'Voy a salir a manifestarme por los marroquíes que mueren en la puerta de los hospitales'; 'voy a salir contra la hogra' [humillación] que sufro como mujer'; 'voy a salir contra la política que nos llevó a las pateras de la muerte'; 'voy a salir en solidaridad con las personas expulsadas de sus chabolas' y, por fin, 'voy a salir por la separación de poderes y por una Constitución democrática'.
El Movimiento 20 de febrero, de quien ha partido la iniciativa de las manifestaciones convocadas en todo Marruecos para hoy, no podía haber encontrado mejores argumentos para defender su iniciativa que los que le han dado los propios marroquíes en un vídeo que desde hace días circula con gran éxito por internet.
Rabat mantiene que sus reformas le ponen al abrigo de las revueltas
Sus palabras desmontan la idea de la llamada 'excepción marroquí' que defiende el régimen. La ficción que quiere hacer de Marruecos un régimen en transición, cuyas supuestas reformas en materia política y social le ponen a salvo de una revolución similar a las que han acabado con las dictaduras de Túnez y Egipto.
Sin embargo, los argumentos de los ciudadanos de a pie del vídeo trazan un mapa preciso de la exclusión y de la injusticia que la gran mayoría de los habitantes del país sufre; de las consecuencias de un régimen que ha consagrado el poder absoluto del rey, la corrupción y la hogra bajo la mirada complaciente de la Unión Europea y de gobiernos como el francés y el español.
¿Se puede hablar de democracia en un país en el que el monarca controla el poder Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial? ¿Se puede hablar de justicia en un país en el que se cubren de mármol las aceras del Maârif, la zona comercial de lujo de Casablanca, mientras muchos marroquíes se alimentan de pan, té y aceitunas? ¿Existe una 'excepción marroquí'?
'No creo que exista una excepción marroquí', dice el economista Akesbi
La respuesta para Najib Akesbi, un economista que milita en las filas del Partido Socialista Unificado, una de las pequeñas formaciones de la extrema izquierda que apoya la protesta, está más que clara: 'No creo que exista una excepción marroquí. Bien es cierto que cada país tiene sus particularidades, pero Marruecos, Túnez, Argelia y Libia comparten problemas de fondo comunes'.
La primera de las cuestiones que cita Akesbi es la de una juventud sin futuro, 'desesperada y sin perspectivas'; el segundo lastre es el de una economía que, pese a mantener 'unas buenas tasas de crecimiento' [en los últimos diez años, Marruecos ha registrado una media de más del 5% de crecimiento], sigue produciendo desigualdad y la tercera es 'un sistema autocrático, corrupto y que no permite la libertad de expresión'.
La consecuencia de estas tres lacras es un sistema que 'acentúa la injusticia social' y en el que la corrupción es 'endémica, extendida y grave', deplora Akesbi, que cita el último informe de la organización Transparencia Internacional. 'La necesidad de cambio es, en todos estos países, la misma. Ahora bien, nosotros no tenemos problemas con la persona [el rey], sino con el sistema: nuestro fin es lograr una monarquía parlamentaria', concluye .
En el otro extremo del arco político marroquí, Mohamed Salmi, responsable del Círculo Político del movimiento islamista Justicia y Espiritualidad, comparte la denuncia de un régimen que, asegura, practica 'la opresión, las desapariciones forzosas y la tortura' y que además 'sume a muchos marroquíes en una miseria que supera los límites de lo soportable'.
El movimiento islamista, ilegal pero tolerado, también ha dado su apoyo a las manifestaciones, aunque sólo las juventudes de la organización han llamado de forma explícita a sus miembros a participar en ellas. Sus líderes se muestran prudentes, pues saben que el régimen marroquí teme su enorme poder de convocatoria.
Salmi no confirma una participación masiva de sus miembros (se cree que pueden ser 200.000 en todo el país) en las protestas: 'Estamos a la espera de ver si hay una participación masiva de las otras fuerzas políticas; las expectativas de nuestro pueblo son las nuestras'.
El responsable del Círculo Político de Justicia y Espiritualidad resume luego estas expectativas en una palabra: 'Democracia'. Una democracia que debe empezar por 'la anulación de la Carta Magna para luego aprobar una Constitución digna de ese nombre y que el pueblo elija a sus representantes'.
Los marroquíes están expectantes ante la reacción que el régimen tendrá hoy. El popular bloguero Larbi, autor de la bitácora Como una botella arrojada al mar, lo resume así: '[Las manifestaciónes] serán un formidable examen para las autoridades; si pisotean el derecho a manifestarse pacíficamente; si atacan a los manifestantes, nosotros haremos de ellos nuestros héroes'.
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