La comunidad científica parece empeñada en combatir con datos la tibieza de los líderes políticos mundiales de cara a la inminente cumbre sobre cambio climático de Copenhague. El último paso ha sido colocar casi medio millón de muertos sobre la mesa en la que se negociará el próximo protocolo de reducción de gases de efecto invernadero. Según un nuevo estudio hecho público hoy, el calentamiento global aumentará un 54% el número de conflictos armados en el África subsahariana de aquí a 2030, con un balance de 393.000 muertos en combate adicionales.
El trabajo ha analizado los datos históricos del periodo 1981-2002 y ha descubierto que, en los años más calurosos, el riesgo de conflictos armados es mayor. En algunos casos, un incremento de un grado en la temperatura media provocó un aumento del 50% en el número de conflictos. Los investigadores no creen que estos chocantes resultados sean casualidad, sino que ven una relación causa-efecto entre la subida de la temperatura y la belicosidad en el África negra.
Los agricultores se unen a las rebeliones si hay malas cosechas
En un tema con tantas aristas como la inestabilidad política del continente africano, vincularla sólo a la temperatura parece similar a predecir quién ganará las elecciones presidenciales en EEUU en función de los resultados deportivos. Según la estadística, si el equipo de fútbol americano Washington Redskins gana su último encuentro en casa antes de las elecciones, el partido en el Gobierno permanecerá en el poder. Hay una correlación innegable, pero parece imposible establecer una relación de causalidad entre la quiniela deportiva y el inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, el nuevo estudio es diferente. Detrás de la vinculación entre temperatura y guerra está un grupo de investigadores procedentes de las universidades más prestigiosas de EEUU: Harvard, Stanford, Nueva York y Berkeley. Y su hallazgo se publica hoy en la revista PNAS.
'Creemos que el efecto es causal por dos razones: hay un mecanismo evidente que vincula el clima y los conflictos, y además hemos intentado descartar otros factores que podrían influir en el surgimiento de guerras civiles, como los cambios de gobierno o del producto interior bruto de un país', explica a Público el autor principal del estudio, Marshall Burke.
El 'mecanismo evidente' que menciona este profesor de la Universidad de California en Berkeley es la producción agrícola. Las cosechas en África son extremadamente sensibles a cambios mínimos en las temperaturas y en buena parte del continente el 90% de la población trabaja en la agricultura. 'La subida de la temperatura provoca que los ingresos de los campesinos sean mucho más bajos y esto es un incentivo para que la población rural se una a las rebeliones', explica Burke. Este fenómeno habría ocurrido durante las décadas de 1980 y 1990, según los autores, en varios países del Sahel, como Níger y Sudán, y en Sierra Leona y en el Cuerno de África (Somalia, Yibuti, Eritrea y Etiopía).
Este fenómeno ha ocurrido en Níger, Sierra Leona y el Cuerno de África
Tras descubrir esta robusta conexión entre guerras y temperatura en el pasado, los investigadores utilizaron las proyecciones climáticas para predecir la futura incidencia de guerras civiles en el África subsahariana. El resultado es un 54% más de conflictos y 393.000 muertos adicionales en las guerras civiles espoleadas por el calor que se desencadenarán hasta 2030.
La principal fuente de los datos históricos empleados en el estudio es la Unidad de Investigación del Clima de la Universidad de East Anglia (Reino Unido), acusada este fin de semana de manipular sus datos después de que un ciberdelincuente anónimo pirateara el servidor de este centro británico y colgara información supuestamente reveladora en la web. Precisamente, otro estudio publicado ayer elaborado también por la Universidad de East Anglia, WWF y la empresa aseguradora Allianz sostiene que el derretimiento de Groenlandia y de la capa de hielo occidental de la Antártida podría conducir a una subida del nivel del mar de hasta medio metro en 2050. A juicio de los autores, esto incrementaría en unos 18 billones de euros 'el valor de los bienes expuestos [en riesgo]' en las 136 principales ciudades portuarias del planeta.
Para Burke, no hay sombra de duda. 'Sus archivos históricos se utilizan en todo el mundo y proceden de estaciones meteorológicas cuyos datos están disponibles para cualquiera; no hay razón para desconfiar de su validez', aduce el científico.
'Es necesario desarrollar variedades agrícolas mejor adaptadas a la temperatura'
El estudio sugiere una 'necesidad urgente' de reformar las políticas de los gobiernos africanos y los principales donantes de ayuda extranjeros para enfrentarse a las temperaturas crecientes. Otro de los autores del trabajo, Shanker Satyanath, de la Universidad de Nueva York, detalla posibles estrategias: 'Es necesario desarrollar variedades agrícolas mejor adaptadas a la temperatura, y facilitar a los agricultores el conocimiento y los incentivos para que las planten', propone. 'Si la agricultura africana puede sobrevivir al calentamiento global, las poblaciones rurales podrán mantener su sustento en los próximos decenios y se minimizará el incentivo económico para adherirse a las rebeliones', opina este politólogo.
Además, los autores hacen un llamamiento al Gobierno de Barack Obama para que financie un programa de seguros agrarios en los países africanos, siguiendo un modelo exitoso aplicado en Bostwana. 'Esta ayuda puede frenar los conflictos armados en el continente antes de que surjan', advierte Satyanath.
El cambio climático afectará a los pueblos indígenas en todo el mundo, desde el Ártico a la selva amazónica. Pero, según denunció ayer en un informe la ONG Survival, las medidas para detener estos impactos pueden ser “tan devastadoras” para estas comunidades como el propio calentamiento global. El documento, titulado La verdad más incómoda de todas, asegura que la plantación masiva de cultivos para elaborar biocombustibles, la construcción de presas para obtener energía hidroeléctrica y el mercado de emisiones de CO2 facilita que los gobiernos y las empresas “reclamen, exploten y, en algunos casos, destruyan” las tierras de los pueblos indígenas. La ONG pone como ejemplo a los ogiek, un pueblo de la selva Mau de Kenia al que el Gobierno quiere expulsar para salvar el bosque, amenazado por el calentamiento, según el Ejecutivo keniano.
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