Carcassonne: qué ver en la famosa ciudad medieval y otros rincones por descubrir

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Cada año, millones de turistas acuden a Carcassonne, atraídos por la fama de uno de los pueblos medievales más bonitos del sur de Francia, pero muchos no llegan a profundizar en su rica historia y en los diversos atractivos que ofrece la ciudad y su entorno.

Carcassonne merece más que una visita apresurada. Descubrirla por completo requiere tiempo y un interés por conocer su legado cultural y su entorno natural. ¿Te animas a conocerla en profundidad?  

Un breve paseo por su historia

Panorámica del Castillo desde el Puente Viejo – Foto: Christian Rojo

Los orígenes de Carcassonne se remontan a tiempos prerromanos, con asentamientos que datan del siglo VI a.C. Sin embargo, fue bajo la ocupación romana, alrededor del siglo I a.C., cuando el sitio comenzó a tomar la forma de una fortaleza. Los romanos, reconociendo la importancia estratégica del emplazamiento, en la colina sobre el río Aude, construyeron una serie de defensas que marcaron el inicio de la larga historia militar de la ciudad.

En el siglo V d.C., los visigodos tomaron control de la región, fortaleciendo aún más las defensas de la ciudad hasta que, en el siglo XII, la ciudad alcanzó su apogeo bajo la dinastía Trencavel, una familia de visigodos que convirtió a Carcassonne en un bastión del Catarismo. Un movimiento religioso que fue brutalmente reprimido durante la Cruzada Albigense.

Tras la muerte del último de los Trencavel y la conquista de la ciudad por Simon de Montfort en 1209, Carcassonne pasó a formar parte del dominio real francés. Las siguientes décadas vieron la expansión de sus fortificaciones, consolidando su reputación como una de las ciudades mejor defendidas de Europa. Sin embargo, con el Tratado de los Pirineos en 1659, la ciudad perdió su importancia militar y comenzó un largo período de decadencia.

Así llegamos al siglo XIX. La Cité de Carcassonne está prácticamente en ruinas y las autoridades francesas se plantean seriamente demoler lo que quedaba en pie. Por suerte, aparece en escena el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, un apasionado de la historia, que en 1853 les convence para poner en marcha un ambicioso proyecto de restauración.

Detalle de la muralla – Foto: Christian Rojo

El arquitecto restauró las murallas, torres y edificios clave de la ciudad, agregando con bastante polémica algunos elementos que hoy en día muchos historiadores consideran anacrónicos. Por ejemplo, los característicos techos cónicos en las torres, que posiblemente no respetan el diseño original de las murallas pero que, no cabe duda, contribuyen al aspecto de cuento de hadas que define a Carcassonne en la actualidad. Polémicas aparte, lo que está claro es que, sin Viollet-le-Duc, Carcassonne no habría sobrevivido ni sería el imán turístico que es hoy.

Como reconocimiento a estas labores y a todo el trabajo llevado a cabo durante el siglo XX, la Cité de Carcassonne fue reconocida en 1997 en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Qué ver dentro de la Ciudadela

Carcassonne – Foto: Christian Rojo

El recorrido por Carcassonne suele comenzar por la Puerta Narbonnaise, la principal entrada. Atravesar este acceso, flanqueado por dos imponentes torres con sus características techumbres cónicas, es como un viaje en el tiempo y te introduce de inmediato en un universo de casas medievales y calles estrechas, donde el bullicio del siglo XXI parece desvanecerse. Al menos en los días menos concurridos.

Mientras subes por estas empinadas calles, no perderás de vista la majestuosidad del Castillo Condal. Esta fortificación del siglo XII, que fue el epicentro de la defensa de Carcassonne durante la mencionada Cruzada Albigense, sigue siendo un monumento imponente. Una muralla y un profundo foso nos dan la bienvenida al castillo, en el cual podemos recorrer diferentes estancias originales y un museo con una importante colección de artefactos medievales, desde armas hasta vestigios de la cultura cátara que floreció en la región.

Vistas panorámicas desde el Castillo – Foto: Christian Rojo

Pero, sin duda, lo más impresionante de la visita serán las vistas panorámicas desde las murallas del castillo. Desde diferentes miradores, podremos contemplar no solo el entramado de la Cité, sino también los bonitos paisajes de la campiña de Languedoc, con los Pirineos visibles en la distancia en los días despejados.

Al salir del castillo recomendamos perdernos entre las callejuelas de la ciudadela para descubrir algunos de los rincones más bonitos de Carcassonne. Los turistas suelen quedarse en las calles principales, como la Rue Cros Mayrevieille o la Rue du Grand Puits, así que, si nos perdemos un poco, conseguiremos escapar un poco del jaleo y sentir mejor la magia del lugar.

