Siete curiosidades sobre las suricatas que te sorprenderán

Muchos niños y no tan niños conocieran a su primera suricata de la mano de Timón, que junto a su amigo el facóquero Pumba son nada menos que los ideólogos del Hakuna Matata en El Rey León: así, no solo todos aprendimos una frase en suajili, sino que nos replantemos los verdaderos valores vitales. 

Pero los suricatas de verdad llevan una vida un poco menos despreocupada, un poco menos Disney, en el desierto del Kalahari y en el Namib, pero siguen siendo igual de adorables y divertidos, con esas poses tan descacharrantes que los han convertido en un icono del desierto africano. A continuación, os contamos siete curiosidades sobre las suricatas, para que conozcas más a fondo a este sorprendente animal. 

Siete curiosidades sobre las suricatas africanas

Suricata - Fuente: Unsplash
Suricata – Fuente: Unsplash

La suricata es una de las mangostas más pequeñas con un peso promedio que no supera los 800 gramos y una longitud inferior a los 35 centímetros, con abundante pelaje, al contrario de la mayoría de las mangostas, cuyas rayas del lomo son como una huella dactilar, ya que no hay dos iguales. Habitan el extremo sur de África, entre Namibia, Botsuana, Sudáfrica, Angola y Lesoto. 

Animales sociales 

El factor más singular que define a las suricatas y que despierta más simpatía es su fuerte componente social. Viven en colonias que pueden llegar a 40 integrantes en el que cada miembro puede desempeñar roles muy definidos incluyendo varias familias que trabajan en conjunto para cuidar y alimentar a las crías. Generalmente cada grupo está formado por parejas reproductoras (una por familia) y su descendencia

Debido a este carácter social e interdependiente no es un animal que deba estar fuera de su contexto ni separado de sus congéneres por lo que nunca debe ser un animal de compañía

Crianza cooperativa 

Suricata - Fuente: Unsplash
Suricatas – Fuente: Unsplash

Uno de los aspectos que mejor caracteriza este componente social de las suricatas es la crianza cooperativa entre los miembros de cada colonia. Los padres y madres biológicos no se encargan de forma exclusiva de las crías, al contrario, delegan muchas responsabilidades en los denominados ayudantes que tal y como señala este estudio cuidan a los cachorros durante el primer mes de vida, sufriendo una pérdida sustancial de peso durante este periodo: un sacrificio físico por el bien común que realizan, no obstante, de forma natural. 

Generalmente, las suricatas ayudantes son los individuos no reproductores que también se ocupan de cuidar a otras suricatas enfermas mientras los adultos machos suelen emigrar a otros grupos. A partir del año y medio, las suricatas ya comienzan a colaborar con el grupo realizando tareas.  

Así mismo, otras suricatas adoptan el rol de centinelas: son los defensores de las madrigueras que incluso permanecen despiertos durante la noche y que, gracias a su excelente visión, controlan la presencia de depredadores, siendo los más temidos las águilas, los halcones o los chacales.  

Arquitectos del subsuelo

Grupos tan grandes con unas interacciones tan complejas y roles tan definidos exigen un hábitat muy concreto: son las madrigueras que las suricatas excavan gracias a sus habilidades manuales. Son excelentes constructores de túneles bajo la tierra donde configuran unas madrigueras de diferentes dependencias según sus usos que pueden llegar a estar a dos metros bajo tierra.

Las cámaras más grandes son los espacios para dormir, pero también cuentan con lugares para reposar, como una suerte de “enfermería”, espacios para escuchar más cerca de la superficie y estar al tanto de lo que sucede allá arriba, además de conexiones con otras madrigueras y entradas alternativas como posibles vías de escape ante la presencia de un depredador.  

Y si por alguna razón, la madriguera ha dejado de cumplir adecuadamente su función, las suricatas, como buenos animales sociales, se mudan en manada buscando otro lugar más apto en el que volver a establecerse de forma indefinida.  

Apenas beben agua y siempre buscan comida 

Suricata - Fuente: Unsplash
Una suricata no pierde de vista el vuelo de un posible depredador – Fuente: Unsplash

Teniendo en cuenta el lugar en el que viven la gestión del agua es un elemento fundamental. Por eso las suricatas se han acostumbrado a sobrevivir sin apenas agua, obteniendo líquidos, principalmente, de los insectos que consumen los cuales forman parte vertebral de su dieta: es una especie esencialmente insectívora, aunque también pueden comer invertebrados pequeños, huevos y algunos componentes vegetales.

Pero, como contrapartida a su eficiente gestión del agua, al tener muy poca grasa corporal, han de buscar alimento de forma insistente y comer abundantemente para mantenerse sanos.  

La pesadilla de los escorpiones 

En este sentido, uno de los bocados más habituales de las suricatas es el escorpión. La mayoría de los animales temen los escorpiones porque su veneno puede ser letal, pero las suricatas llevan compartiendo desiertos con estos artrópodos durante siglos por lo que saben manejarse bien: han desarrollado una técnica muy precisa por la que muerden primero la cola y se deshacen de ella para evitar el veneno y, finalmente, darse un festín con el resto de la presa. 

Las suricatas también pasan frío 

Suricata - Fuente: Unsplash
Suricatas durmiendo – Fuente: Unsplash

Tendemos a asociar siempre el desierto con el calor, pero en estos hábitats el frío puede ser intenso cuando se esconde el sol, con una enorme amplitud térmica entre el día y la noche. Así es que los suricatas también pasan frío, pero tienen mecanismos para hacerle frente.

Por un lado, usan una técnica muy curiosa, que es pegar la zona de su barriga que no tiene pelos a las rocas para “atrapar” el calor que aún desprenden, algo que también hacen las lagartijas. Y luego, a la hora de dormir, ¿qué mejor que el calor corporal? Por eso duermen unos sobre otros, acurrucados

La tuberculosis de las suricatas y el cambio climático 

Pese que la suricata no está en peligro de extinción, el cambio climático también le está afectando tal y como señala un estudio llevado a cabo por un equipo científico internacional de la Estación Biológica de Doñana – CSIC y el Kalahari Meerkat Project y publicado en Nature.  

Analizando más de 20 años de datos demográficos semanales de cerca de 2.000 ejemplares de suricata, el equipo descubrió que “que los periodos prolongados de temperaturas extremas, que están siendo cada vez más frecuentes en el desierto del Kalahari, incrementan las probabilidades de que existan brotes de tuberculosis al aumentar el estrés fisiológico y promover la movilidad de los machos entre grupos, que son los portadores principales de la enfermedad”. 

Así pues, la frecuencia de años especialmente calurosos aumenta la probabilidad de brotes de tuberculosis entre las suricatas. Y es que, a pesar de su innata adaptación a la vida en el desierto, todo ser vivo tiene un límite, y si lo supera puede ser fatal: las suricatas no son una excepción.  



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