Seis meses después de ser elegido presidente de Francia, el omnipresente e hiperactivo Nicolas Sarkozy ocupa todo el terreno y sigue firme en su voluntad de proseguir las reformas, frente a la creciente crispación social que se manifiesta con la sucesión de huelgas anunciadas para este mes.
Fiel a su estilo de estar siempre en primera línea y dos días después de haber sacado de Chad a tres franceses y cuatro españolas detenidos, Sarkozy viajó hoy a Bretaña para proponer soluciones a pescadores angustiados por la subida del carburante, antes de poner rumbo a Estados Unidos para sellar el "reencuentro" entre los dos países.
La víspera, en el bicentenario del Tribunal de Cuentas, el jefe de Estado aprovechó para reafirmar su voluntad de seguir adelante con las reformas: "no me dejaré detener por ningún conservadurismo (...) no me han elegido para estar inmóvil", aseguró.
Sarkozy cumplirá un semestre en el cargo el próximo día 16, pero el listón de los seis meses de su elección se presta ya a un primer balance, aunque su portavoz niega que la fecha tenga "significado".
Los sondeos muestran una situación un tanto paradójica para el jefe de Estado, cuyo estilo está en las antípodas del practicado por su predecesor, Jacques Chirac, durante doce años.
Por un lado, si los comicios presidenciales tuvieran lugar hoy, Sarkozy sería elegido con el 55 por ciento de los votos, dos puntos más que cuando derrotó a la candidata socialista Ségolène Royal el 6 de mayo pasado, según un sondeo de Ifop.
Y, por otro, un 59% piensa que la acción de Sarkozy y de su Gobierno conservador no ha mejorado la situación de la población.
El estilo y el voluntarismo de Sarkozy seducen a sus compatriotas, pero éstos quieren "algo concreto", observa el politólogo Pascal Perrineau.
Otro experto, Frédéric Daby, señala que el presidente, cuyo gran lema ha sido "trabajar más para ganar más", "no ha convencido" en cuanto al poder adquisitivo, una de las grandes inquietudes de los franceses ante el alza de petróleo y otros artículos de primera necesidad, en una coyuntura económica nada boyante.
La cuota de confianza de Sarkozy ha caído once puntos, hasta un 53%, en dos meses, según un reciente sondeo de Sofres. La del primer ministro, François Fillon, totalmente eclipsado por el jefe de Estado, ya es negativa: un 47% de los sondeados no confía en él para resolver los problemas, frente a un 44% que sí.
El "choque de confianza" que Sarkozy quiso crear con el paquete de medidas fiscales -en particular el fomento de las horas extraordinarias- adoptado el pasado verano no se ha materializado.
El descontento social, que comenzó el mes pasado con la huelga de los internos en los hospitales antes de extenderse al transporte público, con la huelga histórica del 18 de octubre, amenaza con extenderse este mes de noviembre.
Hostiles a la reforma de sus regímenes especiales de pensiones, los sindicatos de los ferrocarriles ya han convocado una nueva huelga, esta vez prorrogable, desde el 13 por la noche. Los de las empresas eléctrica EDF y gasista GDF se les unirán el 14, y esta semana se pronunciarán los del transporte urbano de París.
El 20 la función pública, incluidos los docentes, estará de huelga para protestar contra la reforma de la administración, seguidos el 29 por la de tribunales.
Los estudiantes también se movilizan: varias facultades estaban bloqueadas hoy para exigir la anulación de la ley de autonomía de las universidades, adoptada el pasado verano.
De ahí a que eso desemboque en una repetición del conflicto social de 1995, que obligó al entonces Gobierno conservador a renunciar a su reforma de las pensiones, hay un paso, en el que no cree el Gobierno ni tampoco el experto social Bernard Brunhes.
Brunhes explicó en el "Journal du Dimanche" que al lanzarse simultáneamente muchas reformas se multiplican las fuentes de conflicto, en una coyuntura económica desfavorable, y señaló que el presidente toma riesgos al ponerse siempre en primera línea.
A su juicio, Sarkozy debe hacer entender a sus compatriotas que el crecimiento económico "no se decreta" y que las reformas tardarán tiempo en producir efectos, mientras otros advierten de otro peligro: con su movimiento perpetuo el jefe de Estado no da a los franceses una perspectiva y un diseño a largo plazo.
Mientras, los socialistas, la principal fuerza de oposición, están casi inaudibles, aunque denuncian el "funcionamiento omnipresidencial" de Sarkozy y su "engaño" sobre medidas "injustas" y falta de acción para mejorar el poder adquisitivo.
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