“Tan pronto como despegamos supe que, desde entonces, tendría que volar.” Amelia Earhart descubrió con 23 años que su destino estaba allí arriba, surcando los cielos, retando a la historia. Tras década y media de aventuras aéreas su tremenda popularidad no la contuvo en su última gran apuesta: una vuelta alrededor del mundo a lo largo del ecuador. Nunca regresó. Un final misterioso y épico que agrandó la leyenda de la primera gran aviadora de la historia.
Amelia Earhart: de Kansas al cielo
Amelia Earhart nació el 24 de julio de 1897 en la pequeña localidad de Atchison, al norte de Kansas City, que recuerda a su hija pródiga con un museo y otro en camino. Cuentan sus biógrafos que, desde bien pequeña, Amelia sintió atracción por esas actividades arriesgadas más habituales en los chicos de su época: escalar árboles, disparar rifles, salir de caza, etc.
Su azarosa vida familiar sería otra aventura que la llevaría a recorrer diferentes estados del Medio Oeste americano hasta terminar en Toronto durante la I Guerra Mundial ejerciendo como enfermera.
Fue en 1920 cuando Earhart asiste en Long Beach a un espectáculo aéreo que cambia su vida. A partir de entonces dirige su vida hacia la aviación tomando clases con Neta Snook, la primera mujer en tener su propia escuela de vuelo y en dirigir un aeropuerto privado. Tres años después recibió su licencia para pilotar, siendo la decimosexta mujer en recibirlo. Estaba lista.
Se compró un biplano amarillo al que llamó ‘El Canario’ y no tardó en romper su primer récord siendo la primera mujer en superar los 4.300 metros de altitud. Además, comenzó a fraguar su imagen pública a través de su actividad como columnista en medios de comunicación y promoviendo la aviación entre mujeres.
Es así como llega su primer gran proyecto. Amy Guest, una aristócrata que había comprado un Fokker F. VII —el trimotor comercial más popular de la década de los años 20— buscaba a una mujer para embarcarse en un vuelo transatlántico. Guest encargó al publicista George Putnam —futuro marido de Earhart— que encontrara a la mujer adecuada. Y dieron con Amelia.
Pero Earhart no pilotó aquel avión. Tal y como ella misma indicó después, el trabajo lo hicieron sus acompañantes, el piloto Wilmer Stultz y el mecánico Louis Gordon, pero cuando aterrizaron, los medios los ignoraron: ella era la noticia, la primera mujer en cruzar el océano Atlántico.
Amelia Earhart no rehuyó la tremenda notoriedad pública que alcanzó gracias aquel viaje —publicó un libro, anunció cigarrillos, chocolate y coches, y fue vicepresidenta de relaciones públicas de una aerolínea— aunque a buen seguro que se quedó con una espina clavada: no volvería a ser un “saco de patatas” en vuelo.
El 20 de mayo de 1932 Earhart se subió a su Lockheed Vega siendo la primera mujer en la historia en cruzar el Atlántico en vuelo en solitario. Desde el mítico Charles Lindbergh —con el que la solían comparar, también por su cierto parecido físico— nadie había hecho esa travesía en solitario. Pero Earhart lo hizo en menos tiempo que su colega: 14 horas y 56 minutos de vuelo.
Y ahora sí, Amelia Earhart podía disfrutar de su merecido reconocimiento. Bendecida por el presidente Hoover, recorrió la Quinta Avenida en un coche descapotable entre los vítores de miles de neoyorquinos siendo condecorada con la medalla de oro de la National Geographic Society.
Pero Amelia Earhart no tenía suficiente con todo eso. Seguía sintiendo un palpito aventurero, un anhelo desafiante, como cuando era niña y competía con otros chicos por subir a la rama más alta del árbol. Y entonces se embarcó en su última gran aventura.
Amelia Earhart y la vuelta al mundo
Tras un primer intento fallido, Earhart embarcó en el Lockheed Electra 10-E el 20 de mayo de 1937 y junto a su navegante Fred Noonan despegaron de Oakland en California en el primer tramo del que aspiraba a ser la primera travesía aérea alrededor del mundo siguiendo el ecuador. Hasta ese momento, los vuelos alrededor del mundo se hacían por el hemisferio norte, pero Earhart quería cambiar la historia.
Más de 40 días y 35.000 kilómetros después, Earhart y Noonan se encontraban en Papúa Nueva Guinea donde la piloto envió sus últimas fotos al Herald Tribune. El 2 de julio subieron al avión para la que debía ser la penúltima etapa del viaje camino de la isla Howland en mitad del Pacífico. «KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos… El combustible se está agotando…». Fue el último mensaje de Amelia Earhart.
El Electra nunca llegó a Howland estableciéndose que el avión pudo caer entre 50 y 150 kilómetros de la costa de la isla. Un impresionante operativo autorizado por el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt se puso en marcha para localizar al avión y sus ocupantes, pero tras dos semanas de infructuosa búsqueda, el Electra se dio por perdido y a sus dos ocupantes, Earhart y Noonan, como oficialmente desparecidos.
El misterio del último vuelo de Amelia Earhart
Arranca así el último capítulo en la leyenda de Amelia Earhart: desde el 2 de julio de 1937, muchos investigadores, expediciones y teorías han tratado de desvelar el misterio. ¿Qué sucedió realmente con el avión de la piloto de Kansas?
La teoría oficial se apoya en el último mensaje de radio del Electra: el avión se habría estrellado en algún punto cercano a Howland donde el buque patrullero Itasca esperaba a Earhart suministrándole ángulos de radio y columnas de humo para guiar a la piloto y su navegante. Pero una expedición de 2003 que intentó localizar los restos del avión con un sónar de alta tecnología a lo largo de más de 1600 kilómetros cuadrados no encontró restos del avión.
La segunda teoría más popular nos presenta a Amelia y Fred como náufragos en la isla de Nikumaroro, a 350 millas náuticas al sureste de Howland basándose en diferentes mensajes de radio que fueron mandados después del 2 de julio, fecha de desaparición de la aeronave, que podrían corresponder con la presencia del avión en dicha isla.
Además, tras la colonización de Nikumaroro a partir de 1938 se encontraron restos de un avión, una suerte de campamento y huesos humanos enterrados cerca de una fogata, que fueron finalmente perdidos multiplicando las teorías en todas direcciones.
Una de las últimas y más rocambolescas teorías rechaza el accidente y el naufragio, situando a Earhart y Noonan en un episodio de espías en un contexto más que delicado a nivel internacional, con la II Guerra Mundial en ciernes. El avión habría aterrizado en las islas Marshall controladas por los japoneses donde podrían haber sido asesinados… o repatriados a Estados Unidos donde continuaron con su vida con nombres falsos por ¿razones de seguridad nacional?
Pese a que muchos de estas teorías y proyectos de búsqueda aspiran más que nada al revuelo mediático y al miticismo, no cabe duda de que más de 80 años después de la desaparición de Amelia Earhart, la primera gran aviadora de la historia sigue despertando fascinación. Sea cual fuese su destino final, Amelia lo hizo a su manera, retando a la historia a miles de pies de altura.