Era el mes de abril y ella lo perdió. También sus nervios. Tenía 27 años, un visible embarazo y pasaporte polaco. Inquieta, no podía disimular su preocupación ante la policía de la frontera de Ceuta, que decidió a voleo hacerla examinar por un ATS: bajo sus ropas, ocultaba una prótesis hueca de latex, con dos kilos de hachís distribuido en doscientas bellotas. Tampoco resulta habitual que una señora de 74 años de edad transportara cuatro kilos de esa misma droga, distribuidos en 362 bellotas y adosados al cuerpo, cuando volvía de Tánger a Tarifa, el pasado mes de julio.
'La crisis está provocando que volvamos a 'bajar al moro'', afirma un veterano camello de Algeciras, que había rehecho su vida pero que ha vuelto a estas prácticas, habituales durante los años 70 y 80, relegadas hasta ahora al anecdotario o a la memoria de la transición. Era la ruta alternativa al camino de Katmandú, como en aquella vieja obra de teatro de José Luis Alonso de Santos que Fernando Colomo llevara al cine en 1989. 'Ya no tengo ni la ayuda social, no entra ni un duro en mi casa, ¿qué quieres que haga?'.
'Yo, a lo mío. Lo preciso para tirar para adelante. Y si me trincan, al menos comeré caliente'
El ya fue culero en aquellos años pero después encontró un curro en la construcción, pero lo perdió al desinflarse la burbuja inmobiliaria: 'En el pasado, ya visité el chabolo. Era la cárcel antigua, la de la Piñera. Si me pillan ahora, supongo que me meterán en la de Botafuego, que es más moderna. Lo de la droga es un riesgo. Tampoco me voy a poner a trapichear con toneladas, porque además no tengo con qué apalabrarla y no quiero convertirme en uno de esos que se quedan con la droga ajena y luego vienen a cortarte el dedo del pie para que cantes donde la has guardado. Yo, a lo mío. Lo preciso para tirar para adelante. Y si me trincan, al menos comeré caliente'.
Los sociólogos suelen llamarle a dicha actitud 'moral de frontera' y prima desde antiguo en las costas de Cádiz, desde el Campo de Gibraltar, a Barbate o Sanlúcar, en ciudades castigadas por el paro: 'Todavía recuerdo la primera vez que un alumno me preguntó cuánto cobraba y cuándo se lo dije, se echó a reir y me saltó con que su padre era gayumbero y sacaba eso descargando tabaco en una noche', rememora Jorge Cobo, profesor de EGB.
Ahora, sin embargo, ese fenómeno se extiende al resto del Estado e incluso a otros países de la Unión Europea: 'Según los datos de la Guardia Civil, este año se van a batir todos los récords de incautaciones y de detenidos --afirma Francisco Mena, de la coordinadora contra la droga Alternativas--. En lo que va de año, prácticamente han sido detenidas la mismas personas que en todo el año pasado y todavía faltan cuatro meses para que termine este. ¿Qué quiere decir esto? Que hay más gente dispuesta a traficar con droga, por lo tanto también a precios más baratos y a veces sin experiencia. Se paga menos por alijar en las costas, por transportar los cargamentos, por guardarlos en casas fuera de sospecha. La crisis es caldo de cultivo para buscarse la vida como sea. Esa es la realidad. Hay más gente dispuesta a hacerlo y lo está haciendo. Se está deteniendo mucha gente bajando al moro. Eso desapareció y ahora vuelve a ocurrir, a través principalmente de los puertos de Algeciras y Tarifa. Ahí está otra vez lo que en Colombia llaman las mulas y aquí llamamos vagineras y culeros'.
'Ya no tengo ni la ayuda social, no entra ni un duro en mi casa, ¿qué quieres que haga?'
Mena todavía recuerda como, hace unos meses, la Guardia Civil de Algeciras empezó a sospechar de la frecuente y alta presencia de embarazadas que viajaban en el último barco de Tánger, justo el que llegaba a esta orilla del Estrecho cuando cambiaba el turno de los ATS y no había nadie que pudiera legalmente examinarlas: 'Las embarazadas no pueden pasar por los rayos X que se utilizan para averiguar si la gente lleva droga en el interior de sus cuerpos. Así que las dejaban pasar. Si venían cien pasajeros, cuarenta eran mujeres preñadas. Un día, la Guardia Civil decide llevarlas a todas en un furgón al Hospital Punta Europa para que las examinasen allí. Así que empezaron a llamar por sus móviles a sus novios, a sus amigos o a sus contactos. Lo cierto es que cuando llegaron al centro sanitario, había casi una manifestación en la puerta de urgencias. Se monta una rebullasca de forcejeo, en la que se sacaban las pelotas de hachís y rodaban por el suelo del hospital. Resulta algo anecdótico, pero también tragicómico. Por eso, solemos insistir en que este asunto no se resuelve con medidas exclusivamente policiales, hay que fomentar el empleo y la inclusión social, para que gente normal y corriente no acabe metida en redes de las que difícilmente se puede salir'
A juicio de Mena, hay una diferencia entre aquel bajarse al moro de los jipis y lo que ocurre hoy: 'Ahora bajan muchos portugueses, británicos, rumanos y de países del Este, que además son contratados. Les cargan con un kilo o con medio, a cambio apenas de cuatrocientos euros como salario'.
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