el papel que tiene Andalucía, de colonia interna de España. Hay expresiones muy turísticas, pero hay una realidad social y unas desigualdades tremendas. Si se sale de los centros de las ciudades, de los parques temáticos, si se va al extrarradio, hay desigualdades tremendas, que se han agudizado, incluso en la esperanza de vida. En el Polígono Sur y en otros barrios", afirma Isidoro Moreno.

La desigualdad existe también dentro del mismo Polígono Sur, en el que hay zonas más extremas. En el barrio hay dos centros de salud. "La diferencia en esperanza de vida entre uno y otro está entre seis y ocho años", afirma González.

Las raíces de la desigualdad

El catedrático Manuel Delgado Cabeza, que ha dedicado su vida a estudiar la economía andaluza, coincide en que el asunto tiene hondas raíces. "Dentro de esta economía, a Andalucía se le asigna una función que entraña un deterioro ecológico y social permanente. La dedicación a las tareas peor remuneradas de Andalucía genera pobreza y exclusión y estos barrios son el resultado extremo de estas dos lacras que padecemos".

"Las soluciones que se plantean –añade– son solo paliativas y estos barrios son la marginación dentro de la marginación de Andalucía. Si no se plantea una transformación de Andalucía, un tránsito que la saque de su situación de sirvienta de otras economías, sus barrios seguirán siendo una segregación dentro de la dependencia".

"En ese sentido, se cronifica la enfermedad. Se hace algo que tiene algún alivio temporal, pero de fondo continúan los mismos males", remacha el catedrático.

El Observatorio de la Desigualdad recoge en su V informe lo mismo, un análisis similar: "Los rasgos característicos de la economía andaluza –desarticulación sectorial, escaso desarrollo industrial, incapacidad para generar suficiente número de empleos– son los propios de ámbitos de economía dependiente que sirven a las exigencias de acumulación de los espacios centrales".

"Eso ha hecho de Andalucía una de las regiones más pobres y menos desarrolladas de España, con un bajo nivel de renta por persona o por familia (sólo por delante de Extremadura según los datos de renta de 2020) y con un alto índice de desigualdad interna (según el índice de Gini para 2020 sólo la Comunidad de Madrid supera en desigualdad a Andalucía en el conjunto de la España peninsular; pero, además, mientras en Madrid se debe a una concentración de la riqueza, en Andalucía está relacionada con una mayor presencia de pobreza)", se lee en ese mismo trabajo.

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