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Miguel Mora (Madrid, 1964) brindó algunas de las mejores crónicas de la política italiana desde la corresponsalía de El País en Roma. Antes había estado en Lisboa y después, en París, donde cumplió veinte años en el diario madrileño. Sus pasiones son el Atlético, el flamenco y el periodismo, de las que ha destilado una epopeya colchonera, El año de nuestras vidas, una reivindicación del cante jondo, La voz de los flamencos, y un medio digital que pretende rescatar las esencias de la prensa reposada, ctxt.es. Léase contexto, precisamente lo que quiere aportar al aluvión informativo.
Nueve años después ha vuelto a Madrid. ¿Qué ciudad dejó y cuál se ha encontrado?
Me fui de un Madrid tolerante y bastante próspero y me encontré un Madrid deprimido, pobretón y triste, con la cultura hecha cisco y la prensa devastada. Me perdí el hundimiento, porque ese tiempo lo viví como corresponsal. Tras el pinchazo de la burbuja, España ha retrocedido a los años sesenta, no sólo económica sino también ideológicamente, porque ha habido una regresión y un giro a la derecha social, de las élites y de los medios. El periódico que nos ha dado de mamar, por ejemplo, se ha convertido en un medio conservador y sin rumbo, un viraje que resulta simbólico. Es muy doloroso observar cómo mi país y mi diario se hunden al mismo tiempo.
¿Ha visto las dentelladas de la crisis en otros países europeos?
En Italia se produjo el fenómeno contrario. Ha llegado un Berlusconi de la izquierda que ha tomado el poder y hecho las reformas que Il Cavaliere, como era muy listo, nunca quiso hacer. Es un centroizquierda muy de derechas, porque Matteo Renzi es un democristiano. La crisis también ha sido pavorosa, pero los salarios italianos eran más bajos que en España, quizás porque una parte es en negro. Aquí ha habido un shock con el recorte salarial brutal. Y en Francia la crisis es un chiste. La economía está estancada, pero tiene un estado de bienestar que ya lo quisiéramos nosotros. Si hubiera habido una crisis similar y un Gobierno que quitase el Ministerio de Cultura como aquí, habría otra revolución. En Francia, con el estado de bienestar y con la cultura no se juega…
Usted tuvo sus encontronazos con Berlusconi, un ser singular, torrente de noticias, difícil de encontrar en otro país. ¿Se le ocurre un mandatario más jugoso?
No. Es el más gracioso y agradecido para los periodistas. Marine Le Pen da juego, pero no tiene ninguna gracia. Berlusconi fue un profesional de la política magnífico, no habrá un populista mejor que él en mucho tiempo. Esperanza Aguirre se le parece un poco, en el sentido de que es una populista genial que no da puntada sin hilo. Cuando me dieron el Premio Francisco Cerecedo, se lo agradecí a Berlusconi, porque el 50% se lo debía a él.
En Italia también le concedieron el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero.
Curiosamente, no se había profundizado mucho en su faceta de utilizar el Estado en beneficio propio. Me parecía fascinante que llevara a las prostitutas a la residencia de Estado y que usara el avión oficial para trasladarlas a Cerdeña. Es de república bananera, pero los periodistas extranjeros lo consideraban parte del paisaje. En Italia todo es tan salvaje que, cuando llevas un tiempo, nada te escandaliza. Era impresionante ver cómo el Día de la República las fuerzas vivas llevaban a su hijas jóvenes al Palacio del Quirinal para que Berlusconi les echara un vistazo, como si fueran vestales. Daba un juego espectacular, era una novela diaria.
Si a él le suma el Vaticano, la mafia y el laboratorio político que es la propia Italia, tal vez Roma sea la corresponsalía europea más lucida, ¿no?
No hay un país igual que Italia para ser periodista. En Washington te matas a trabajar y la diferencia horaria es un coñazo. Francia es un elefante que se mueve poco y despacio, con un Sarkozy que era una mala copia del Cavaliere. En Italia, la alianza del Vaticano con Berlusconi era irresistible. Como también era inconcebible que en la Santa Sede hubiese delincuentes que trincaban negocios del Estado y vivían de las regalías de Gianni Letta, número dos de Berlusconi y sucesor de Andreotti. Ahora hay una resistencia muy grande a que el Banco Vaticano deje de ser un paraíso fiscal, como quiere el papa Francisco. Porque, al menos desde la posguerra, ha sido el sistema de evasión fiscal italiano. Un negocio que llevaba Andreotti personalmente, donde se lavaba el dinero de la mafia. La alianza mafia-Iglesia-Berlusconi es imbatible, porque además el Vaticano es la gran multinacional con dos mil años de antigüedad, el mejor negocio de la historia de la humanidad.
