La última estación de tren de Santiago Calatrava nace, según él, para 'ser una vitrina de la ciudad misma'. Así quiere que sea con la que hoy se inaugura en Lieja. Por ella, comparada con una catedral de hormigón, vidrio y acero, desfilarán las principales obras de arte del museo local.
'El arte emerge del artefacto y el artefacto es el objeto', explica Calatrava en referencia a su estación, que ha costado 445 millones de euros, 12 años de construcción y muchas polémicas. 'Sobre eso [las críticas] quiero ser muy claro', asegura. 'Las estaciones duran mucho tiempo, sobre todo si son tan grandes'.
La de Lieja-Guillemins es una estación que el autor valenciano quiere legar 'al siglo XXI, no sólo a la alta velocidad para la que fue construida, sino a las siguientes generaciones'. Parte del mérito es para la 'excepcional situación de Lieja, que equidista de París, Londres y Fráncfort'.
Sin embargo, sus obras en todo el mundo también esta generan muchas dudas, desde los sobrecostes hasta la seguridad tras un tiempo de desgaste. La controversia se debe para él al carácter público y universal de sus obras. 'Como obras públicas, pertenecen al público y es lógico que la gente opine porque son obras abiertas, utilizadas por cientos de miles de personas. Un signo de su calidad es que no dejan indiferentes', asegura.
'De problemas nada, hemos trabajado 12 años de manera armónica, fluida y bien dirigida'. Las críticas continúan en Bélgica, donde la ciudad de Mons le ha encargado una modificación de otra estación ferroviaria.
Calatrava reconoce vivir tan ajeno a las críticas que no comparte como a la crisis económica, que no le afecta. 'Vivo tan sumergido en mi trabajo que tengo muy poco tiempo de mirar alrededor. Las reacciones que observo de mis clientes son enormemente positivas', asegura, antes de repasar los múltiples proyectos en marcha. 'Estoy trabajando una segunda vez para los ferrocarriles belgas, en la ampliación de la estación de Lisboa, la de Lyon... Es una prueba de que mis obras gustan y están hechas a su medida, por lo que no noto la crisis'.
Ayer, el autor se paseó por enésima vez por su monumental estación, que no tiene fachadas pero sí una bóveda acristalada que 'utiliza la luz como un material más'. Un tributo al 'Renacimiento para una estación que proyecta en la ciudad y en el siglo' como lo hicieron las grandes estaciones del ferrocarril del siglo XIX.
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