A finales de 1872, Phileas Fogg y Jean Passepartout completaron su hazaña para fastidio de los flemáticos y sofisticados caballeros del Reform Club londinense que habían apostado en su contra. Fogg había jugado la mitad de su fortuna a que sería capaz de dar la vuelta al mundo en menos de 80 días y se salió con la suya.
Década y media después, Nellie Bly también quiso salirse con la suya. Pero lo de la periodista de 25 años no era una ficción escrita por el maestro de las aventuras y la ciencia ficción. Era de verdad. Aunque muchos también apostaron en su contra: «una mujer nunca podrá hacer un viaje así sin la protección de un hombre». Estaba claro que no conocían bien a Nellie Bly…
Nellie Bly y la vuelta al mundo en 72 días
«Ponga a un hombre en marcha y mañana lo hago para otro periódico… y lo gano». Nos podemos imaginar la escena. Los ojos entornados, los labios apretados y la certeza de que se iba a salir con la suya, otra vez. Una sonrisa del editor y un leve movimiento de la cabeza. “Muy bien, Nellie, muy bien, hazlo… la historia es tuya”.
Nellie Bly llevaba poco más de dos años trabajando en el New York World de Joseph Pulitzer, un periódico publicado desde 1860 y popular por su estilo sensacionalista. La periodista ya se había hecho un nombre en la redacción gracias a su célebre artículo sobre un asilo psiquiátrico para mujeres: Bly se había infiltrado en él haciéndose pasar por enferma mental destapando las condiciones inhumanas en las que vivían las pacientes.
Cuando el 14 de noviembre de 1889 Bly parte desde el puerto de Hoboken en New Jersey, aún resonaban en su cabeza las advertencias y los negros augurios de algunos de sus compañeros en el periódico. No solo dudaban de que la joven periodista pudiera «viajar sola» sino de que fuera capaz de completar la vuelta al mundo en menos de 80 días… «por el exceso de equipaje con el que viajan las mujeres».
A buen seguro que estos convencionalismos hacían sonreír a Bly que se dejó de baúles y zarandajas y viajó casi con lo puesto: un vestido, un abrigo, dos gorras, pañuelos, mudas de ropa interior… y mucho papel y lápiz. Porque Bly no solo quería demostrar de lo que era capaz, sino dejar constancia de ello por escrito en otro artículo que marcaría una época.
Su primera parada fue Londres al otro lado del Atlántico. Y de la capital británica a París… pasando por Amiens. Tal era la confianza en sí misma de Bly que se desvió de la ruta más rápida para visitar a Julio Verne en su domicilio. El escritor la recibió con gusto y le explicó el germen de su novela: «había leído sobre unos cálculos para dar la vuelta al mundo, los cuales no tenían en cuenta los husos horarios». Como buen narrador, Verne construyó su historia sobre un gran final. Bly se inspiró en el maestro, pero para su gran final todavía quedaban varias semanas.
Paralelamente, en Nueva York, las cosas se ponían interesantes. La revista Cosmopolitan también había puesto en marcha a una reportera, Elizabeth Bisland, que salió el mismo día, pero viajando en sentido contrario.
Mientras tanto, el World exprimía al máximo el reto que ahora también se había convertido en una competición: «nuestra intrépida reportera viaja sin la protección de un hombre». Los lectores no tardaron en engancharse a los updates de Bly apostando sobre el número de días que necesitaría la reportera para completar la vuelta al mundo.
Una vez que la periodista se entrevistó con Verne, puso rumbo a Brindisi en Italia donde tomó un barco que la condujo a Port Said para atravesar el Canal de Suez, ingenio que llevaba operativo apenas dos décadas e imprescindible para que pioneras como Bly pudieran retar al tiempo.
Tras arribar en Adén en Yemen, Bly prosiguió por mar hasta llegar a Colombo, en Ceilán, actual Sri Lanka. Este cambio en la ruta que había hecho Phileas Fogg era uno de los ases en la manga del único abrigo con el que viajó Nellie Bly: la periodista evitaría cruzar la India en tren —y, sobre todo, a lomos de un elefante— viajando en barco desde Colombo a Singapur, con escala en Penang, atravesando así el estrecho de Malaca.
Fue durante su estancia en Hong Kong cuando Bly se entera de que otra mujer está intentando batir el récord de Fogg viajando en sentido contrario. Pero a la periodista del World no le tiembla el pulso y se lo toma con calma: porque la vuelta al mundo de Bly no era solo una carrera contra el tiempo, sino también una excusa para conocer otras culturas tal y como dejó por escrito en su cuaderno de bitácora, pese a que algunos de esos textos destaparan el lado oscuro de la periodista…
Tras pasar por Yokohama en Japón —tal y como también hizo Fogg—, Bly afronta la penúltima etapa de su periplo: cruzar el Pacífico hasta vislumbrar la bahía de San Francisco. En la ciudad californiana tomó un tren que cruzó Estados Unidos hasta su punto de partida. La periodista no necesitó acudir a los husos horarios ni recompensar a un cochero temerario para ganar la apuesta, le sobraron 8 días: Bly completó la vuelta al mundo en 72 días, cuatro días menos que Elizabeth Bisland. Nellie Bly se había salido con la suya, otra vez.
El legado de Nellie Bly
Reportera, novelista, empresaria, periodista de guerra, infiltrada… y viajera. Elizabeth Jane Cochran desafío los estigmas, prejuicios y convencionalismos de su tiempo desde que una carta anónima publicada en el periódico Pittsburgh Dispatch le valiera un trabajo… y un seudónimo: tal y como era costumbre en su época, el editor le dio un apodo: las mujeres no acostumbraban a firmar con su propio nombre.
Poco tiempo después, ya como Nellie Bly, la joven reportera de Pensilvania llegó, vio y venció a la Gran Manzana neoyorquina, convirtiéndose con reportajes como «Diez días en un manicomio» o «Around the World» en una inspiración para miles de chicas norteamericanas que soñaban con algo más que escribir sobre jardinería y decoración, sobre ‘temas femeninos’.
Pero tal y como le sucedió a Amelia Earhart, Bly también conoció el lado menos amable de la fama, arruinándose tras casarse con un empresario 40 años mayor que ella. Pero Bly no tuvo reparos en volver al periodismo cuando se encontró sin un penique en el bolsillo: reportó sobre la I Guerra Mundial desde el Frente Oriental.
Menos de una década después, Elizabeth Jane Cochran moría de neumonía siendo enterrada en un cementerio de Nueva York… donde también se encuentra la tumba de su ‘rival’ Elisabeth Bisland.
Olvidada durante años, en los últimos tiempos su nombre ha vuelto a resonar como pionera del periodismo y también por la publicación de sus novelas perdidas, entre las cuales se encuentra un controvertido texto calificado como racista —como también sucedió con algunos xenófobos pasajes de su vuelta al mundo— y que su descubridor se niega a publicar. Pero Nellie Bly nunca pretendió ser una mujer perfecta… eso solo existe en la ficción.