La eterna fiesta ilegal que enamoró a todo un pueblo: "¿Te acuerdas de cuando la abuela nos llevaba de rave?"
Tremending
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"¿Te acuerdas de cuando la abuela nos llevaba de rave?". La frase de un tuitero será a buen seguro repetida por los pequeños protagonistas de uno de los vídeos que circula por redes sociales sobre lo acontecido en La Peza durante los últimos seis días.
Es un pueblo como tantos otros de España, una villa en pleno centro de la provincia de Granada, a un costado de la comarca de Guadix. No llega a los 1.200 habitantes, pero desde hace una semana se ha convertido en uno de los temas centrales de numerosos programas televisivos, piezas de informativos, reportajes de periódicos y, por supuesto, carne de Twitter. ¿El motivo? Un terreno del municipio fue seleccionado por un grupo de jóvenes juerguistas para montar una rave que sirvió para despedir el 2022 y darle una cálida, prolongada y lisérgica bienvenida al 2023.
Ahí están, cuatro niños que no llegan a los diez años, en corro, uno de ellos sonriendo mientras una abuela revisa su teléfono junto a ellos, quizás terminando de enviar ese mensaje que anuncia que sí, que ha llegado al sitio del que todo el mundo habla y que no es como se la habían contado.
La fiesta, que en todos los medios ha llevado aparejada el adjetivo de "ilegal" terminó el miércoles después de seis días ininterrumpidos de música electrónica al aire libre. Por allí han pasado unas 5.000 personas, incluido el alcalde de la localidad, que a modo de negociador durante un atraco, intentaba cada jornada encontrar la repuesta a una pregunta habitual en estos casos: ¿Hasta cuándo tenemos que seguir divirtiéndonos?
Nunca es fácil ponerle fin a una juerga autónoma, gratis, autoconvocada, sin entrada, llena de gente diversa y desconocida que, en muchos casos, llega en su propia autocaravana o en cualquier vehículo que sirva de pequeña casa portátil. Una fiesta eterna, llena de todo lo prohibido y que, sin embargo, termina de manera civilizada y sin incidentes.
Para el 1 de enero, la rave ya congregaban 300 vehículos, la mayoría caravanas y autocaravanas; la Guardia Civil había desplegado un operativo especial, había cortado carreteras y establecido controles. El Ayuntamiento de La Peza denunciaba la fiesta ilegal al carecer de "autorización" y por generar ruidos y molestias perceptibles a varios kilómetros.
Esa era la idea vendida a toda España, la misma que cada primero de año, cuando una fiesta similar toma los terrenos rústicos y apartados de la olvidada España rural, donde se erige en oasis contracultural. Molesta, aunque esté tan alejada de todos que todos quieran ir a verla.
A los tertulianos de cabecera no les hacía gracia esta rave.
El telediario compraba la versión habitual.
Sin embargo, el pueblo de La Peza —es decir, sus vecinos— ha dado toda una lección a los editores de la parrilla de los matinales televisivos y a las autoridades que velan por la seguridad. Una pieza de los informativos de RTVE ha recogido la opinión de unos cuantos lapeceños que mostraban abiertamente su envidia por no poder estar allí, con esa juventud que no quiere poner fin al desenfreno.
Esa crónica ha sido quizás una de las más virales de estas fiestas, sobre todo porque ha roto los prejuicios que suelen asociarse a las congregaciones masivas de chavales celebrando, algo habitual desde tiempos del perseguido e invencible botellón.
Otros medios han encontrado las mismas respuestas.
Ni molestias ni ruidos. Entre los testimonios hay padres que han llevado a sus hijos pequeños o señoras que acudieron por curiosidad y les invitaron a un café. Todo han sido risas, sobre todo en Twitter.
Al final, el alcalde parece estar a un pleno municipal de buscar a su nuevo concejal de festejos entre los organizadores de la rave.
Es un clamor popular. La Peza quiere otra rave el año que viene.
¿Por qué será? Hay varias opiniones.
Este tipo de eventos son habituales en las celebraciones de fin de año. En 2022, la fiesta se montó en Almería, en un descampado de la localidad de Sorbas. También congregó a un número similar de personas y tuvo una duración parecida. Sin embargo, la fiesta no tuvo tan buena prensa: un despliegue policial cercó a los reunidos, un helicóptero sobrevolaba la zona, hubo detenciones e incluso se investigó al supuesto organizador por un delito de usurpación del terreno.
Este año en La Peza, todos pensaron que sería mucho peor si la policía forzaba el desalojo. Al final la música se apagó sola y las caravanas arrancaron el miércoles, dejando entre los lapaceños el sabor amargo de las despedidas.
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