La poesía en el rock es Bob Dylan, el peligro es Lou Reed, la ambigüedad David Bowie, la transgresión los Rolling Stones, la experimentación Can... Bruce Springsteen es la honestidad.
Se dice que Dylan fue el continuador de Woody Guthrie –del que mañana se celebra el 40 aniversario de su muerte–, pero es una verdad a medias. Dylan siguió la estela del legendario cantautor hasta que se dio cuenta de que tanta conciencia social le aburría y que no necesitaba al movimiento folk alrededor. Abandonar a su novia –Joan Baez, la misma que le había presentado ante las grandes multitudes– y empuñar una guitarra eléctrica fueron actos fruto de un mismo impulso.
El verdadero continuador de Guthrie fue Bruce Springsteen. El primero cantó con la esperanza de una secuoya a favor de los desheredados, documentó en canciones las traumáticas réplicas de la Gran Depresión y fue silenciado por cumunista en la época de la caza de brujas.
Springsteen hizo prácticamente lo mismo: para él los desheredados fueron los obreros –el primero, su padre–, la Gran Depresión de su tiempo fue la guerra de Vietnam y, por increíble que parezca, también fue acusado de comunista por su apoyo a John Kerry en las últimas elecciones presidenciales.
Precios impopulares
Hubo una época en la que Springsteen exigía que las entradas de sus conciertos no superasen un precio determinado. Por eso sorprende que hoy en día un concierto del jefe cueste lo que cuesta. Hoy se ponen a la venta las entradas para sus recitales en Madrid y Bilbao el 25 y 26 de noviembre, respectivamente. Los precios van de los 57 a los 71 euros, sin incluir los gastos de distribución. De estos no se especifica la cuantía hasta que el comprador saca la billetera, pero en la última gira del artista ascendieron a cuatro euros por entrada.
También hoy se ponen a la venta las localidades para ver a Mark Knopfler. Los conciertos del ex líder de Dire Straits, que se celebrarán en Madrid y Barcelona en abril de 2008, tienen precios más ajustados, pero las localidades más caras le descuentan 50 euros al bolsillo del seguidor.
En el caso de Springsteen, ver la presentación de su último disco, que se publica hoy, puede costar 75 euros. Evidentemente, pocos universitarios pueden permitirse semejante desembolso. Por no hablar de un teleoperador, que sería el referente actual del obrero de la fábrica que tan bien retrató en su canción Factory –era su padre, otra vez–. Springsteen vuelve a cantar sobre los necesitados, pero no para ellos.
Tampoco vale la justificación de que la producción del espectáculo es demasiado cara. Hace dos años, presentando su disco Devils & Dust, el precio de las localidades fue similar al de ahora a pesar de que giraba en solitario.
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