¿Cree que en Francisco hay forma pero también fondo?
Sí. Es un jesuita a la antigua usanza que tiene valores, que cree en lo que dice y que quiere cambiarlo. Veremos a ver si le dejan. Todo eso está contado en El Padrino. Puede ser que se lo carguen, pero de momento no lo han hecho [risas].
Si Roma es la corresponsalía más lucida, ¿cuál sería la más lúcida?
No he vivido en Bruselas, pero es muy dura, porque hace peor tiempo que en París y encima curras como una fiera. Frente a ese trabajo burocrático, Francia e Italia son más agradecidas porque te mueves más. Lisboa es una corresponsalía fascinante, porque te la tienes que inventar, pues no genera noticias. Lo cual es estimulante, ya que te permite viajar y conocer muy bien el país.
¿Cómo se afrontan hoy esos gastos?
El corresponsal es una especie en extinción, que se muere por dos motivos. Uno, porque es muy caro. Y dos, porque el uso que le dan los periódicos para internet es contrario al espíritu de la corresponsalía. En vez de estar en la calle hablando con gente, lo obligan estar en la mesa haciendo refritos de agencias.
Roma es golosa, aunque también tiene sus dificultades. Por ejemplo, no caer en el tópico ni en lo superficial, porque la actualidad resulta muy caricaturizable.
Enric González lo hizo muy bien, pero el que mejor cuenta Italia es Íñigo Domínguez. Y lo hace con un punto de distancia y de cinismo muy italiano, consciente de que lo que escribe a los nativos les parece más o menos normal. Él siempre decía que no había que ver el país con los ojos de España.
Aunque el español tampoco puede presumir: Berlusconi bien podría ser un cruce de Jesús Gil y Mario Conde.
En las formas, sí, pero el propio Rajoy es un gran Berlusconi. Éste nunca tuvo oposición ni dentro ni fuera de su partido, mientras que el líder del PP (o Soraya Sáenz de Santamaría) controla el 90% de los medios de comunicación, más que Il Cavaliere en su día. Además, ha eliminado a toda su oposición, acumulando el poder y una máquina de corrupción en la que todos a su alrededor están imputados excepto él. Todo muy berlusconiano.
¿Le parece un buen político?
Es un político de primera. Nefasto para el país, como Berlusconi, pero genial en lo suyo: acumular poder y rodearse de gente que le sirve, con El Mundo, El País, La Razón, ABC, Vocento, TVE y Telemadrid a su servicio.
A usted le quedaba un año en París cuando lo llaman a consultas.
Me llaman para decirme que no cuentan conmigo, aunque no me lo comunican así sino con un lenguaje de consultora americana: “Vamos a buscar lo mejor para ti”. En realidad, querían que me fuera.
Entre escribir obituarios (gran género, por cierto) y dejar el periódico, eligió irse.
[Risas] Me dejaron claro que me iban a arrinconar y preferí negociar el despido.
Al menos ahora tiene más cerca al Atleti.
Claro, aunque antes también me movía para ver los partidos: Milán, Londres, Madrid... De hecho, empecé a escribir El año de nuestras vidas (Ediciones B) cuando aún no había dejado París.
Papá, ¿por qué somos del Atleti?
Lo que es absurdo es no serlo: ¿de quién vas a ser? ¿Del Real Madrid, que si no ganan se llevan un disgusto horroroso y que se quitan la camiseta cuando meten un penalti y van ganando 4-1? Eso no es un equipo, es un burdel con ventanas a la calle [risas].
Está en contra del duopolio Madrid-Barça. ¿También del bipartidismo PP-PSOE?
Sí. Son paralelos y cuando uno se extinga se va a extinguir el otro.
¿Vislumbra un Congreso atomizado a la italiana?
Vamos a vivir una Little Italy. Eso es malo, porque en España no sabemos pactar. Manca finezza...
Curioso, ahora que Italia tiende hacia lo contrario: dos partidos únicos.
