En 2007, sustituyó a Juan Carlos Rodríguez Ibarra como candidato a la presidencia de Extremadura y batió la marca electoral del histórico barón, alcanzando el 53,1% de los votos. El relevo se completará dentro de quince días, con su elección como secretario general de los socialistas extremeños.
Antes, obtendrá el reconocimiento de todo el PSOE como presidente de su 37 Congreso, tarea en la que sucede al aragonés Marcelino Iglesias (2000) y al vasco Patxi López (2004). Lejos de reivindicar algún mérito personal, atribuye su designación a que la federación extremeña 'siempre ha sido enormemente leal con el partido y ha defendido lo que pensaba que era mejor para España'.
¿Ha sentido durante este año la sombra de Juan Carlos Rodríguez Ibarra?
Lo contrario sería imposible de entender, pero en tierras donde hace calor, la sombra viene muy bien. Juan Carlos forma parte de la historia de esta región. Una persona que ha sido presidente durante 24 de los 25 años de vida que tiene nuestra comunidad es un referente para todos los que le han votado, que son muchos, pero también para los que no le votaron. Con él surgieron la mayor parte de las empresas de Extremadura y se han puesto en marcha los grandes procesos de transformación. A mí me lo ha puesto muy fácil porque se ha mantenido siempre en un segundo plano en lo que se refiere al gobierno.
¿Cómo caracterizaría la etapa de Ibarra y la que usted ha abierto?
Yo puedo plantear ahora lo que estoy planteando porque me he encontrado con muchas cosas hechas. Por eso hablo de la segunda transformación. Ibarra dice que es la cuarta porque cuando él llegó, hubo que llevar el agua a los pueblos y se fue después de haber hecho una revolución tecnológica en la región. Lo más importante es que ahora dependemos mucho más de nosotros mismos.
Bono, Ibarra... De la generación de Felipe González ya sólo queda Chaves en primera línea y usted es uno de los principales exponentes de la nueva hornada de dirigentes territoriales. ¿Qué les une y qué les separa?
Nos une el partido y haber hecho, tanto en la etapa de Felipe González como ahora en la de José Luis Rodríguez Zapatero, las dos grandes transformaciones por la igualdad de España, con desarrollo económico de todos. Nos separa el tiempo en el que nos ha tocado estar a cada uno. No obstante, yo he estado 12 años en el Gobierno de Ibarra y me siento muy ligado a todo lo que representa.
¿Comparte que los presidentes autonómicos y secretarios regionales no estén en la Ejecutiva federal?
Si lo hacemos para todos, es razonable que así sea. Debe visualizarse con cierta nitidez que la dirección del partido es una cosa distinta a una suma de cargos públicos. El partido necesita que haya gente dedicada a reflexionar sin estar condicionada por gobernar al mismo tiempo.
¿Qué opina del funcionamiento del Consejo Territorial?
Hay que potenciarlo. Debe reunirse con más frecuencia y debatir aquellos temas en los que puede tener más peso la opinión de las federaciones para seguir siendo lo que somos: el partido que es capaz de tener un discurso que se entiende en el norte y en el sur, en Catalunya y en Extremadura, en Andalucía y en el País Vasco. El éxito de Zapatero en las últimas elecciones es la consecuencia de haber sido capaz de construir ese discurso. Esa es la grandeza del PSOE.
¿Pedirá la continuidad de Ibarra en la Ejecutiva federal?
Yo creo que él no quiere. Cuando, como él decía, decidió dejar de conducir el autobús para pasar al asiento de atrás, lo hizo siendo consciente de que eso conlleva una serie de cosas.
¿Y pedirá representación de Extremadura?
A mí me gustaría, y así lo he manifestado, que Extremadura siga teniendo representación en la Ejecutiva federal. Somos una comunidad donde el PSOE ha conseguido la más alta representación electoral y no digo que haya que premiarlo, pero sí significarlo.
¿Qué seña de identidad debería tener este 37 congreso?
Que salgamos de él teniendo todos la sensación de que lo importante no son las personas, sino el proyecto. Si el resultado final es que se destaca el quién y no el qué, habríamos fallado a la gente. Vivimos en un momento muy mediático, en el que la imagen es muy importante, pero tenemos que seguir siendo un partido que se reúne cada tres o cuatro años para fortalecer nuestras ideas y perseverar en nuestros valores. Y eso debe ser así con independencia de quiénes acompañen a Zapatero en la Ejecutiva. Esa debe ser la noticia de la página dos, pero el titular tiene que ser que los socialistas hemos sido capaces de actualizar el discurso socialdemócrata a una sociedad cambiante. Tenemos que ver cómo desde la socialdemocracia se pueden afrontar realidades y problemas que son nuevos. El PSOE es un partido que confía mucho en España, porque España confía mucho en el PSOE. Eso lo tenemos que tener muy claro porque es una responsabilidad para nosotros.
