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“Somos gente normal”: los distintos rostros del electorado del Frente Nacional

En Francia, el prototipo del clásico simpatizante de extrema derecha se resquebraja: si hasta hace algunos años era el de un hombre racista, de clase baja y sin estudios, el perfil inicial se ha ido desdibujando y, en la actualidad, el potencial electorado del Frente Nacional está conformado por una masa cada vez más heterogénea de grupos sociales.

Le Pen arranca su campaña con la intención de emular a Trump y el "Brexit". /EFE

Con su abrigo de paño gris, sus Converse blancas, la melena rubia bien capeada y unos inmensos ojos azules, Eve es, a sus 17 años, la viva imagen de la candidez. Su rostro aniñado se ilumina al explicar por quién votaría en las elecciones presidenciales del próximo domingo si no fuera menor de edad: "Marine es la única que se preocupa por nuestro país, la única patriota que se atreve a llamar a las cosas por su nombre", afirma con admiración.

En Francia, el prototipo del clásico simpatizante de extrema derecha se resquebraja: si hasta hace algunos años era el de un hombre racista, de clase baja y sin estudios, el perfil inicial se ha ido desdibujando y, en la actualidad, el potencial electorado del Frente Nacional está conformado por una masa cada vez más heterogénea de jóvenes y obreros, pequeños empresarios y desempleados, funcionarios y trabajadores precarios. Colectivos tradicionalmente cercanos a la izquierda, como los homosexuales e incluso las personas de origen extranjero, también se dejan atrapar por los cantos de sirena del FN.

Según los últimos sondeos de opinión, un 22,5% de los electores franceses votará a Marine Le Pen como candidata a la presidencia de la República en la primera vuelta del 23 de abril. En ese considerable porcentaje están presentes todas estas categorías, en principio, deslabazadas. ¿Cuál es entonces el elemento común? "A todas las une la sensación de amenaza, de peligro", considera Willy Pelletier, coordinador del Centro Copernic. Este sociólogo especializado en la extrema derecha considera que el Frente Nacional ha sabido colarse en las crecientes fracturas de la sociedad francesa y ofrecer seguridad a quienes han visto su estatus económico, social o identitario tambalearse.

“Gente normal”

Eve vive en Aisne, departamento situado en la Picardía francesa, al norte de París, y desde los 15 años participa en las juventudes del Frente Nacional. La región de Alta Francia (creada en la reforma territorial de 2014 con la fusión de Norte-Paso-de-Calais y Picardía) es una de las más pobres del país: su economía industrial se ha visto duramente golpeada en los últimos años por la crisis y la creciente deslocalización de fábricas hacia países del este europeo.

El aumento del desempleo ha venido acompañado de la progresiva desaparición de los servicios públicos

El aumento del desempleo ha venido acompañado de la progresiva desaparición de los servicios públicos, los comercios y las opciones de ocio. La población se siente cada vez más abandonada, por lo que el discurso de Le Pen contra la economía salvaje y globalizadora promovida desde la Unión Europea ha calado con fuerza.

El grupo de la xenófoba Le Pen invita a la Eurocámara al presidente de Hazte Oír. - REUTERS

El grupo de la xenófoba Le Pen invita a la Eurocámara al presidente de Hazte Oír. - REUTERS

Según Eve, todos sus amigos y su familia simpatizan con el Frente Nacional. En su caso, se implicó a partir de 2015 porque porque su madre se presentó como candidata en las elecciones regionales. “Mi padre quería que me uniera al partido en seguida, pero yo decidí esperar hasta estar segura. Me hice el carnet a los 16 años”, afirma.

En Norte-Paso-de-Calais-Picardía, el FN quedó en cabeza en la primera vuelta de esos comicios con más del 40% de los votos; la extrema derecha triunfó hasta en seis de las 13 regiones de Francia antes de ser derrotada por el tradicional pacto entre izquierda y derecha moderadas en segunda vuelta, el llamado voto útil frente al Frente Nacional. Aun así, en esta región la ultraderecha consiguió 20 consejeros, el mayor número de representantes en todo el país.

Marion Saillard tiene 25 años y es la benjamina de los 62 representantes que el FN obtuvo en esas elecciones. Cazadora de cuero, cola de caballo, pantalones de pitillo… su imagen y su tono sosegado chocan de nuevo con el arquetipo frontista. “Los votantes y militantes del FN no hemos cambiado: lo ha hecho la percepción que existe de nosotros”, asegura. “Somos gente normal, con una vida normal”, explica esta dentista elegida concejal en la vecina localidad de Guisa.

