Gaspar Llamazares se dejó el verde a un lado y volvió al rojo. El rojo refulgente, nítido, el obrero. Tenía todo el sentido del mundo que lo hiciera ayer, en Gijón, en Asturias, su terruño fiel y fiel también al movimiento de la clase trabajadora. El líder de IU no se dirigía, reconoció, a los “currantes” de Mariano Rajoy, esos que “cambiando el voto creen que cambian de clase”. “Mi padre decía que no había cosa más tonta que un obrero votando a la derecha”.

Llamazares quiso apelar a la génesis de IU, “el voto de UGT, de CCOO, del movimiento sindical”. “Nosotros históricamente somos vosotros, porque hemos luchado al mismo tiempo y hemos sido lamejor representación del movimiento obrero”, en el pasado y en la última legislatura.

Los obreros de a pie, de la calle, tampoco se deben sentir a gusto con el PSOE, infirió. “Se equivocan”. Pero el candidato sabe que en Zapatero tiene a su peor adversario, ya que los socialistas “están rebañando votos que no le pertenecen para tener mayoría absoluta y cambiar la política a la derecha”. Más aún, otorgar la confianza al presidente augura tiempos malos. Pésimos otra vez: “Volverán los tiempos de las reconversiones industriales, de las huelgas generales, de la prepotencia del Gobierno”.

Por el pueblo palestino

Llamazares incorporó a su discurso dos novedades. Una, la crítica a la inflación desbocada, “fruto del atraco de los poderosos”. Para frenarla, propuso crear una Secretaría de Estado de control de precios y garantía de la competencia, que “vigile y castigue” aquellos acuerdos de empresas que suban los precios.

Y dos, la encendida defensa el pueblo palestino –todos losoradores y él mismo llevaron la kufiya, el simbólico pañuelo de Arafat–. “Si tenemos capacidad de decidir, haremos que la UE suspenda los tratados comerciales con Israel hasta que no respete los derechos de Palestina”, prometió.