Inspirado en un hecho real: una mujer, actriz porno para más datos, debe mantener relaciones sexuales con 251 tipos, aspirantes a pasar a la posteridad por participar en el rodaje del mayor número de orgasmos filmados de una sentada. Y lo hacen. El encuentro-orgía, recogido en el documental Sex: The Annabel Chong story (1999), sirvió de punto de partida a Chuck Palahniuk (Portland, Oregon, 1964) para escribir la historia de la novela Snuff, donde una reina del porno llamada Cassie Wright quiere terminar su carrera rompiendo el récord mundial y llegar a los 600 hombres. Palahniuk, invitado hoy en la Feria del Libro de Madrid, donde firmará de 12 a 14 horas (caseta FNAC) y 19 a 21 (Caseta de Casa del Libro), es en persona exactamente la mitad de lo que aparentaba en aquellas fotos de la época de El club de la lucha: vestido con Dockers caqui, camisa rosa y gafas de empollón, es como un nerd inquietante, alguien que puede llegar a dar más miedo con una mirada que toda una gang band al completo.
Es la primera vez que viene a Madrid. ¿Cómo se toma la tarea de promoción, dejar su casa, desplazarse hasta España y encontrarse con los lectores aquí?
Es muy emocionante, es algo que me encanta. No te haces una idea de lo pobre que yo era de pequeño y de lo diferente que es esta vida con respecto a cualquier cosa que me hubiera imaginado. Esto es un sueño.
¿No le aburre?
'He investigado en la jerga para encontrar términos para la masturbación'
No, conocer a gente nunca es aburrido. Y conocer una ciudad como Madrid es lo opuesto al aburrimiento: es hermosa, interesante.
¿Cómo llegó a la historiade Cassie Wright?
Un amigo me habló de un documental de Annabel Chong, la actriz porno que intentó establecer el récord mundial de actos sexuales. Esto me hizo pensar en si este tipo de películas es degradante para la actriz o, al contrario, le da poder. Además quería reflejar todas las emociones no expresadas pero relacionadas con hacer una filme así. Por ejemplo, Chong, pionera en este tipo de rodajes, era una persona con una necesidad desesperada de amor y afecto. Se quejaba, cuando hizo la película, de que la mayoría de los actores no fueron capaces de rendir profesionalmente, o sea sexualmente: en realidad, la mayor parte sólo querían decirle cuánto la querían,su aprecio infinito como fans.
'No quería enganchar al lector con el sexo, sino provocarle asco'
¿Algo parecido a lo que le ocurre a un escritor con sus seguidores?
Es curioso, pero en mi vida real hay algo que puede ser similar. Cuando voy a un feria o a un acto de firma de libros, siempre me encuentro con cientos de personas haciendo cola para que les firme un libro, lo que es un momento muy emotivo para ellos. Todos tienen un montón de emociones guardadas que quieren soltar y que tienen que expresar en un instante, en el momento en que me ven, justo cuando les voy a firmar el libro. Entonces se produce una especie de explosión emocional. Y mantengo con ellos en este sentido una relación no sexual, pero semejante a la de Cassie con sus actores: una larga cola de personas a la espera de que ocurra el momento más emotivo. En muchos se produce esta especie de barullo emocional que hace que a veces reaccionen con enfado, con ira.
Es famoso por la documentación de sus novelas. ¿Cómo investigó para escribir Snuff'?
'Desde un punto de vista físico, el porno es un profundo aburrimiento'
Todos los personajes tienen un conocimiento profundo de algo determinado. Cassie lo sabe todo sobre cómo han muerto los actores famosos y las estrellas de Hollywood o cómo han sufrido como parte de su trabajo. Eso es porque ese conocimiento le sirve de apoyo para conseguir lo que quiere en la novela. Para hacerme con ese corpus de conocimiento hablé con todo el mundo que conozco en el mundo del cine y leí muchísimos libros. Otro ejemplo es Sheila, la ayudante de producción. Ella es muy negativa, nunca se refiere a hombres o actores, sino que utiliza términos peyorativos para referirse a la masturbación. Tuve que encontrar y buscar muchos términos dentro de la jerga [de pela-plátanos a limpia-bombillas] para que ella los pudiera utilizar.
¿Es usted consumidor de porno?
Me encanta el porno pero no por las razones clásicas. El atractivo que tiene para mí es que parece que la gente hace lo que hace en las películas porno sin que les de ninguna vergüenza, sin remordimientos. En ese sentido, me atrae el porno como declaración política. Pero desde un punto de vista físico, el porno es un profundo aburrimiento. Siempre empieza, se desarrolla y acaba igual.
'Hay datos que confirman que Hitler inventó las muñecas hinchables'
¿De alguna manera está usted utilizando el sexo, o sus mecanismos, para enganchar al lector?