Hablando del qué, las enmiendas sobre laicidad, aborto, economía... indican que la militancia quiere un giro a la izquierda. ¿Será eso un quebradero de cabeza?
No lo creo. Lo fundamental en un partido como el nuestro es que todo el mundo tenga la posibilidad de plantear lo que cree necesario, y luego se discute, se vota y se asume por todos. Si es verdad que en una parte de la sociedad hay una preocupación, y la hay, sobre el respeto a los derechos de las personas que se someten a la interrupción voluntaria del embarazo, tenemos que discutirlo.
Y la laicidad no es más que profundizar en la Constitución. En el PSOE convivimos personas que somos cristianas y otras que no lo son, unas que tienen creencias y otras que no, pero siendo eso así, tenemos que tener claro el respeto a la Constitución y que aquello que yo piense o crea no se le imponga a los demás.
¿Es partidario de revisar los acuerdos con la Santa Sede, como piden algunas enmiendas?
Lo que soy es consciente de cuál es la realidad de la sociedad española: hay una mayoría que se manifiesta creyente, aunque no sea practicante. Eso tiene que tener un fiel reflejo en la acción política, pero no se puede acusar a los gobiernos socialistas de España de ir contra los intereses de la Iglesia católica cuando han sido los que más la han apoyado en su
sostenimiento.
Se acusa a Zapatero de haber virado al centro, incluso a la derecha, en asuntos como la inmigración. ¿Lo comparte?
No. Lo que creo es que hay cosas que debemos explicar para que se entienda que no hemos hecho un giro brusco en nuestros planteamientos, sino que hay una situación distinta. Estamos apostando claramente por la cooperación con los países de origen para que la gente no tenga que venir porque al final, si eso no se hace, la gente acabara viniendo y, como no hay sitio para el doble de la población, alguna decisión hay que tomar. Creo que eso es lo que está detrás de la directiva de retorno de la UE, aunque incluya cosas que no entendemos, como la posibilidad de retener a una persona durante 18 meses.
¿Está usted a favor o en contra de la energía nuclear?
Yo estoy en contra de la hipocresía. Lo que no se puede admitir bajo ningún concepto es que defendamos que aquí no haya centrales nucleares, pero no nos parezca mal que compremos a Francia energía de ese origen. Las llamadas energías alternativas son energías renovables, pero escasamente alternativas. Están sirviendo para dar respuesta al exceso de demanda, pero como alternativa a todos los medios tradicionales, desde luego no lo son y a las cosas hay que llamarles por su nombre.
En Extremadura hay dos reactores nucleares...
Si el Gobierno entiende que hay que prolongar la vida de Almaraz, que teóricamente acaba en 2010, hasta 2020 o cuando sea, vamos a exigir que eso repercuta de alguna manera en el sitio donde se produce la energía, porque su sede fiscal está en el País Vasco. Lo ideal, con esta aventura de las balanzas fiscales, sería que la tenga aquí o, por lo menos, que el Estado tenga en cuenta en sus inversiones que está teniendo unos ingresos procedentes de estas centrales.
¿Se instalará finalmente la refinería de petróleo prevista?
Confío en que el proyecto saldrá adelante porque no tengo ninguna duda de que se va a adaptar a las leyes. Si no las cumpliera, yo sería el primero en decir que no. Pero algún día alguien tendrá que contar a los extremeños por qué razón a nosotros se nos exige lo que a nadie, sobre todo desde el punto de vista de las organizaciones que han presentado alegaciones, y habrá que empezar a hablar de huella ecológica.
Como médico que soy, puedo decir que cuando hay que hacer un plan contra la obesidad, el plan se cumple si adelgazan los gordos, no los desnutridos. A una región sin industria o con muy poca, no se le puede obligar a tener menos. Habrá que establecer un plan contra la obesidad de gases contaminantes, pero que adelgacen los gordos.
A la vuelta del congreso aguarda la compleja negociación de la financiación autonómica. ¿Cree posible una posición unitaria de las comunidades gobernadas por el PSOE?
No es que la crea posible, es que es imprescindible. La financiación autonómica es de esos temas en los que tiene que haber un acuerdo, no sólo entre nosotros, sino entre el conjunto de las fuerzas políticas porque hay comunidades gobernadas por los socialistas, por el PP, por nacionalistas y por regionalistas.
