Le llamaron y le dijeron: «Queremos a un rey que lo pase mal«. «Yo soy republicano», recuerda Javier Bardem, que unas horas antes había gritado «¡Viva la República!» en una sesión de fotos para promocionar, justamente, el papel de un monarca, el del rey Tritón. Es su nueva incursión en el cine infantil, un regalo más para sus hijos, que ahora le verán bajo el agua, con melena, corona y tridente en la película de acción real, remake del clásico de Disney, La Sirenita.
«Con el rey Tritón tengo en común que tengo una hija, porque lo que es nadar… Hombre, imagino que también a veces me excede el miedo, la inseguridad, el miedo de cualquier padre y madre. Pero todos hemos sido hijos e hijas y sabemos que no hay otra manera de que esto siga funcionando y siga avanzando que dar lugar a la libertad de los hijos. Así que tengo encuentros y desencuentros con Tritón».
Un personaje que, reconoce, jamás hubiera interpretado antes de ser padre, pero que ahora «me ha tocado algo dentro». «Ahora -continúa Javier Bardem- he abierto mucho más la mano al tema infantil y he descubierto un mundo. Cuando hice los piratas (Piratas del Caribe), mis hijos eran muy pequeños, pero aunque me quería meter en el mundo de los piratas, también lo hice un poco por ellos. Cuando hice el cocodrilo (Lilo, mi amigo el cocodrilo), sí fue solo por ellos, quería darme ese placer y ¡me lo pasé tan bien, coño!».
«Y hay que trabajar, ¿eh? Hay que cantar, hay que bailar, tienes que hacer que ves a un tío, cuando no hay nada. Hay que currar, no te lo regalan», añade el actor, que reconoce que en el cine infantil «hay una ligereza que hace muy divertido trabajar, pero también pide otro músculo que a lo mejor yo no tengo tanto».
Sí tiene, como su personaje, una preocupación real por sus hijos y su futuro, y por ellos le inquietan los referentes que ven en el cine. En este remake de La Sirenita, donde se han cambiado algunos detalles, sigue existiendo el ideal del amor romántico, un modelo con el que él no está muy de acuerdo.
«Hay que romantizar el amor. Lo que no me gusta es el amor idílico, nada de eso de que el amor es suficiente o que el amor debe ser único o para siempre. Eso son cuentos de hadas que ya, a una cierta edad, no deben existir. Pero sí creo en el romanticismo del amor diario, que es una cosa que cuesta, que lleva trabajo y esfuerzo y atención», dice el actor que explica cómo es ese amor diario al que se refiere.
«Es ver a la otra persona y sus necesidades, todos los días. Y no pasar por encima de ello por las prisas, la ansiedad, la falta de tiempo… Es imaginar lo que el otro quiere o no quiere. No se trata de cena con velas, lo romántico es ver al otro de verdad. Ahí está lo hermoso, el encuentro, el dejarse ver y ver al otro. Hoy vamos demasiado deprisa, tanto que es imposible verse a uno mismo y ver a nadie más».
Tan deprisa nos movemos que casi todo lo que está diciendo en esta entrevista lo ha repasado decenas de veces antes durante la promoción de la película. Entonces, Javier Bardem confiesa que eso «me abruma». «Me agobia esta rapidez, internet… Me acuerdo del año 2002, en San Sebastián, cuando presentamos Los lunes al sol. Estuvimos horas hablando y luego nos fuimos Fernando León y yo de cañas hasta que abrieron los kioscos para comprar los periódicos. Y nos fuimos a mi habitación a desayunar cerveza y a leer las críticas, que fueron muy buenas. Era emocionante».
Una cualidad, la de la emoción, que él no ha perdido y ha vuelto a vivir con este trabajo, especialmente cuando conoció a la actriz protagonista, la joven Halle Bailey. «Tenía 18 o 17 años cuando llegó a los ensayos, ahora tiene 21. Entonces llegó con mucha frescura y mucha inocencia. Y ahí me quedé flipado. Nos quedamos todos muy alucinados con la capacidad que tenía de trabajo. Recuerdo que empezaba a calentar la voz y yo empezaba a llorar. Me emocionaba, porque… ¡cómo canta! Ella tiene una cosa que yo creo que es de estrella cinematográfica real, tiene un aura que cuando la ves, quieres seguir mirándola».
A su otra compañera de reparto, Melissa McCarthy, la malvada de esta historia, la bruja del mar, la conoció durante la promoción, porque en el rodaje solo coincidieron un día. «Es una tía que me interesa mucho, es una loca muy punki, está muy bien y es una grandísima devoradora del mundo drag queen, en el que se ha basado para la película».
Una película en la que él ha cantado su primera canción en el cine, Impossible Child, finalmente eliminada del corte final, aunque aparecerá en los extras cuando la película llegue a la plataforma. «Es una canción preciosa, ópera rock, maravillosa. Se rodó y está muy bien, pero en la segunda parte la canción habla de cómo Tritón se da cuenta de que él puede ser la razón por la que su hija quiere irse de casa. Mostrar esa vulnerabilidad en el momento en el que iba la canción, hubiese sido un spoiler del final de la película. Si hubiese estado la canción hubiese quitado valor al final de la película, por eso no está».
Como no estaba casi nada de lo que hoy aparece en pantalla cuando Javier Bardem estaba rodando. Con el tridente, pero sin película ni cuerpo de pez, y sobre un croma de color azul. Solo rodó una escena en el mar, en Cerdeña, y reconoce que no lo pasó muy bien. «La cámara venía desde muy lejos y yo tenía que estar metido en el agua. Me daban una cuerda y cuando tiraban de la cuerda, yo tenía que salir. Todo eso con la armadura y la peluca, que pesaban mucho. Salía medio ahogado, claro. Fue difícil».
Lo demás ha sido, según sus propias palabras, puro disfrute, sobre todo en las escenas que comparte con el cangrejo mayordomo Sebastian (con la voz de Daveed Diggs). «Tenía tres tipos de cangrejos, un muñeco, una marioneta y una bola con ojos de cangrejo. A mí me daba mucha risa. El tercero era mi favorito, pero me moría de risa rodando«.
Han pasado casi cincuenta años desde que debutara en la interpretación, en la serie El pícaro –»Fernando Fernán Gómez pagó a mi madre con medio Madelman»- y ahora han cambiado algunas cosas para él. «A la hora de elegir películas no cambia nada. Lo que sí cambia mogollón es el tiempo que me permito estar fuera de casa, ahora me doy dos semanas y ya. Es importante que los niños entiendan que papá está trabajando, que hay que trabajar, pero… también es importante hacer cosas para que vean el trabajo y entiendan lo que hago».