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Aristocracia y poder en la música

PATRICIA GODES

La falta de capacidad de convocatoria de los Premios de la SGAE demuestra el triste papel que la música juega en nuestra sociedad. Estos premios, que nutren y aplauden a la aristocracia musical que domina nuestro mercado, no interesan al gran público ni a los conocedores musicales.

Las cuatro multinacionales del disco, SGAE, jefes de compra de grandes almacenes, responsables de cultura y festejos de ayuntamientos, en cohecho con los medios, detentan un poder de hecho dictatorial e inmovilista que decide qué música llega al consumidor y cuál no. A su sombra, una privilegiada aristocracia musical monopoliza los medios y alza una barrera para todos los que no pertenecen al clan.

Todos sospechamos que existen grandes talentos frustrados y nos aburrimos con los lanzamientos mediáticos (que no es lo mismo que decir éxitos discográficos). El entramado de intereses creados y la fascinación de los medios por cierto tipo de seres a los que presuponen cuasi divinos acaba siempre favoreciendo a los mismos.

La gens patricia musical de Sabinas, Ana Belenes, Víctor Manueles, Autes y Serrates, más los Migueles, Ríos y Bosé, constituyen la punta del iceberg de un suculento pastel cerrado a cal y canto para los que no congenian con los que mandan. Por debajo de ellos chapotea una nobleza menor igualmente inamovible.

Los Premios de la Música se empeñan en mantener esta situación y, aunque dejen caer alguna limosna a los desfavorecidos de la fortuna, protegen el mercantilismo y desprecian las preferencias y sentimientos del amante de la música, sea la portera que barre con el discman a toda pastilla o el estudiante cool con dos mangas y camiseta de black power. Por eso estos galardones, en sus once años de historia, no han creado ningún arraigo.

La música de los condes y duques musicales, menos próspera y menos arrogante que antaño, mantiene sus privilegios: una pequeña industria autosuficiente que da de comer a unos pocos pero impide al resto ganarse la vida con lo que saben hacer, a veces mejor que estos elegidos del gran capital.

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