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Dando una lección a Hamás, otra vez

TOM SEGEV

El canal 1 de la televisión israelí emitió una interesante crónica en la mañana del sábado pasado: sus corresponsales transmitían desde Sderot y Ashkelón, pero las imágenes de la pantalla eran de la franja de Gaza. De esta manera, aunque de forma involuntaria, enviaban el mensaje correcto: un niño en Sderot es lo mismo que un niño en Gaza, y cualquiera que le hace daño es malo.

El ataque sobre Gaza no exige ante todo una condena moral, sino un pequeño recordatorio histórico. Tanto la justificación que se ha dado como los objetivos que se han escogido son una repetición de las asunciones básicas que han demostrado estar equivocadas una y otra vez. Sin embargo, Israel sigue recurriendo a ellas siempre, en una guerra tras otra.

Israel está atacando a los palestinos para 'enseñarles una lección'. Ésta es una asunción básica que ha acompañado a la empresa sionista desde su inicio: nosotros somos los representantes del progreso y de la Ilustración, de la racionalidad sofisticada y de la moral, mientras que los árabes son una chusma primitiva y violenta, niños ignorantes a quienes se debe educar y enseñar el conocimiento, por Medio, por supuesto, del método del palo y la zanahoria, exactamente como el pastor hace con su burro.

Con el bombardeo de Gaza se pretende supuestamente 'liquidar el régimen de Hamás', en línea con otra asunción que ha acompañado al movimiento sionista desde su inicio: la de que se puede imponer entre los palestinos un liderazgo 'moderado' que abandone sus aspiraciones nacionales. Como corolario, Israel también ha creído siempre que causar sufrimiento a los palestinos hará que se rebelen contra sus líderes nacionales.

Esta asunción ha demostrado ser falsa una y otra vez. Todas las guerras de Israel se han cimentado en otro planteamiento que ha estado con nosotros desde el principio: que únicamente nos estamos defendiendo. 'Medio millón de israelíes están amenazados por el fuego [de Hamas]', gritó el domingo el titular principal del Yediot Ahronot, como si la franja de Gaza no hubiera estado sujeta a un prolongado bloqueo que ha destruido las oportunidades de una generación entera de vidas que merecen ser vividas.

Ciertamente, es imposible vivir con el fuego diario de misiles, incluso si consideramos que ningún lugar del mundo disfruta hoy de una situación cero de terrorismo. Pero Hamás no es una organización terrorista que mantiene a los residentes de Gaza como rehenes. Es un movimiento religioso nacionalista, y la mayoría de los residentes de Gaza creen en esa vía. Evidentemente se le puede atacar, y con las próximas elecciones a la Knesset en preparación, ese ataque puede producir algún tipo de alto el fuego.

Pero existe todavía otra verdad histórica que merece la pena recordar en este contexto: desde los albores de la presencia sionista en la Tierra de Israel, ninguna operación militar ha hecho avanzar el diálogo con los palestinos. Lo más peligroso de todo es el cliché según el cual no hay nadie con quien dialogar. Esto nunca ha sido cierto. Existen modos de hablar con Hamás e Israel tiene algo que ofrecer a la organización. Terminar el sitio de Gaza y permitir la libertad de movimiento entre Gaza y Cisjordania podría rehabilitar la vida en la franja.

Y al mismo tiempo, merecería la pena desempolvar los viejos planes que se prepararon después de la Guerra de los Seis Días, según los cuales miles de familias de la franja de Gaza serían reubicadas en Cisjordania. Estos planes nunca se aplicaron porque Cisjordania se reservó para las colonias judías. Y esta asunción fue la más dañina de todas.

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