Como si supiera que 65 años después alguien en nombre de la memoria histórica iba a desenterrarlos, el capellán de la prisión de San Cristobal en Pamplona, José María Pascual, enterró a cada uno de los 131 presos republicanos junto con sus datos personales encerrados en una botella. Probablemente pensó que la exhumación llegaría antes porque su método no ha permitido conservar todos los mensajes encapsulados. Tan sólo algunos papeles conservan datos como el de la botella de Ceregumil junto al esqueleto del marinero vasco Andrés Gangoiti, en el que se lee que murió por un 'paro cardiaco' producto de la 'tuberculosis' el '5 de agosto de 1944'. El equipo de la sociedad científica Aranzadi se encargará a partir de ahora de comparar su ADN con el de sus descendientes.
El fuerte de San Cristobal domina la ciudad de Pamplona desde el monte Ezcaba. La excavada fortaleza creada en el siglo XIX para las guerras carlistas nunca llegó a tener un uso defensivo. En 1934, se estrenó como cárcel para los represaliados de la Revolución de Asturias y no cesó en esa actividad hasta 1945. Los golpistas de 1936 llegaron a acumular 4.900 presos entre sus muros. Desde 1942, fue convertido en hospital penitenciario donde la tuberculosis cumplió a la perfección una función exterminadora. Ningunos de los hombres sacados a la luz por los arqueólogos de Aranzadi fue fusilado. 'Murió uno de cada cinco presos que pasó por aquí. Es un auténtico campo de exterminio', opina el miembro de la Asociación de Fusilados de Navarra, Joseba Eceolaza. 'Los calabozos eran subterráneos, llovía con frecuencia, dormían sobre el agua. Es decir, el tratamiento perfecto para la tuberculosis', ironiza.
'El obispado tuvo seis años la documentación sin avisar a las familias', denuncia una asociación
Las botellas de Ceregumil o Digestonico protegen el mensaje con lo necesario para identificar al muerto. Nombre, profesión, fecha y causa de muerte y origen. A diferencia de otros represaliados, estos presos fueron enterrados en un féretro de pino, boca arriba e incluso se les añadió una medalla de la Virgen de las Angustias. Los investigadores de la Asociación Txinparta creen que los papeles encerrados son copias de documentos custodiados en algún archivo militar. 'Días después de que anunciáramos en 2008 a la prensa que íbamos a exhumar los restos de este cementerio, el arzobispado de Pamplona facilitó a un diario conservador los datos que disponía. ¡Habían estado 60 años con esa documentación en su poder sin avisar a las familias!', denuncia Eceolaza.
Las asociaciones han conseguido contactar con 44 familiares de los 131 enterrados en el cementerio de las botellas. 'Analizaremos sólo los restos que creamos correspondan a las familias que reclaman los restos. Los demás los dejaremos localizados por si en un futuro aparecen más descendientes', explica a pie de cementerio el médico forense de Aranzadi, Francisco Etxeberria.
El análisis forense de las costillas revela rugosidades producidas por las dolencias pulmonares de los presos. 'Las condiciones de las celdas eran tremendas. Los presos supervivientes cuentan que se quitaban los piojos como si se tratara de una capa de crema sobre el cuerpo', explica Etxeberria.
'Si se comparasen, no se encontraría un sistema más justo y católico', reza una pared del penal
Los franquistas encerraron allí a campesinos, albañiles, pescadores... Todos sospechosos de rojos por su filiación sindical o política. Murieron alrededor de 750 en diferentes circunstancias. '200 fueron presos gubernativos navarros que llegaron tras un juicio y que fueron fusilados por los falangistas', explica Koldo Pla de Txinparta. Las condiciones mortíferas de la prisión provocaron un goteo de muertos que llegó a los 203 que fueron enterrados en 14 pueblos cercanos de las faldas del Ezcaba. Sus alcaldes se quejaron por que estaban colapsando los cementerios y ese fue el origen del cementerio de las botellas.
La matanza que inmortalizó el fuerte en la memoria de la represión es la practicada en la fuga del 22 de mayo de 1938. Un grupo de 795 presos organizó una huida con el objetivo de llegar a la frontera. Fue en vano. 207 murieron tiroteados en la montaña, 14 fusilados como cabecillas y el resto atrapados. Tan sólo tres tuvieron éxito. Cada año, la asociación Txinparta organiza un homenaje con los descendientes de los huidos que ahora viven en México.
'Si se visitasen los establecimientos penales de los distintos países y se comparasen sus sistemas y los nuestros, puedo aseguraros sin temor a equivocarme que no se encontraría régimen tan justo, católico y humano como el establecido desde nuestro movimiento'. Así reza una inscripción firmada por Franco en las paredes de la temible prisión cerrada en 1945.
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