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"El padrón es el primer paso a la integración"

Critican a los políticos por usarlos como arma electoral tras la polémica sobre el empadronamiento en Vic y Torrejón

J.S./FRANCISCO ARTACHO/GUSTAVO FRANCO

Encontrar inmigrantes dispuestos a hablar sobre la actualidad política no es fácil. 'Yo quiero un trabajo, no hablar de leyes y políticos', zanja un joven latinoamericano en el barrio de Lavapiés (Madrid). Pero no todos callan. Es el caso de Rasmia Zahran.

Palestina, de 21 años, Rasmia llegó a España en 2006, tras casarse con un joven español de origen palestino, con quien ya ha tenido un hijo. La pareja espera ahora su segundo bebé. 'Lo primero que hice nada más llegar a España, nada más volver de la luna de miel, fue empadronarme en el distrito de Chamberí', recuerda Rasmia, quien le concede a ese gesto una importancia decisiva. Por ello, las noticias referidas a lo ocurrido tanto en Vic (Barcelona) como en Torrejón de Ardoz (Madrid) le parecen especialmente preocupantes: 'Impedir a un inmigrante recién llegado que se empadrone es cortarle el camino a la integración, del que el padrón es el primer paso. Si no estás empadronado, no cuentas. Y si se lo niegan, se lo pondrían aún más difícil'.

Para Rasmia, no hay duda de que el bienestar de los extranjeros no es lo más importante cuando ciertos políticos se sirven de su circunstancia como arma arrojadiza: 'Sólo hablan de los inmigrantes como si fueran un problema para ganar elecciones'.

Khamisse Lomri podría tener la nacionalidad española, pero sigue siendo oficialmente sólo marroquí porque es algo a lo que no le da 'demasiada importancia'. El mismo viaje que hizo cuando tenía 12 años ahora tiene 22, ya lo había realizado en 1990 su madre, que vino a trabajar como empleada interna del hogar. Él tiene un contrato estable en la construcción y se define como una persona más.

'No hay ilegales, eso lo hacen los gobiernos', precisa. Tanto él como su madre vinieron a buscar 'algo mejor'. Y con semblante serio lanza una pregunta dirigida, sobre todo, a los políticos: '¿Acaso alguien se quedaría viendo cómo se muere?'. Pese a la polémica generada por el discurso del 'no caben todos', Khamisse discrepa y alega no haber sufrido discriminación. 'Cuando vienes a otro país, te tienes que adaptar; disfruto de la feria, de la Semana Santa... pero sin olvidar mis raíces marroquíes, nos integramos', explica.

Aunque es musulmán, confiesa que es poco practicante. 'Mis costumbres son españolas', añade. Venir no fue fácil. Tuvo que renunciar a sus estudios. El desconocimiento del idioma le dificultó su aprendizaje y llegó hasta 3º de ESO. La idea de retomarlos planea últimamente por su cabeza, ahora que habla perfectamente el español y tiene trabajo.

Ismad E. llevaba ya mucho tiempo viajando a España cuando decidió quedarse a vivir. Había visitado el país como turista, según él, hasta cuatro veces. Siempre volvía a Marruecos para proseguir con sus estudios, pero en 2004 se vino con su hermana y el título de bachiller bajo el brazo.

Este joven ha presentado hace poco su solicitud de regularización por segunda vez, porque en la primera oportunidad el compañero de piso con quien vivía le dio de baja en el padrón de Barcelona al mudarse. El año y medio que había estado registrado fue anulado, al no comunicar al ayuntamiento su cambio de domicilio. Así tuvo que esperar dos años más, el tiempo necesario que exige la ley para obtener la residencia por arraigo.

'Lo peor es cuando te deniegan los papeles, te sientes impotente', explica este marroquí de 26 años, que tiene la aspiración de estudiar idiomas algún día. 'Tienes que ir a Vic para empadronarte', le dijo en broma un cliente de la frutería donde trabaja. Fue antes de que el alcalde de esa localidad barcelonesa rectificara la iniciativa de impedir el acceso al registro de habitantes a los inmigrantes sin permiso de residencia. 'Pero yo no le hice caso, prefiero evitar esas conversaciones', afirma Ismad.

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