Y si no llegamos a un acuerdo entre todos, hay que hacerlo por lo menos entre las principales fuerzas. Si no, no se puede abordar. Se ha puesto mucho énfasis en el camino y no en la meta. Si la meta a la que se llega es un modelo único para todos, en el que todos nos sintamos no cómodos sino iguales, da lo mismo que el camino sea de una bilateralidad previa.
Catalunya ha marcado sus líneas rojas. ¿Cuáles son las suyas?
La financiación autonómica no es lo que permite vivir a las comunidades autónomas, sino fundamentalmente lo que permite prestar servicios públicos. Esos servicios se prestan a la población, y hay comunidades donde ha aumentado mucho y hay que reconocerlo.
Pero la población, que es el sistema más justo de distribución, se convierte en el más injusto si no se pondera. En esa ponderación hay que tener en cuenta realidades como que, a causa de su dispersión, en Galicia se gasta más en transporte escolar que en comunidades que tienen el doble de habitantes o que en Extremadura hay más ambulancias de urgencia. Si esto se entiende, podemos alcanzar el acuerdo.
Además, para mí es irrenunciable que se tenga claro que los extremeños no tienen el derecho a la educación, a la sanidad o a los servicios sociales por ser extremeños, sino por ser españoles; y también que no tributan los territorios, sino las personas.
Los ayuntamientos están levantado la voz. ¿Es partidario de abrir una reflexión sobre la reasignación de competencias?
En los últimos años, ha habido un proceso permanente de transferencia de competencias desde el Estado hacia las comunidades autónomas pero están por delimitar las tareas y funciones de los ayuntamientos. Y no nos podemos engañar. Los ayuntamientos se financiaban en base a convenios urbanísticos durante la etapa del boom inmobiliario, como ahora lo están haciendo con las plantas solares, y el funcionamiento estructural de las administraciones públicas no puede estar sujeto a que haya más o menos licencias de obras o plantas energéticas.
Hay ayuntamientos que están en quiebra técnica y no se puede volver la espalda a esa realidad. Pero pensamos siempre que las cosas tienen que ser a costa de los demás y, por ejemplo, la Junta de Extremadura destina 60.000 millones de pesetas a transferencias que acaban en manos de los ayuntamientos, algunos para servicios que son propios y otros que no.
¿Es partidario de devolver algunas competencias al Estado?
No pasaría nada porque, a la vista de la experiencia, nos pudiéramos plantear en algún caso que competencias que estamos desarrollando las comunidades las tuviera el Gobierno de España. Pongo el ejemplo del calendario vacunal: no tiene mucho sentido que haya comunidades donde los niños se vacunan de una cosa y en otras de otra, porque los virus y las bacterias no conocen las fronteras autonómicas ni los estatutos.
También deberíamos buscar fórmulas que permitiesen que los presidentes autonómicos nos pudiéramos ver para hablar de competencias que nos son exclusivas sin necesidad de que el Gobierno de España nos convoque. Viene un tiempo en el que el problema ya no es cómo tenemos más competencias, sino cómo las gestionamos mejor. Si para que seamos más fuertes las comunidades tiene que ser más débil el Estado, el resultado final es que seremos más débiles todos. El Estado tiene que seguir teniendo fortaleza y eso se llama red eléctrica, cuencas, autovías, alta velocidad... Eso es lo que garantiza la cohesión de España.
El Gobierno se quedó el miércoles solo en el Parlamento en su enfoque y recetas ante la crisis económica. ¿Teme que esa sea la pauta de la legislatura?
Lo que se vio es que hay muchas operaciones tácticas en los grupos de la oposición, que están situándose como los personajes en la escena. Sería bueno encontrar una cierta estabilidad, sobre todo para cuatro o cinco grandes proyectos, entre ellos los presupuestos.
¿No hubiera sido mejor llamar crisis a la crisis desde el primer momento?
Esta es una situación que llega después de 14 años de crecimiento económico continuado y que, por tanto, nos coge mal acostumbrados. Si se le une el aumento del precio de las materias primas, que hoy vas al banco y no te dan los préstamos como antes, la inflación, el aumento de los tipos de interés... se puede generar una sensación de falta de confianza en el ciudadano que el Gobierno no ha querido alimentar.
No podemos estar discutiendo si el Gobierno acierta o no en cómo llama a la situación, sino que deberíamos centrarnos en las soluciones. Si a alguien se le ocurre alguna cosa que no estemos haciendo, que la diga. En estos momentos, no es el PSOE frente a la crisis y los demás midiendo el tamaño de la caja para ver si perecemos en el intento; es todos frente a la crisis.
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