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Sant Jordi, el día que los barceloneses reconquistan La Rambla a los turistas

Los libreros auguran una "buena diada" a pesar de ser un día laborable con un clima inestable, mientras que los floristas lamentan que las rosas queden relegadas a un segundo plano.

Varias personas miran libros en un puesto durante el día de Sant Jordi 2024, a 23 de abril de 2024, en Barcelona.
Varias personas miran libros en un puesto durante el día de Sant Jordi 2024, a 23 de abril de 2024, en Barcelona. Lorena Sopêna / Europa Press

Por primera vez desde la pandemia, la diada de Sant Jordi cae en un día laborable. Esto ha hecho que en las calles del centro de Barcelona se respirara de buena mañana un ambiente de cierta tranquilidad, con los paradistas a punto para iniciar una jornada intensa que se auguraba de récord.

Por fortuna, la capital catalana se ha levantado con los primeros rayos de sol, a la espera de ver si el cielo acabará oscureciéndose por la tarde o si, incluso, caerán algunas gotas. A las diez y media, el clima invitaba a pasear y a lucir piel con cierta medida, comprar rosas y libros antes de que la gente inunde las zonas peatonales.

Uno de los socios de la librería cooperativa La Carbonera, situada en el barrio del Poble-sec y con parada en La Rambla, Josep Pintat, explica a Públic que han empezado a las siete de la mañana, "con mucha alegría" y esperando que la gente "haga caso a los libreros y no solo a las grandes listas de ventas". En La Carbonera recomiendan "editoriales independientes, pequeñas y con discurso crítico", es decir, "con perspectiva feminista o antirracista", por ejemplo.

Pintat asegura que un Sant Jordi laborable causa "una caída de las ventas", y más teniendo en cuenta que el año pasado fue domingo e "hizo muy buen día", pero es lo que tiene "depender de un sistema que lo concentra todo en un mismo día". "A las librerías pequeñas nos hace temblar un poco", añade.

Concuerda con este argumento Núria Corral, directora de comunicación de Laie, una librería con dos paradas en Passeig de Gràcia, una en el CCCB y en el Hospital de Sant Pau. "En 2023 todavía veníamos de la sombra de la pandemia, la gente tenía ganas de disfrutar de este día. El anterior fue muy potente, pero este año esperamos que sea bueno. Por la mañana la gente no puede, a mediodía probarán de escaparse y por la tarde se llenará si el tiempo lo permite".

En esta línea, Iolanda Batallé, directora de la librería Ona, con paradas en Passeig de Gràcia y en el cruce de Pau Claris con Gran Via, explica que tenían dudas sobre el día de hoy, pero aun así es "un no parar". "A pesar de que sea laborable, digo que es el Sant Jordi de nuestras vidas, porque otros años notábamos que la gente compraba diez días antes, pero en este 2024 lo hemos notado desde el 1 de abril. Es una bestialidad", afirma la también escritora.

Se amplía la superilla literaria

Por tercer año consecutivo se ha repetido la iniciativa de la superilla literaria, ideada por el anterior gobierno municipal de Ada Colau y que se ha presentado como una fórmula del éxito. Gracias a los cortes de tráfico, los ciudadanos locales y los visitantes extranjeros pueden andar por Gran de Gràcia, Passeig de Gràcia y La Rambla, que, este 2024, como novedad, se ha ocupado con paraditas completamente.

Pintat asegura que es "una buena iniciativa" que en ningún caso les perjudica, sino que "beneficia a todos" que La Rambla sean "un espacio de cultura donde los barceloneses" pueden "pasear de nuevo", sin que sea una calle llena de "sangría y paellas de guisantes para turistas".

Aleix y Helena, una pareja de jóvenes de 19 años, han constatado que "hay bastante gente en el centro", pero que no hay tantos extranjeros como "un día normal en Barcelona por la tarde". Ellos no tenían clase, pero otras personas como Marta, una mujer en la treintena de Terrassa, se ha pedido fiesta en el trabajo para acercarse a la capital. "Es la primera vez que lo hago, pero creo que debería ser un día festivo", dice, convencida.

Por su parte, Rafa, un joven en la veintena de Vilanova i la Geltrú, ha explicado a Públic que ha llegado a las siete de la mañana para pasar el día, pero que hacía cola desde las ocho para que el escritor Albert Espinosa, que aparecería alrededor de las 12 h, les firmara su nuevo libro, Vuelve a amar tú caos y el roce de vivir (Grijalbo).

Las carpas de Fnac acumulaban largas colas por las firmas del cocinero Carlos Sobera por A contracorriente (Espasa), el periodista Abraham Orriols por Una vida a les muntanyes (Ara Llibres) o el humorista Ángel Martín por Detrás del ruido (Planeta). Para este último había que obtener número en la cola, un método para limitar el volumen de gente y para asegurar el disparo a todo el mundo que tuviera el ticket.

Reacciones a la cuota a las librerías para colocar una parada

"Creemos que el copago es discutible, no por el hecho de pagar, sino porque todas las librerías tenemos la misma cuota cuando hay grandes grupos como El Corte Inglés, Fnac o La Casa del Libro que tienen un volumen de negocio muy bestia y están pagando lo mismo que librerías independientes o asociaciones", asevera Pintat.

En este sentido, mientras Núria Corral de Laie le da la razón y dice que "regularizar y planificar sí, pero con un poco de coherencia y sentido común", Batallé afirma que hay otras batallas "más importantes que luchar".

"Si la ciudad corta una arteria tan grande como el Passeig de Gràcia, si ponen seguridad y toda una serie de facilidades, esta no es la más importante. Encuentro más relevante que no haya un descuento del 10% en los precios en un día como hoy", añade la exdirectora del Institut Ramon Llull. En cuanto a la previsión de libros más vendidos, Batallé apunta que "cada uno tiene que encontrar el suyo" y que "los que salen a las listas son un porcentaje pequeño", que aquello "más precioso es la totalidad".

Las rosas, cada vez menos protagonistas

A pesar de que sea una tradición imperante en Catalunya, la subida de precios de las rosas en los últimos tiempos y el volumen de paradas de libros hace que estas queden relegadas a un segundo plano. Julia Contijoch, de la floristería Art Floral, explica que "la gente mira mucho, pero compra poco". José Manuel Leonés, de la floristería Pompon, indica que sí que "compran rosas, pero muchos se acercan y se hacen fotos".

En cuanto a los precios, el rango oscila entre los seis y los 15 euros en la mayoría de las paradas, a excepción de puntos de venta más baratos de asociaciones de jóvenes o solidarias. "No hemos subido los precios ni nos hemos fijado en la competencia. Detrás de las rosas hay una cadena de montaje, un trabajo y una mano de obra", añade Contijoch; mientras que Leonés dice que el año pasado tenían flores "más caras", de 18 y 30 euros. Aun así, en muchas ocasiones, cuesta desembolsar más de 10 euros por una rosa.

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