¿Por qué las moscas nos molestan tanto?

Con permiso de la rata y el mosquito, la mosca tal vez sea el animal más detestado del planeta. Y no solo por los humanos: si preguntásemos a una vaca o a un caballo, seguro que estarían de acuerdo con nosotros. Y es que la mosca combina varios rasgos más que molestos: el ruido, la tozudez, la irreductibilidad, su carácter “okupa”… y la propagación de enfermedades

Pero la mosca no lo puede evitar, no lo hace por molestarnos, sino porque necesita nuestra piel, nuestra comida, el calor de nuestros hogares y nuestra basura para alimentarse y reproducirse. Porque sí, incluso las moscas cumplen su papel en el equilibrio del ecosistema. Así que cuando la estés persiguiendo por la casa con el periódico en la mano, recuerda que, sin ellas, por ejemplo, no tendríamos chocolate. 

El insoportable zumbido de la mosca doméstica 

Una mosca - Fuente: Depositphotos
Una mosca – Fuente: Depositphotos

Estás plácidamente durmiendo en una mañana de verano cuando un zumbido se acerca a tu oído. Mueves la mano para alejar eso que anda rondándote, pero a los pocos segundos vuelve a insistir. Tú quieres seguir disfrutando del sueño, pero ya es tarde: tu visitante es más cabezona que tú. No parará de “tocarte los oídos” hasta que te levantes y te pongas en movimiento. 

17 millones de moscas por persona 

Moscas copulando - Fuente: Pixabay
Moscas copulando – Fuente: Pixabay

Si somos 8.000 millones de personas y hay 17 millones de moscas por persona… echa cuentas. Menos mal que, generalmente, el porcentaje que nos corresponde no se mete a la vez en nuestra casa, sino necesitaríamos una bomba atómica más que un matamoscas para recuperar la tranquilidad de nuestro hogar. 

Y este es solo uno de los muchos encontronazos que tenemos con las moscas, especialmente en verano, cuando más proliferan. Pero antes de agarrar el matamoscas —es elocuente que existe una herramienta con ese nombre, como también existe el matarratas— debemos recordar que el término coloquial “mosca” engloba hasta 30 millones de especies, todas ellas perteneciendo al orden de los dípteros que se caracterizan por sus dos alas traseras y por sus halterios, entre los que también está el mosquito. 

Y bien, ¿por qué se sienten atraídas por nuestras casas, por el interior de los edificios, siempre buscando arrimarse a un cuerpo caliente? Porque necesitan el calor para vivir, por eso suelen preferir una pared iluminada por el sol para pulular con sus famosas patas con pulvilos, esas almohadillas que les permiten andar boca abajo, como si la gravedad no fuera con ellas. 

El calor es vida para ellas igual que para nosotros, pero con una salvedad: la mayoría de las moscas se reproducen en verano, cuando la hembra pone hasta 500 huevos que eclosionan en menos de 24 horas devorando restos orgánicos ricos en nutrientes.  

Las moscas pasan sin llamar 

Su olfato ubicado en las antenas y su habilidad para detectar corrientes de aire caliente facilitan su entrada en las casas humanas. Por eso un pequeño resquicio en una ventana o una puerta es suficiente para que uno de estos animalitos se cuele en tu hogar.  

Y pese a que se suele decir que las moscas viven muy poco y su vida se circunscribe a un ambiente muy reducido esto no es del todo cierto ya que pueden llegar a vivir hasta 30 días y recorrer cinco kilómetros por día… ¡y ser arrastradas por el viento hasta 300 kilómetros en 24 horas

Se sientan a tu mesa sin invitación

Mosca - Fuente: Pexels
Mosca – Fuente: Pexels

Pero además del calor humano (o animal) las moscas andan buscando alimento, por supuesto. Y después de miles de años de evolución saben que es más probable encontrar alimento donde hay otros animales.

Las moscas son principalmente carnívoras, alimentándose de materia animal, como carroña y heces, además de sustancias azucaradas, leche, verdura y fruta. Pero no comen como nosotros, sino que deben ablandar el alimento antes de ingerirlo, segregando una sustancia que descompone el alimento.  

Imagínate la escena en el microscopio: una mosca que acaba de estar de paseo sobre caca de vaca, se posa en tu tortilla de patata en un descuido, vomita en ella, y se come un trocito. Y después se posa en tu brazo para ver si llevas el postre en tu piel. No esperará que, además, la acariciemos, ¿no? 

Vector de contagio de enfermedades 

Más seria es su vinculación con las enfermedades, que tiene que ver con su afición por la carroña y las heces de otros animales. La forma en la que contaminan los alimentos está vinculada a ella: entran en contacto con comida que puede contener organismos patógenos que transportan al siguiente alimento con el que entran en contacto, el cual después puede ser consumido por un animal.  

En este sentido, los expertos señalan que las moscas domesticas pueden transmitir al menos 65 enfermedades a los humanos, entre ellas fiebre tifoidea, disentería, cólera, poliomielitis, ántrax, lepra y tuberculosis. 

Sin moscas no tendríamos chocolate 

Mosca - Fuente: Unsplash
Mosca – Fuente: Unsplash

La curadora de dípteros del Museo de Historia Natural de Londres Erica McAlister cuenta en este artículo del New York Times que adora las moscas porque “hacen de todo, llegan a todos los lugares, son ruidosas y adoran tener sexo”.  

Pero, aunque McAlister “odia el chocolate” nos advierte que sin una especie de mosca (la jején) no tendríamos chocolate porque, además de sangre, le gusta el néctar transportando el polen de una planta de cacao a otra. 

Esta es solo una de las muchas funciones que cumplen las moscas en el ecosistema, además de tocarnos las narices en verano: “limpian toda clase de residuos biológicos, desde cosas inútiles hasta el limo de las cañerías”.  

¿Son tan escurridizas? 

En este artículo de The Conversation, el catedrático de la Universidad de Alcalá Manuel Peinado Lorca nos describe su sistema de vuelo que explica la dificultad que tenemos los humanos para atraparlas: los famosos halterios, además de su “visión ultrarrápida”, explica este escurridizo carácter. 

Pero una matización no fundamentada científicamente, sino en la experiencia de años en ambientes rurales: una mosca doméstica no es tan escurridiza si actúas como un ninja sustituyendo el shuriken por un matamoscas (o una revista del corazón): tan solo se trata de esperar el momento en que se pose en una superficie amplia, permanecer quieto un par de segundos y dar un golpe seco, rápido… y mortal.

Hace tan solo unos días tuvimos que desempolvar el traje de ninja matamoscas en una cabaña perdida en el campo: entre nueve y diez cadáveres atestiguan que un ser humano bien entrenado puede doblegar los halterios y la visión ultrarrápida de la mosca doméstica. No queríamos despertarnos con el molesto aleteo de la mosca en nuestra oreja… aun a riesgo de quedarnos sin chocolate. 



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