El rostro de Iman el Obeidi, la mujer que en marzo irrumpió en un hotel lleno de periodistas en Trípoli denunciando haber sido violada por 15 soldados de Gadafi, será muy probablemente una de las imágenes que perdurará de la revolución en Libia.
La tragedia de El Obeidi, ahora refugiada política en Rumanía, es un ejemplo de cómo la violencia desencadenada por las dictaduras árabes durante las revueltas populares se ha abatido con dureza sobre las opositoras, especialmente vulnerables a armas de represión como la violencia sexual.
Hay pruebas de que el Ejército libio ha repartido Viagra entre sus hombres
Regímenes tiránicos como el de Muamar Gadafi han aprovechado la condición de las mujeres en las sociedades árabes (de la castidad femenina depende el honor de toda la comunidad) para castigar a quienes no eran afines a sus tesis y, de paso, a sus familias, sobre las que trataban de arrojar un estigma de por vida.
Así fue en el caso de El Obeidi. Tras ser sacada a rastras del hotel por funcionarios del régimen y secuestrada, antes de ser deportada a Qatar, El Obeidi fue calificada de 'prostituta y borracha' por el régimen. Sus supuestos violadores incluso la denunciaron en los tribunales.
Pero la violación que esta abogada de 28 años denunció, en un acto de enorme coraje, parece estar muy lejos de ser la única en la guerra libia. La representante especial de la ONU sobre violencia sexual en conflictos, Margot Wallstrom, aseguró hace días que los casos conocidos de violaciones en Libia pueden ser sólo 'la punta del iceberg' de un fenómeno que la tiranía del coronel Gadafi parece estar utilizando como arma de guerra.
Opositoras de la plaza Tahrir fueron sometidas a pruebas de virginidad
La Corte Penal Internacional ya lo está investigando y su fiscal jefe, Luis Moreno Ocampo, ha afirmado tener 'informaciones que confirman que las violaciones son un nuevo aspecto de la represión' en el país magrebí, que además se ejerce con crueldad extrema y premeditada. Hana Elgadi, una activista de derechos humanos de la organización World for Libya, dijo a la BBC que los hombres de Gadafi violan a sus víctimas en presencia de sus padres y hermanos.
'Ser vistas desnudas y violadas es peor que la muerte para ellas', deploró Elgadi. La organización de esta voluntaria ha denunciado además que las víctimas de violación que han quedado embarazadas corren el riesgo de ser asesinadas por sus familiares para tratar de borrar el estigma.
Moreno Ocampo, el fiscal de La Haya, ya ha informado acerca de alguna de las pruebas en poder del tribunal, como son los 'elementos que confirman que la compra de contenedores con medicamentos como Viagra [con el fin de facilitar las violaciones] forma parte de la política del régimen de Gadafi'.
Por su parte, dirigentes rebeldes han entregado a la CNN vídeos de violaciones y torturas a mujeres que dicen haber encontrado en los móviles de mercenarios de Gadafi caídos en combate.
Sin llegar a ese extremo de crueldad, hay testimonios que indican que también Egipto, incluso después del derrocamiento de Mubarak, ha utilizado la amenaza del deshonor como arma para amedrentar a las mujeres que han participado en la revuelta.
Pese a que el pueblo egipcio logró derrocar a Mubarak el pasado febrero, el Ejército ha mantenido desde entonces una represión de baja intensidad con los manifestantes que han seguido protestando exigiendo mayores libertades y el fin del estado de emergencia.
Opositores locales han denunciado que los militares aplicaban una crueldad especial contra las manifestantes que seguían concentradas en la plaza Tahrir de El Cairo. La noche del 9 de marzo, el Ejército decidió dar ejemplo con 18 mujeres que permanecían acampadas en la plaza cairota.
Bahiya al Aradi fue encontrada muerta tras participar en la revuelta en Bahrein
La activista egipcia Mona Seif contó a Público que en los testimonios que ha recogido de tres de las detenidas se cuenta como fueron golpeadas y llevadas a las dependencias del Museo Egipcio. Allí se las sometió a varias pruebas de virginidad y se amenazó con acusar de prostitución a las que no superaran el test.
'Esta semana nos reunimos con un portavoz del Ejército que admitió que habían realizado las pruebas con la justificación de que así luego ellas no podrían decir que habían sido violadas en las cárceles', cuenta Seif desde El Cairo.
La violencia sexual no es la única que padecen las mujeres del mundo árabe, que, ya antes de las revueltas, sufrían especialmente la injusticia y la marginación que imponen las dictaduras locales.
En la región, destaca la opresión que viven las féminas en el Golfo Pérsico. Esta región es, según el índice de libertad de la fundación estadounidense Freedom House, la zona del mundo árabe donde las mujeres son menos libres. En países como Arabia Saudí, el grado de libertad se acerca a cero; es decir, una ausencia casi total de derechos económicos, políticos y sociales. En el reino de la familia Al Saud, donde los religiosos ejercen un férreo control sobre el poder y la sociedad, las mujeres no pueden hacer nada (ni ir al médico ni ir de compras) sin estar acompañadas por un hombre. En público deben llevar siempre una abaya, una larga túnica que las cubre de la cabeza a los pies. Ni siquiera tienen derecho a conducir.
Sin embargo, desde el inicio de las revueltas árabes, el control sobre las mujeres se ha acentuado en un país que hasta ahora era considerado como un modelo en la región: Bahrein.
Las autoridades del pequeño reino, que otorgaron el derecho de voto a las mujeres en 1973, respondieron en marzo con la máxima represión contra los manifestantes reunidos en la plaza de la Perla de Manamá. Entre las víctimas, una mujer que luego se convirtió en un símbolo: Bahiya al Aradí. Desapareció la mañana del 16 de marzo y su cadáver, con dos disparos en la cabeza, fue hallado en su coche cinco días después. Los activistas prodemocracia acusaron a la Policía de su asesinato. El pasado día 16, tres mujeres que se manifestaban de manera pacífica, fueron detenidas. A día de hoy, no se sabe nada de ellas.
La represión en Bahrein no ha cesado con el final de las protestas. Muchas médicas y enfermeras que cuidaron de los heridos afirman ahora que fueron torturadas por las fuerzas de seguridad, que las acusaban de haber atentado contra el régimen de la familia Al Jalifa.
Ella (que prefiere conservar el anonimato por razones de seguridad y da su testimonio a través del correo electrónico) es médica y fue detenida y luego liberada. 'Un oficial me dijo: Le aconsejo que lo cuente todo o le pegaré y la torturaré como si fuera un asno', recuerda.
Asegura que le golpearon en la cara y le ataron los pies y las manos. 'Hasta las mujeres policías se asustaron cuando salí de la sala de interrogatorios'. Pero no era el final. Al día siguiente, un agente la amenazó con 'colgarla del techo por los pechos antes de violarla'.
Muchas de esas médicas y enfermeras bahreiníes temen ahora ser condenadas por la Justicia.
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