No es un bipartidismo perfecto, porque Beppe Grillo todavía tiene un 30%. En eso, el laboratorio italiano siempre se adelanta y lo que va a pasar en España ya pasó antes allí.
¿Quién es el Grillo español?
No existe. Tenemos la suerte o la desgracia de que aquí son menos graciosos. Grillo tiene un punto muy xenófobo, pero el discurso de “todos a casa” y de la casta es el mismo de Podemos, aunque estos tienen mejor criterio. Además, son gente de izquierdas, aunque no lo digan, pero no tan de izquierdas como quieren hacernos creer. La ventaja respecto a Italia es que no son unos payasos. Grillo empezó con una estrategia de democracia directa y de participación, pero la ha ido demoliendo hasta quedar reducido a la irrelevancia. Además, allí ha desaparecido la derecha, porque sin Berlusconi no hay derecha. La democracia cristiana ha venido a tomar el poder que había perdido en 1993.
Por la vía de la izquierda…
Claro, los catocomunistas, porque la Democracia Cristiana y el Partido Comunista eran siameses. Y la primera ha vuelto a través de Matteo Renzi, que es un democristiano, como lo son Mario Monti y Enrico Letta. Por cierto, los tres llegaron al poder sin haber sido elegidos en las urnas.
Hay más precedentes de democristianos al frente del centroizquierda, como Francesco Rutelli.
Y recientemente han elegido a Sergio Mattarella como presidente de la República. Vaticalia, como titulé mi blog, es eso: en Italia se hace lo que diga el Vaticano. Berlusconi pudo medrar porque la Iglesia lo permitió.
Vuelve a Madrid, funda ctxt.es y no duda en fichar a un colchonero de pro: Juan Tallón.
Fue lo primero que pensé. Lo escuché un día en la radio y me gustó mucho. Si montas un medio, tienes que encontrar nuevas voces. La idea era tener una buena sección de firmas atractivas y diferentes, porque hay que renovar a los opinadores españoles, una generación que se ha gastado. Por eso contamos con Raquel Garzón, José Luis Cuerda o Bárbara Celis, que anteriormente no habían escrito columnas.
¿Buscan ser una panadería a la antigua usanza en tiempos de hogazas precocinadas y congeladas?
Hay que recuperar los buenos usos del oficio. En este negocio está todo inventado: se trata de salir a la calle, ver lo que pasa y contarlo. No tiene sentido escribir un perfil de Sarkozy desde Madrid.
En la balanza, tanto pesa la sección de Deportes como la de Cultura.
Es un medio de lectura reposada que ofrece análisis y reportajes, no última hora, refritos de agencia ni copia y pega, por lo que no era lógico volcarse en una gran sección de Política, en la que manda la urgencia y la actualidad. Nuestra aportación es mayor en Internacional, donde más falta hace, con información de primera mano y sobre el terreno. En Cultura damos espacio a los nuevos creadores y en Deportes solventamos la carencia de buena escritura, pese a que es uno de los géneros más nobles del periodismo.
Por cierto, ¿de dónde viene su afición por el flamenco?
De pequeño, mi padre escuchaba discos en casa y me aficioné. Tras ver en directo a Camarón y Morente, entrevisté al Beni de Cádiz y, cuando empecé a conocerlos, ya me enamoré para siempre. Los flamencos son gente espectacular, genios de la vida. Fueron de los pocos en este país que habían salido al extranjero durante el franquismo y viajado por ahí: Japón, Australia, Estados Unidos... Tenían más mundo que casi todo el resto de los españoles.
Como marineros jondos...
Chano Lobato siempre contaba esto: “Tomamos las doce uvas en Los Ángeles y luego nos fuimos a Hawái y otra vez las doce uvas”. Era gente con una gramática vital, con una sabiduría… ¡Lo habían visto todo! Eso me deslumbró, porque en España no había gente así. Totalmente apasionado, acabé escribiendo un libro de entrevistas y dándoles la voz, que había sido silenciada, marginada y censurada por la cultura oficial.
Porque también ha habido un flamenco protesta.
Claro. Manuel Gerena y Enrique Morente, en los años sesenta y setenta, eran cantaores protesta. Aunque no se dice, Morente publicó el disco dedicado a Miguel Hernández... ¡antes que Serrat!
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Comentarios
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