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Y Contador se topó con la fama

MIGUEL ALBA

Ganar el Tour es un descenso a tumba abierta hacia la fama. Una situación a la que cada ciclista se acomoda a su manera. Hay quienes como Indurain han sabido mantener el carisma. Otros, como Pedro Delgado, se han construido una importante imagen mediática. Incluso algunos, como Armstrong, han recompuesto su vida (su noviazgo con la cantante Sheryl Crow) en las portadas de las revistas. Alberto Contador ha sido el último en sumarse a esta dinámica.
Desde que acabó la temporada, el campeón más joven del Tour vive un máster de cómo afrontar que se le reconozca fuera de la competición. Premios, homenajes, galas, discursos... Alberto afronta todos estos actos con la misma solvencia que ataca las 21 curvas de Alpe D'Huez. Su discurso es pausado y firme ante cualquier auditorio. Ya sean los vecinos de Bancarrota (el pueblo de Extremadura donde comenzó a dar pedales) o grupos de políticos o empresarios.


Más reservado
En este nuevo libro de ruta, Contador también ha aprendido a protegerse. Guarda su número de móvil con celo y se comunica con la prensa más cercana vía SMS. 'Si contestara a todas las peticiones que tiene de entrevistas no podría entrenar', asegura Jacinto Vidarte, su jefe de Prensa. 'Su imagen vende tanto como las de Nadal, Alonso o Gasol. El problema es que su deporte está siempre bajo sospecha y muchas empresas, por muy limpio que Alberto esté (de hecho, cedió su ADN para que se le practicaran tantos análisis como fuera necesarios), prefieren caminos más seguros', explica un experto en marketing.


Nuevo rol
La nueva puesta en escena de Contador le ha obligado a cambiar sus rutinas. En pasadas temporadas, Alberto había empezado ya su preparación y comenzaba a competir en el Tour Down Under (Australia). Sin embargo, el Tour le ha cambiado su rol. Los objetivos (Tour, Juegos Olímpicos o la Vuelta, en caso de fiasco en la Grand Boucle) no aparecen hasta verano. Por tanto, Alberto no necesita alcanzar el pico de forma tan temprano como le obligaba antes su papel de hombre de equipo. Aunque él, en cierta medida, lo añora. 'La buena vida es entrenar. Yo necesito tener algo en la cabeza, necesito una rutina de trabajo, una obligación... Para mí es más fácil entrenarme que quedar bien con todo el mundo'.
Pero, Alberto nunca ha fallado a ningún compromiso a costa de perder tiempo de ocio. Este invierno apenas ha salido tres días de caza, una de sus pasiones, actividad con la que intenta mantener la forma con largos paseos por el monte. Sin embargo, a diferencia de otros años, Alberto apenas ha podido rodar con la bicicleta de montaña y su déficit de horas de gimnasio es evidente.
Aun así, Johan Bruyneel, el director con el que ganó el Tour, no se muestra preocupado. 'Para Alberto empieza una época difícil porque tiene que confirmar las expectativas, pero es un hombre que tiene la cabeza en su sitio y físicamente tiene margen de mejora. Será una de las grandes figuras de los próximos años'.
A medida que aumente su currículum, Alberto cambiará de roles: de líder del equipo a líder del ciclismo. El último que vivió esa circunstancia (Armstrong) acabó con guardaespaldas. Alberto no parece ir por ese camino.

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