En las paradisíacas islas Galápagos (Ecuador), se localiza una isla que ha fascinado a muchos viajeros durante generaciones, tanto por la riqueza natural que atesora como por los sucesos, misterios y leyendas que en ella acontecieron.
Hoy viajamos en el tiempo para contarte la increíble historia de la isla Floreana, la sexta isla más grande del archipiélago de las Galápagos, con una longitud de 18 kilómetros y una superficie de 173 kilómetros cuadrados.
Bahía de Correos
Se la denominó la isla Floreana (Floreana Island) a causa del primer presidente de Ecuador: Juan José Flores, cuando este territorio pasó a formar parte del país, pero su historia comienza mucho tiempo atrás.
La isla fue descubierta en el año 1535 por el dominico Fray Tomás de Berlanga Tomás de Berlanga pero tuvieron que pasar un par de siglos antes de que aquí se dejara rastro de alguna presencia humana. Fue a finales del siglo XVIII, cuando la isla se había convertido en un refugio para piratas y balleneros, el momento en el que se instaló un puesto de correos en la bahía norte, que pasaría a ser conocida como la bahía de Correos. Y es que aquí utilizaban un barril como una especie de buzón en el que depositaban las cartas, que luego eran recogidas por otro marinos rumbo a Europa o a los Estados Unidos. A día de hoy, los visitantes de la isla continúan la tradición depositando sus propias tarjetas postales.
Primeros colonizadores
El primer habitante permanente de las islas Galápagos, el irlandés Patrick Watkins, se instaló en Floreana entre 1807 y 1809. En 1819, la isla fue asolada por un incendio provocado por uno de los tripulantes de un buque ballenero: el Essex, aunque sin duda el hecho más paradigmático durante el siglo XIX en estas tierras fue la llegada de Charles Darwin, que las visitó mientras realizaba su famoso viaje en el HMS Beagle en el año 1835. Por aquel entonces, los ecuatorianos utilizaron la isla como penal, pero la escasez de agua dulce provocó que dejaran de darle tal uso.
Así que una vez desaparecida la colonia penal, a principios del siglo XX, comenzaron a llegar inmigrantes noruegos para establecerse en Floreana y poner en funcionamiento una planta de conservas de pescado. Pero el negocio fracasó y las duras condiciones ambientales provocaron que este grupo de colonizadores también desapareciera: algunos fallecieron durante el primer año, otros se suicidaron y otros regresaron a Noruega.
La Baronesa de las Galápagos
Años después, el doctor alemán Friedrich Ritter se instaló en la isla con su amante, Dore Strauch, para vivir aislados en la naturaleza como si Floreana fuera el Jardín del Edén, tras haber abandonado a sus respectivos cónyuges.
En 1932 llegó a Floreana la baronesa Eloise Wagner de Bousquet, a la que se llamaría la Baronesa de las Galápagos. Iba acompañada de tres hombres, que se dice que eran sus tres amantes: Lorenz, Philippson y Valdivieso. Su idea era fundar en la isla un hotel de lujo. Pero un par de años después, Philippson y ella desaparecieron en extrañas circunstancias. El principal sospechoso fue Lorenz, pero su cadáver apareció tiempo después en la isla Marchena. A continuación fue el doctor Ritter el que murió intoxicado y Dore Strauch volvió a Alemania, donde ingresó en un psiquiátrico. Nunca se descubrió que pasó con los desaparecidos ni quién fue el responsable de las muertes.
Los Wittner
Los Wittner también llegaron en 1932 a la isla. La familia estaba formada por Margaret, embarazada de cuatro meses, su esposo Heinz y Harry, el hijo de este último, fruto de su primer matrimonio. Margaret Wittmer (1904-2000) contaría sus experiencias en la isla en el libro Postlagernd Floreana: A Robinson family in the Galapagos Island, cuyo éxito fue tal que pronto se tradujo a varios idiomas. El hijo de la pareja, Rolf, fue la primera persona que nació en las Galápagos, y unos años después nació Floreana, su segunda hija.
En la actualidad, la isla Floreana está habitada por una pequeña comunidad que vive en perfecta comunión con la naturaleza, y es posible hospedarse en el hotel Wittner, fundado por la propia Margaret y gestionado por su hija Floreana y su nieta Erika.