La fregona raspa ásperamente el suelo del pabellón de Venecia que acoge el último trabajo de Teresa Margolles (Culiacán, 1963). La artista, que representa a México en la 53 edición de la Bienal de Arte, ha llenado un cubo de agua con la sangre de los muertos por el narcotráfico de su país, y un hombre limpia con ella el suelo. Es una de las instalaciones de la muestra ¿De qué otra cosa podríamos hablar, si no?
Después de 7.000 muertes violentas en poco más de un año, Margolles no puede hacer más que buscar otras formas de trasladar al mundo la desesperación de tantos mexicanos. La artista lo cuenta a Público: 'Hablo de 600 niños muertos en fuego cruzado. De mujeres, de hombres asesinados. No estamos hablando de buenos ni de malos, del jefe del ejército o del narcotraficante. Para mí todos son mexicanos. Estamos perdiendo a una generación, y a los niños que vendrán después no vamos a saber qué decirles'.
El espectador entra en la sala y pisa el suelo mojado. Siente la presencia de esa persona asesinada bajo las suelas de sus zapatos. Se conecta físicamente a la persona desconocida que murió trágicamente, pero también se traslada al mundo que le rodeó, a la vida que tuvo y a la que tiene en este preciso instante su familia, su vecino. 'Estoy hablando de vidas truncadas, del papá que salió por la mañana, que dijo adiós y ya no volvió. De la hija que están esperando y no regresa', señala Teresa Margolles.
En esa sala están también los que quedan vivos. Con sus ventanas altas e inaccesibles, yun ambiente cerrado y opresivo, traslada al espectador la vida de las personas atrapadas entre dos fuegos, encerradas en una vida miserable, como un animal preso en un establo del que sólo podrá salir para morir.
'Estoy solamente invitando a una reflexión. Yo no tengo la solución. Este dolor se va a quedar dentro de un palacio cerrado. Esto es para mí el museo, una concentración de dolor. ¿Qué pasará después de la exposición? No va a cambiar nada'. Pero, ¿y el espectador que la visite? 'Claro, hay una reacción. Esas muertes nos conciernen a todos, porque el narcotráfico es un círculo vicioso de quién consume, quién paga, quién da. Y yo me pregunto qué podemos hacer para romperlo, qué podemos ofrecer como alternativa'.
Margolles enseña también en Venecia una bandera impregnada en sangre, telas pintadas con el fango en el que cayeron a tiros las víctimas 'de esta guerra nacional' y joyas elaboradas con vidrios de los parabrisas rotos a balazos. Y va a seguir trabajando aquí y en el futuro con ese dolor. Ya lo anuncia ella: 'Es una obra en proceso. Lo que no sé es cómo termina'.
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