El lenguaje inclusivo: una revolución necesaria
El lenguaje está vivo y las generaciones jóvenes incorporan nuevas formas de expresarse. En este contexto, el lenguaje inclusivo sigue ganando popularidad.
Todas, todos, todes, tod@s y todxs. En los últimos tiempos, el lenguaje inclusivo se ha convertido en un debate en auge, que ocupa lugar en las redes sociales pero también en las conversaciones de bar o las intervenciones en el Congreso.
Grandes organizaciones como las Naciones Unidas (ONU) definen el lenguaje inclusivo como la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género. Debemos tener en cuenta que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes de una sociedad respecto a diferentes colectivos. Por eso, la propia ONU defiende que emplear un lenguaje inclusivo es una forma importante de promover la igualdad de género y combatir los prejuicios de género. Entonces, ¿por qué hay opositores a esta forma de expresión?
El lenguaje inclusivo, en práctica
Existen distintas maneras de utilizar el lenguaje inclusivo a la hora de expresarnos. Una de las formas pasa por tratar de evitar el masculino genérico para hablar de colectividades y buscar un sustantivo genérico que lo sustituya. Pongamos un ejemplo: En vez de referirnos a “los profesores” o “los alumnos” para hablar del grupo de personas que cada día van al colegio, podemos utilizar sustitutos como “el equipo docente” o “el alumnado”. Estas son palabras más colectivas, que hacen referencia directamente a un grupo en el que seguramente haya mujeres, hombres, e incluso personas que se identifiquen con otra identidad de género (por ejemplo, personas no binarias).
Existen situaciones en las que encontrar estos sustantivos colectivos puede ser complicado. En tal caso, siempre podemos buscar una alternativa. Pensemos por ejemplo en una empresa que quiere publicar una oferta de trabajo. A la hora de referirse a la persona interesada, podría utilizar el masculino genérico: “Los candidatos a la oferta…”. Sin embargo, también puede optar por una fórmula inclusiva: “Los candidatos y las candidatas a la oferta…”
¿Y todes?
Todxs, tod@s y todes. Seguro que al hablar de lenguaje inclusivo te ha venido a la mente esta otra alternativa. Son las terminaciones que proponen algunos movimientos feministas y LGBTIQ+, quienes reclaman un lenguaje igualitario que represente realmente a todas las personas en igualdad. Vivimos en un mundo innegablemente diverso y construir un lenguaje que incluya a todas las personas es fundamental. Por ejemplo, hay personas cuya identidad de género es no binaria, es decir, que no se definen como hombres ni mujeres. ¿Cómo referirnos a estos colectivos entonces?
Es bajo este paraguas donde aparece la idea de utilizar nuevas terminaciones, que buscan representar a todas las personas por igual a la hora de expresarnos. Podríamos denominarlo como lenguaje inclusivo no binario, el cual consiste en modificar el género de las palabras y añadir una “e” o una “x” al final. Por ejemplo, en vez de “amigos” o “amigas”, se propone utilizar el término “amigues”.
La RAE no reconoce la “e”
¿Cuál es el “problema” de este tipo de terminaciones? En el caso de nuestro país, la Real Academia Española (RAE) no reconoce este tipo de modificaciones en el género de las palabras, al considerar que el masculino genérico ya engloba a todas las identidades. Pese a esto, cabe preguntarnos hasta qué punto la RAE puede determinar la forma en la que habla la sociedad. El lenguaje está vivo y las nuevas generaciones incorporan nuevas formas de expresarse. Especialmente en redes sociales, cada vez es más común ver el lenguaje inclusivo puesto en práctica.
En definitiva, al usar el lenguaje inclusivo incorporamos a todas las personas, incluidas esas otras identidades que han estado invisibilizadas a lo largo de la historia en nuestra forma de expresarnos. Porque lo que no se nombra, no existe.