Basílica de Saint-Nazaire – Foto: Christian Rojo

Todos los caminos nos llevarán, de cualquier modo, a la Basílica de Saint-Nazaire, una joya arquitectónica que protege otra de las entradas a la ciudadela. Esta iglesia, originalmente construida en estilo románico, fue transformada en un espléndido ejemplo del gótico meridional durante el siglo XIII. La penumbra de su interior contrasta con el esplendor de sus vidrieras multicolores, que bañan el espacio en tonos de rojo, azul y verde.

Después de seguir paseando la ciudadela y visitar, por ejemplo, el divertido Campamento Medieval lleno de actividades, no puede faltar un paseo por las murallas que por primera vez, desde este verano, se pueden recorrer en su totalidad. Estas murallas dobles, que se extienden a lo largo de 3 kilómetros, rodean completamente la Cité y suman un total de 52 torres. A medida que avanzamos por estas murallas, las vistas son espectaculares y tendremos una bonita panorámica de la ciudad moderna de Carcassonne, a la que nos dirigiremos a continuación.

La Carcassonne moderna

Interior de la Catedral de Saint-Michel – Foto: Christian Rojo

Volvemos a salir de la ciudadela y nos encaminamos atravesando el bonito Puente Viejo hacia la Ville Basse o la Bastide Saint-Louis, la parte más moderna y dinámica de la ciudad. La que disfruta realmente la población local. Aunque el adjetivo de moderna es bastante relativo porque esta parte de la ciudad fue fundada en el siglo XIII. Se desarrolló entonces en un estilo de cuadrícula ordenada, con la habitual planificación urbana de la época medieval tardía.

Debemos acercarnos a ver la auténtica catedral de Carcassonne, que no es la basílica que hemos visto en la ciudadela. Construida en el siglo XIII, tras la destrucción de la iglesia original durante la Cruzada Albigense, la Catedral de Saint Michel fue concebida como lugar de culto y como una fortaleza. Esto explica su fachada austera y su imponente torre campanario, que originalmente servía también como torre defensiva. El interior de la catedral, de una sola nave con capillas laterales, es amplio y luminoso, destacando por su sobriedad y la serenidad que emana de sus muros de piedra. No dejes de fijarte en sus curiosas lámparas en forma de cruz con calefactores incorporados, todo un invento.

Mercado local en la Plaza Carnot – Foto: Christian Rojo

Casi toda la parte nueva gira en torno a la Plaza Carnot, el centro neurálgico de la ciudad. Esta bonita plaza, con su mercado al aire libre y una multitud de cafés, resume bien la auténtica esencia de Carcassonne. Durante las mañanas, especialmente los días de mercado, la plaza se llena de colores, olores y sonidos.

Frutas y verduras frescas, embutidos, quesos, especias de todo tipo y el murmullo constante de la gente que regatea y charla con los comerciantes. Los cafés que rodean la plaza ofrecen el lugar perfecto para sentarse, disfrutar de un café gourmand o uno de sus maravillosos vinos locales, y observar el mundo pasar.

Museo de Bellas Artes – Foto: Christian Rojo

Muy cerca de allí, el Museo de Bellas Artes ofrece un refugio cultural en medio de la actividad de la Bastide. Este museo, aunque modesto en tamaño, alberga una impresionante colección de arte que abarca desde pinturas europeas del siglo XVII hasta el XIX, así como artefactos históricos que cuentan la historia de la región. Se encuentra ubicado al final de una bonita explanada con esculturas de arte moderno.

No podemos abandonar la ciudad sin hablar del Canal du Midi, una obra maestra de la ingeniería del siglo XVII. Este canal, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se construyó para facilitar el comercio entre las regiones francesas y hoy en día es un importante atractivo turístico. Un paseo en barco por el canal es una experiencia de lo más relajante y nos permitirá disfrutar del paisaje ondulante del campo occitano, salpicado de viñedos y pueblos pintorescos.

Qué ver en los alrededores de Carcassonne

Carcassonne puede ser un perfecto punto estratégico para visitar otros lugares en esta bonita región del sur de Francia. No muy lejos encontramos bonitas ciudades como Toulouse o Narbona y preciosos pueblos como Castres, pero hoy nos vamos a centrar en algunos puntos de interés más cercanos.

Cueva de Cabrespine:

Interior de la Cueva de Cabrespine – Foto: Christian Rojo

A unos 20 minutos en coche desde Carcassonne, la Gouffre Géant de Cabrespine es una de las cuevas más grandes y espectaculares de Francia. Esta inmensa cavidad, esculpida pacientemente por el agua a lo largo de milenios en las entrañas de la conocida como Montaña Negra, te deja sin aliento con su impresionante tamaño y la diversidad de formaciones geológicas que alberga.

