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MADRID.- En menos de una semana, lo que empezó siendo un pequeño grupo de tiendas de campaña se ha convertido en un extenso campamento que cada día va ganando forma y terreno. Es el centro neurálgico del movimiento 15-M, un espacio donde propuestas y debates son permanentes, un lugar de resistencia pacífica que ejerce de símbolo a decenas de ciudades españolas y también a capitales europeas como Londres, Bruselas, París, o Roma. Ayer ya tenía reflejo al otro lado del Atlántico, en México, Ecuador y Costa Rica.
La plaza entera está ya cubierta de pancartas de todos los colores y tamaños. Cualquier folio o cartón sirve como soporte improvisado para que cualquiera escriba su propuesta, su lema, su pensamiento. "Madrid será la tumba del neoliberalismo. ¡No pasarán!" Una gran pancarta colgada en uno de los flancos de la Puerta del Sol actualiza el viejo lema republicano. Esta vez, los mercados y los grandes poderes económicos son el enemigo al que impedir el paso.
Una pancarta avisa: "Madrid será la tumba del neoliberalismo. ¡No pasarán!"
La vitalidad de las personas acampadas no ha cedido un milímetro al conocer las decisiones de la Junta Electoral Central, ni de la Junta Electoral de Madrid. Todos dan por hecho que el movimiento sigue adelante y que su pacifismo es el motor que los impulsa. Los portavoces de la acampada aclaran que nunca existió una convocatoria de manifestación para hoy, jornada de reflexión antes de las elecciones. Lo que sí confirman es que "continuará el ejercicio de reflexión colectiva" entre todas las personas que acudan espontáneamente. También seguirá adelante el día a día del campamento.
"No se pedirá en ningún momento el voto para partido político alguno y mucho menos se tratará de influir en la decisión individual de cada persona, ni interferir en el derecho que tienen los ciudadanos y ciudadanas a ejercer el voto, no afectando así a la campaña electoral", explican en un comunicado.
Por toda la plaza circulaban ayer folletos para que la violencia no aflore en ningún momento. Ante una eventual carga policial, recomendaban una resistencia pasiva y, en ningún caso, devolver los golpes. Pero también apelaban a no hablar con gestos ostentosos, respetar las opiniones de los otros y no beber alcohol para mantenerse "al 100%".
"Grito mudo" a medianoche
Además, como ejercicio de protesta ante las decisiones de las juntas electorales, los acampados invitaron anoche a representar un "grito mudo" cinco minutos antes de la medianoche. Como en días anteriores, aunque desde más temprano, miles de personas abarrotaron la Puerta del Sol y sus alrededores. Muchas llevaban consigo cinta adhesiva que pusieron sobre sus bocas hasta poco después de la medianoche, cuando arrancaron sus esparadrapos y lanzaron al cielo un grito. "La voz del pueblo no es ilegal", fue más que nunca la consigna más aclamada.
Durante todo el día, el campamento, que se consolida a cada hora que pasa, fue un hervidero de gente que creció conforme pasaban las horas. Ya cuentan, por ejemplo, con otra zona de alimentación, que establece horarios para cada comida; con paneles solares y con un servicio de guardería para que los padres y madres que acuden con sus hijos puedan liberarse un rato. No sólo eso: algunos se han acercado al campamento a ofrecer sus furgonetas y coches, también taxistas que se ponen a disposición para hacer carreras gratis. Los voluntarios se cuentan por centenares.
"Chicos, ¿habéis firmado ya?", pregunta Marcela Molina, jubilada de 73 años, a unos chavales. Desde el jueves, Marcela ayuda con la recogida de firmas para apoyar al campamento. "Si decíamos que la gente estaba quieta y no hacía nada y ahora se da este paso, hay que apoyarles; mi lucha es la de ellos; yo nací en guerra, corrí mucho delante de los grises", recuerda. Marcela seguirá acudiendo a Sol desde su barrio, Entrevías, cada día.
Muy cerca de ella se celebra la asamblea de la mañana. Los asistentes aumentan cada día, hasta el punto de que sentarse o conseguir escuchar algo se hace difícil, a pesar de la ayuda del megáfono. En el otro extremo del campamento, varios voluntarios martillean tablas y palés. "Estamos haciendo un pequeño almacén para que la gente de la organización deje las mochilas", explican. En el taller de artes gráficas preparan la cartelería para identificar cada servicio. "Hacemos también carteles de buen rollo para repartirlos, ¡todo el campamento está lleno!", explica entusiasmada Cristina, la encargada del taller. "Eres un sol", escriben en una cartulina. En otras recomiendan descanso a la gente: "Descansa y organízate, tu fatiga les beneficia".
A la hora de la comida, una cola bien organizada recorre el campamento. La cocina ya cuenta con un paellero a gas en el que hoy han preparado una enorme fabada. Hay también macarrones, ensalada de garbanzos, pizzas, bocadillos... "Quédate a comer", piden a los curiosos que se acercan. Algunos voluntarios vigilan que nadie abuse de las raciones. Apenas tienen sitio ya para almacenar todas las donaciones de comida.
La importancia del 23-M
"La fecha decisiva es el 23-M, no el 22-M", asegura Pablo Gómez, de 33 años, que lleva desde la primera noche en el campamento. El día después de las elecciones será clave para conocer el rumbo del movimiento. Algunos ya preparan para entonces nuevas infraestructuras, como pequeños huertos o cocinas solares. A Pablo le cuesta asimilar todo lo que ha sucedido en menos de una semana. "Creo que no soy consciente de la magnitud, esto es sobrecogedor y casi que intento no pensarlo mucho, imagino que lo asimilaré a posteriori", dice.
Como representante de la acampada, Pablo acudió hace un par de días a un videochat en un gran grupo de comunicación. Se recibieron más de 8.000 preguntas, un récord, tanto que el servidor no dio de sí y se colapsó. Este biólogo en paro sólo ha pasado una vez por casa desde que el domingo acudió a la manifestación que lo desencadenó todo. "Nadie sabe qué va a pasar, todo es sorprendente, pero creo que esto se va a seguir llenando y que a la gente no le va a importar las prohibiciones", dice Pablo, que no comparte en absoluto las decisiones de las juntas electorales.
El collage de lemas y propuestas inunda el campamento, están por todas partes. "Quiero una tasa Tobin", dice una cartulina. "El cambio empieza por uno mismo", reza otra pancarta. En otra se dibuja una frase de la anarquista y feminista Emma Goldman: "Si no puedo bailar, esta no es mi revolución". Y mientras, una chica grita a la multitud: "Buenos días, Sol, esto es maravilloso".
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