Roma es de esas ciudades que acumula tanta cultura por metro cuadrado que puede llegar a agotar al visitante. Con una guía en la mano y el tiempo siempre justo, al viajero no le queda otra opción que ir tachando monumentos, museos y edificios de su ruta si no quiere quedarse a vivir en la ciudad eterna. Pero a ningún turista se le ocurre tachar el Coliseo de Roma, uno de los monumentos más visitados del mundo.
Con cerca ya de 2.000 años de historia, el Coliseo se ha erigido en todo un símbolo, no solo de la capital, sino de toda Italia. Pero no siempre fue así. En su larga y compleja historia este imponente anfiteatro ha pasado por todo tipo de vicisitudes, algunas muy sorprendentes.
Nerón dio nombre al Coliseo de Roma
El controvertido emperador Nerón tenía el lago artificial de su célebre Domus Aurea —su gigantesco palacio— en el lugar en el que pocos años más tarde Vespasiano ordenaría construir el mayor anfiteatro de la Roma Antigua. Finalizado en el año 80 d.C. en época de Tito —solo 8 años más tarde de que se colocara la primera piedra—, se decidió mantener en sus aledaños una colosal estatua de bronce de Nerón.
Y fue así como, con el tiempo, del nombre original —Anfiteatro Flavio, en honor a la dinastía Flavia a la que pertenecían tanto Vespasiano como Tito— se pasaría a su apelativo popular: el Coliseo.
Niños en la grada
Aunque la cifra sobre los espectadores que podían albergar sus 80 filas de gradas siempre ha sido motivo de debate, está aceptado que en su momento de esplendor superó fácilmente los 50.000. ¿Y por qué iba tanta gente al Coliseo? Para empezar, era gratis, lo cual siempre es un incentivo. Pero, además, los espectáculos, entre los que destacaban las luchas de gladiadores, ofrecían al pueblo romano su buena dosis de adrenalina a través de la explotación del sufrimiento ajeno, ya fueran esclavos o animales.
Y entre los espectadores de las sangrientas luchas o de las ejecuciones también había niños. Para las familias romanas era una actividad didáctica: “Ves, pequeño Diocleciano, eso te puede pasar ti si le robas más sestercios a papá”. Eran otros tiempos.
Mujeres en la arena del Coliseo de Roma
Con el paso del tiempo, y gracias sobre todo a la novela histórica y al cine péplum, hemos idealizado la figura de los gladiadores que saltaban a la arena a matarse para amenizar la estresante vida de los urbanitas romanos. Pero entre aquellos Kirk Douglas o Russell Crowe también había Pam Grier o Margaret Markov. En los años 70 se estrenó una película titulada The Arena que especulaba con la presencia de mujeres gladiadoras.
Pero los historiadores confirman que no todo aquello era una fantasía. Aunque en menor número que en el caso de los hombres, existen testimonios y restos arqueológicos que confirman que también muchas mujeres se vieron obligadas a bajar a la arena y luchar por su supervivencia espada en mano.
La arena se llenaba de agua para las batallas navales
Aunque menos habituales que el resto de espectáculos por su complejidad logística, el Coliseo también albergó las conocidas como naumaquias, unos eventos que trataban de reproducir históricas batallas navales. Para ello, la superficie de arena se llenaba de agua y se introducían barcos que navegaban por ella.
Pese a que todavía existen muchos interrogantes sobre el proceso técnico para transformar el coliseo en una enorme piscina, no cabe duda de que las pocas naumaquias que se celebraron en Roma fueron todo un acontecimiento para los asistentes.
De centro comercial a cantera y lugar marginal
Con el final del Imperio, el Coliseo pasó por todo tipo de etapas. Una vez que se puso fin a los espectáculos, el interior del edificio, así como su compleja red de sótanos y pasadizos, fue ocupada por romanos tanto para vivir como para comerciar. Se instalaron tiendas y talleres, además de lugares de culto religioso.
Pero, poco a poco, el otrora majestuoso edificio se cubrió de hiedra y terminó mutando a lugar marginal frecuentado por proscritos. Mientras tanto, el edificio iba siendo desmantelado por las élites religiosas y económicas que se nutrían de su piedra para construir sus palacios e iglesias.
Del Romanticismo a Mussolini
Con la reivindicación del pasado histórico y la configuración de las naciones europeas durante el siglo XIX, el Coliseo limpió su imagen y empezó a considerarse un hito cultural para los artistas —que culminaban el Grand Tour en el interior del mismo— y un símbolo político para muchos italianos. Esta asociación del Coliseo con la italianidad llegó a su máxima expresión en época de Mussolini que siempre tuvo de referencia al antiguo Imperio Romano para su delirio fascista.
Una firma de moda financia la restauración del Coliseo de Roma
Es la cuadratura del círculo: el capitalismo multinacional metiendo mano en una de las siete maravillas del mundo moderno. Ante la incapacidad de los sucesivos gobiernos italianos para elaborar un plan de restauración del anfiteatro, la firma de zapatos de lujo Tod’s financió el lavado de cara del Coliseo que, en 2016, retiró los andamios que durante años cubrieron la fachada sur del edificio.
¿Un desinteresado acto filantrópico de Diego della Valle, presidente de la firma textil? No: a cambio se llevó numerosas ventajas fiscales y el control de la comunicación y uso corporativo de la imagen del Coliseo durante dos décadas. Al menos no tenemos que llamarlo Tod’s Arena… de momento.