El abismo de la cueva tiene una profundidad de aproximadamente 250 metros y se extiende en un espacio vasto y cavernoso que deja a los visitantes asombrados por su inmensidad. Dentro de la cueva, se pueden observar estalactitas, estalagmitas y cristales de aragonito que brillan bajo la iluminación cuidadosamente diseñada para resaltar la belleza natural del lugar. Uno de los puntos más impresionantes de la visita es una pasarela de cristal suspendida a 200 metros sobre el fondo de la cueva, solo apta para personas sin vértigo.

Abadía de Caunes Minervois:

Abadía de Caunes-Minervois – Foto: Christian Rojo

Situada en el pintoresco pueblo de Caunes-Minervois, a unos 25 kilómetros de Carcassonne, este monasterio benedictino es famoso por su arquitectura que combina elementos del románico y del gótico, así como por su uso del mármol rojo de Caunes. Un material muy valorado en la época y empleado en monumentos emblemáticos como el Palacio de Versalles o la Ópera Garnier en París.

La abadía destaca por su ábside románico del siglo XI, uno de los ejemplos más antiguos y mejor conservados de este estilo en el sur de Francia. Este ábside, con su forma redondeada y su techo cónico, se puede apreciar mejor desde el exterior. La cripta de la abadía, que data del siglo VIII, es otro de los puntos clave de la visita. Aquí se pueden ver los vestigios de la iglesia carolingia original, lo que proporciona una conexión directa con los primeros días del cristianismo en la región.

Ya que estamos aquí, conviene darnos un paseo por las encantadoras calles medievales de Caunes-Minervois, que conserva un buen número de antiguas casas renacentistas. Especialmente recomendables son la Logis Abbatial, una residencia del abad reconstruida en el siglo XVII, así como mansiones históricas como el Hôtel d’Alibert, otro precioso ejemplo renacentista que conserva unos impresionantes patios interiores.

Château de Pennautier:

Palacio de Pannautier – Foto: Christian Rojo

Este elegante château, conocido como el «Versalles del Languedoc», se encuentra a pocos kilómetros de Carcassonne. Construido en 1620, el Château de Pennautier es un ejemplo magnífico de la arquitectura francesa clásica y también el corazón de una vasta propiedad vinícola.

Ofrecen una visita donde podremos recorrer los lujosos salones del palacio, disfrutar de un paseo por sus jardines de estilo francés y disfrutar de una cata de vinos locales en la bodega.

Dónde comer en Carcassonne

Un plato de cassoulet – Foto: Christian Rojo

Como en cualquier sitio turístico conviene elegir bien dónde vamos a comer para poder disfrutar de una experiencia más auténtica y de la rica gastronomía occitana. Esta cocina se caracteriza por la fusión de sabores de la montaña y el mar, con platos emblemáticos como el cassoulet, un guiso robusto de alubias y pato, o la bouillabaisse, una sopa de pescado originaria de la cercana costa mediterránea.

Dentro de Carcassonne, podemos recomendar los siguientes restaurantes:

  • Le Réservoir: Fuera de la ciudadela, en la animada Rue Trivalle, este restaurante ofrece un ambiente moderno y relajado. Ubicado en una antigua bodega, su cocina se centra en ingredientes frescos y de temporada, con una carta que cambia regularmente para reflejar lo mejor de la producción local.
  • Le Creneau: Situado en el corazón de la ciudadela, Le Creneau combina perfectamente la atmósfera medieval con una cocina contemporánea. Este restaurante es ideal si deseas disfrutar de una comida relajada con vistas a las murallas de la Cité. Ofrecen platos tradicionales con un toque moderno, y es un excelente lugar para probar el famoso cassoulet.
  • La Barbacane: Si buscamos una experiencia gastronómica de alto nivel, La Barbacane es el lugar indicado. Este restaurante cuenta con una estrella Michelin y se encuentra en el prestigioso Hôtel de la Cité, dentro también de la ciudadela en una ubicación privilegiada con unas de las mejores vistas de las murallas. El chef Jérôme Ryon elabora platos que celebran la cocina francesa clásica con un enfoque en productos locales y de temporada.
  • Comte Roger: En una esquina tranquila de la Cité, se esconde una de las joyas preferidas de la población local. El restaurante Comte Roger, dirigido por el chef Pierre Mesa, ofrece una experiencia culinaria refinada que mezcla tradición y creatividad. El ambiente es elegante pero acogedor, y el menú se centra en platos regionales como el cassoulet, que aquí se prepara con un toque especial. Es un lugar ideal tanto para una cena romántica como para una comida relajada en un entorno histórico.

Christian Rojo

Aprendiz de viajero y fotógrafo. Me encanta viajar y tratar de encontrar siempre una mirada diferente en los lugares que visito.

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