El PP carece de opciones creíbles de gobernar Andalucía pese a su progresivo avance, materializado el 7-J en un recorte al PSOE de 10 puntos (de 18 a 8) con respecto a las últimas europeas. A su todavía significativa desventaja con respecto a los socialistas en plena crisis y tras la desconcertante sustitución de Manuel Chaves por José Antonio Griñán se suma la falta de socios potenciales del PP tras el ocaso electoral del andalucismo.
El partido de Javier Arenas tendría casi imposible gobernar incluso si remontara los 8 puntos de desventaja en las autonómicas de 2011, porque sería superado por un más que probable pacto entre PSOE e IU.
El liderazgo de Arenas en el PP-A se apoya en su indudable avance electoral, particularmente acentuado en las provincias orientales de Málaga, Granada y Almería, y en toda la franja litoral. En las autonómicas de 2008 pasó de 37 a 47 diputados y recortó 9 puntos, quedándose a 10, aunque el PSOE mantuvo su mayoría absoluta. El 7-J ha supuesto una nueva ratificación de su ascenso en los principales núcleos de población. Ha ganado en 17 de los 27 municipios de más de 50.000 habitantes, entre ellos seis de las ocho capitales de provincia.
'Derrota triunfal', llaman los maliciosos a estos logros electorales. Ni siquiera Arenas ignora que tiene un grave déficit en el interior, sobre todo en Sevilla (a 19 puntos), Huelva (a 18) y Jaén (a 13). 'Ahí tenemos que echar el resto', afirma el líder del PP-A, cuyo mantra es: 'Nos faltan ocho parlamentarios para la mayoría absoluta'. En efecto, con 55 se auparía al Gobierno andaluz.
Pero, ¿es eso posible? 'La cita clave serán las municipales. Ahí podemos hacer mucho daño y crear ilusión', afirma un parlamentario del PP. Otro admite que, siendo realista, el vuelco sería casi un milagro, aunque no baja los brazos.
Con una participación del 70% media desde 2000, el PP necesitaría robar directamente de su cartera 300.000 votos al PSOE, alcanzando los 2 millones. La opción desfavorable al PSOE más creíble que manejan los partidos, una baja participación en 2011, prácticamente hace inviable la mayoría absoluta del PP. Y ahí se toparía con su falta de socios.
En el PSOE recuerdan, además, que los últimos recortes del PP parecen mayores porque se produce en relación a las autonómicas y las europeas de marzo y junio de 2004, respectivamente, cuando los socialistas volaban montados en la ola de entusiasmo creada por José Luis Rodríguez Zapatero.
Eran comicios en los que el PSOE superaba el 50% de los votos y marcaba distancias de 18 puntos con respecto al PP, cifras casi propias de los años dorados de los socialcristianos de la CSU, que dominan sin estrecheces la rica región alemana de Baviera desde hace más de cinco décadas.
'El PP tendría que moderar sus ataques al PSOE para permitir que los votantes socialistas desencantados puedan entrar a formar parte de su electorado', opina Braulio Gómez Fortes, investigador del Instituto de Estudios Sociales Andaluces del CSIC, que hace una definición de manual del techo de cristal con el que choca el PP una y otra vez: 'La transformación del campo andaluz con el PSOE hace muy difícil la entrada de un discurso alternativo que provenga de un partido conservador. En la memoria de muchos mayores pervive el recuerdo de la dictadura, las injusticias y el subdesarrollo. Así las lealtades y la identificación con el PSOE son muy difíciles de romper'.
El PSOE conoce y explota esta realidad sociodemográfica. Chaves solía responder a la acusación que más le irritaba la de haber convertido Andalucía en un 'régimen' clientelar describiendo en el Parlamento a Arenas como un 'señorito montado en su caballo', remitiendo a lo peor de la derecha cortijera. Y en el PP saben que estas alusiones como la utilización de la famosa fotografía de Arenas sentado en el hotel Palace con un limpiabotas a sus pies calan en la opinión pública y hacen daño, pese a considerarlas injustas a la luz de la trayectoria de Arenas, proveniente de UCD.
El liderazgo de Arenas en el PP andaluz, hoy día, es indiscutido. Los socialistas lo tienen por un político duro, astuto, correoso. ¿Pero es una amenaza electoral? El PSOE no lo teme demasiado, ni cree que la estrategia de presentarlo como 'lo nuevo' frente a 'lo viejo' (Griñán) tenga recorrido con un candidato que ha perdido ya tres veces.
'El que sí nos hubiera puesto más nerviosos es Manuel Pimentel [ex ministro de Trabajo], que tiene un perfil más centrista, que no espantaría a nuestro electorado y del que en su día se habló como posible candidato', admite un dirigente socialista.
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