Carteles electorales de Marine Le Pen.  /REUTERS

Carteles a favor de Marine Le Pen. /REUTERS

Es sábado, falta una semana para la primera vuelta de las presidenciales y Eve y Marion salen a repartir propaganda electoral en San Quintín, la localidad en la que residen, junto a un grupo de jóvenes lepenistas. Entre ellos hay estudiantes de derecho o ingenieros, más de uno con apellido español o portugués. Antes de ponerse manos a la obra, aseguran que, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, ahora la gente los recibe sin animosidad y en muchos casos con interés.

En efecto, a excepción de algún ceño arrugado, la acogida es buena: muchos viandantes se detienen a charlar, y cuando rechazan el panfleto explican con una sonrisa que ya saben quién es su candidata.

Jean-Marie y Martine, pareja en la cincuentena de clase media, tiene dos hijos que se han marchado de San Quintín a buscar trabajo “fuera, por el paro” y piensan votar FN. “Su programa es el único que nos convence”, afirma Martine. Y pese a que hay partes “un poco radicales” como las relativas a los extranjeros, concede Jean-Marie, “ya hemos probado todo lo demás y nos quedamos con el Frente”.

En un país fuertemente centralizado como es Francia, el mundo rural alejado de las grandes ciudades se siente abandonado por los partidos tradicionales. El fantasma de la crisis económica y el miedo a la pérdida de identidad frente a la apisonadora de la globalización y la inmigración son palpables; ante esta situación, el Frente Nacional reúne en tres ‘P’ la fórmula mágica para devolver al país su gloría perdida: “patriotismo económico, proteccionismo inteligente y prioridad nacional”. O lo que es lo mismo: recuperación de soberanía frente a la Unión Europea y otras fuerzas económicas externas, apuesta por el Made in France con la relocalización de las empresas migradas, y primacía de acceso al empleo y a los servicios y ayudas públicas para los franceses frente a los extranjeros.

“Estamos en nuestra casa”

El apoyo al Frente Nacional, no obstante, no acaba en esa Francia rural y periurbana, sino que también se va extendiendo poco a poco en las grandes metrópolis, captando a segmentos del electorado tradicionalmente de izquierdas o al menos, contrarios a la extrema derecha.

En los comicios regionales de 2015, el 32,5% de las parejas gays votaron por el partido de Marine Le Pen según un sondeo del instituto Cevipof, cuatro puntos por encima de la media nacional. Los jóvenes con estudios superiores también empiezan a inclinarse en algunos casos por la extrema derecha; como muestra, un botón: el FN ha logrado alcanzar la prestigiosa escuela Science Po de París, que desde hace un año cuenta con una antena frontista. Sin contar con el voto creciente entre franceses de origen extranjero, que espoleados por un deseo de integración o de desmarcación del diabolizado islam, se inclinan paradójicamente hacia la formación que más los ha denostado como colectivo.

El pasado lunes, durante uno de los últimos mítines de campaña de la candidata del Frente la sala Zenith de París estaba a reventar. Una Le Pen pletórica centró su discurso una vez más en la pérdida de identidad y de soberanía, con la Unión Europea y la emigración como grandes males que combatir para que la sociedad francesa recupere su esencia y sus derechos. “On est chez nous” (“Estamos en nuestra casa”) y "La France aux français" (“Francia para los franceses”), fueron los lemas más coreados entre el público, compuesto por gente de toda edad y condición.

La amenaza del terrorismo yihadista también ha dado alas a la ultraderecha. El Frente Nacional, como otros partidos europeos afines, sigue aprovechando atentados como el de este jueves en los Campos Elíseos para propagar un discurso securitario e islamófobo que ya ha calado en los partidos tradicionales. No en vano, Francia vive en estado de emergencia desde los atentados de noviembre de 2015 y el gobierno socialista ha ido endureciendo su postura con propuestas como quitar la nacionalidad a los sospechosos de terrorismo islamista… medidas incluidas desde hace tiempo en el programa del FN.

Los analistas lo tienen claro: el voto a la extrema derecha es un grito de cólera, indignación y miedo antes que una muestra de adhesión a su programa político, pero eso no impide que hasta un 30% de los franceses hayan votado ya al FN en algún momento de su vida, de los cuales un 19%, en varias ocasiones, según un detallado estudio sobre el electorado del Frente Nacional del instituto Ifop-Fiducial para el Journal de Dimanche publicado a principios de esta semana.

Gracias al famoso cordón sanitario de la segunda vuelta, pocos expertos ven posible la victoria definitiva de Marine Le Pen en las elecciones presidenciales, pero, alerta Pelletier, “su discurso ha impregnado plenamente al resto de partidos y los efectos colaterales están ahí”.

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