No, lo mío está más cerca del asco visceral. La yuxtaposición del sexo, el comer y otros apetitos meramente carnales, en un único lugar, genera una incomodidad, algo que no gusta. Esto es lo que genera tensión y la tensión es transferida físicamente al lector, que siente ese asco.
¿Hay en su libro una crítica a la industria del porno?
No.
Pero sus descripciones dejan ver una industria mecánica, inhumana.
Es muy interesante cómo cada vez es más frecuente que contratemos a personas para que se expresen por nosotros, porque estamos perdiendo la habilidad de expresarnos. Y también estamos perdiendo la valentía para hacerlo. Por ejemplo, cuando compramos una de esas tarjetas de felicitación o de celebración para alguien especial, de esas que dicen te quiero, te quiero, te quiero, lo hacemos porque no somos capaces de expresar estos sentimientos. O cuando compramos un disco donde hay una canción de amor para regalarlo: estamos siempre tratando de encontrar un sustituto, contratar a alguien o algo que exprese nuestros sentimientos en nuestro nombre. La pornografía es algo parecido: una forma, otra vez, de comprar, de contratar algo que exprese una emoción en lugar de hacerlo nosotros.
¿No lo ve como punta de lanza de un negocio que se forra con lo íntimo?
[Risas] No creo [piensa mucho rato]. No creo que sea un problema creado por el capitalismo, sino más bien un problema resuelto por el capitalismo. Es decir, el capitalismo lo que ha hecho es resolver ese miedo a la intimidad, no generarlo. ¿Cómo? Dándole al individuo la opción de llegar a una especie de falsa intimidad.
Un mal chiste leído en su libro: para que una mujer acepte hacer una película porno le tienes que ofrecer un millón de dólares, pero que para que un hombre lo haga, sólo tienes que pedírselo. ¿Hombres y mujer nos enfrentamos al sexo de manera distinta?
Creo que es más frecuente que las mujeres conciban el sexo como un medio para alcanzar el poder. Para los hombres no tiene nada que ver con ganar poder. En todo caso, se concibe como una recompensa del poder que ya se tiene.
Hay dos leyendas urbanas que cuesta creer: una es la de los niños del porno, que asegura que hay por ahí un montón de hijos de actrices fruto de las experiencias en rodajes. La otra es eso de que Hitler inventó las muñecas hinchables...
Ambas cosas se suponen que son ciertas, se las he oído a un montón de gente. He entrevistado a personas que pondrían la mano en el fuego por los hijos del porno. Y hay mucha documentación que recoge que las muñecas hinchables nacieron para evitar enfermedades venéreas.
En una entrevista anterior con Público' adelantó que para la promoción de Snuff' en América quería llenar la calle de muñecas hinchables. ¿Pudo hacerlo finalmente?
Sí. Con miles.
¿Y ha utilizado las herramientas de Internet para promoción del libro?
La editorial colgó una entrevista que hice, una entrevista fingida con un travesti que actuaba como la protagonista del libro. Era todo falso.
En Facebook le tengo a usted como amigo... aunque en realidad ese usuario es un fan suyo. ¿Qué le parecen las redes sociales?
Nunca he estado en Facebook.Envío muchas cartas de forma tradicional, pero no tengo Twitter ni participo en redes sociales.
Se reedita El club de la lucha'. ¿Lo ha releído?
No lo he leído en años. De verdad. Cada vez que releo algo que he escrito, encuentro trozos que hubiera querido hacer de otro modo. Y cosas que no hubiera querido poner, cosas excesivas... Sólo me generaría frustración.
¿Puede contar aquel episodio que vivió cuando trabajaba en el guión de El club de la lucha' con la gente de Hollywood y sus esfuerzos por parecer un escritor 'duro'?
Tuve que ir a Los Ángeles, donde todo el mundo parece muy guapo, joven y bello. Y sabía que no podía competir con eso. Así que intenté utilizar una crema depilatoria, de esas que usan las mujeres para las piernas, para quitarme todo el pelo de la cabeza. Lo que pasó es que el producto no me quitó todo el pelo, me dejó mechones sueltos, y me quemó el cuero cabelludo. Y cuando intenté afeitarme con cuchilla lo que quedaba, la piel se vino abajo. Así que cuando llegué a Los Ángeles tenía cortes en la cabeza, el cuero cabelludo quemado, todo infectado por la suciedad y pelo e hilos pegados a la cabeza, porque la tenía muy pegajosa. Después de eso me preocupaba muy poco mi aspecto porque sabía que, independiente de lo que llevara puesto, iba a ser terrible. Sabía que iba a ser el más feo de la sala, lo cual en cierta manera me liberó.
¿Hoy le preocupa tanto su imagen pública?
No.
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