Este verano deja 1.800 muertos por calor extremo: ¿cómo lograr que las olas de calor no se traduzcan en más mortalidad?
"El calor en sí es un estrés para el cuerpo", afirma Dominic Royé, de la Fundación para la Investigación de Clima, que también señala que las altas temperaturas dejan graves consecuencias en la salud de las personas.
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MADRID, Actualizado:
Sin llegar a la mortalidad tan elevada del verano de 2022, el calor extremo de este nuevo estío anómalo ha causado más de 1.800 defunciones, aunque algunas estimaciones casi duplican esa cifra.
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"El impacto del calor no es solo un golpe de calor, que son los menos. El calor en sí es un estrés para el cuerpo", afirma Dominic Royé, jefe de Ciencia de Datos de la Fundación para la Investigación de Clima (FIC).
Las olas de calor van a ser cada vez más frecuentes, intensas y extensas, y el impacto que están dejando en la salud de las personas, física y también mental, planteaa un nuevo reto: que su aumento, ya irreversible, no se traduzca también en un incremento de la mortalidad.
Con medias de 1,5ºC por encima de los valores preindustriales, las altas temperaturas de este verano y las sucesivas olas de calor, "deben de ser una importante llamada de atención sobre la urgencia de la puesta en marcha de medidas de adaptación que minimicen los impactos que tienen sobre la salud", subraya Cristina Linares, codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III.
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Linares explica que los efectos en la salud de estos episodios de calor extremo "ocurren a muy corto plazo, desde el mismo día que empieza la ola de calor hasta cuatro o cinco después".
Pero su mayor impacto no es tanto el directo que provocan los "golpes de calor", sino el agravamiento de patologías ya existentes, fundamentalmente cardiovasculares y respiratorias, aunque también de las renales, gastrointestinales e incluso neurológicas.
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Un verano "extremo"
El Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) cuantifica 95.904 defunciones desde el 1 de junio, de las que 1.834 se pueden atribuir a las altas temperaturas.
Los datos reflejan el punto máximo de esta estadística el pasado 12 de agosto, con 79 fallecimientos; los últimos disponibles son del día 22, cuando las muertes atribuibles al calor fueron 68, pero hay que tener en cuenta que van con cierto retraso y se actualizan continuamente.
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Vuelve así a tratarse de un verano "extremo" que ahora atraviesa una cuarta ola de calor demasiado tardía para lo que es habitual, pero no será "tan brutal" como lo fue 2022, cuando se sucedieron 28 días de calor extremo y 8.815 muertes por esta causa.
De hecho, con datos ya oficiales del INE, la mortalidad se disparó un 20% entre los meses de mayo y agosto de 2022 y las defunciones por golpe de calor y deshidratación se duplicaron respecto a tres años antes.
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El exceso de calor nocturno aumenta la mortalidad
Royé recuerda que los golpes de calor apenas representan entre el 2% y el 3% de las causas de muerte imputables a las altas temperaturas, que lo que hacen sobre todo es agravar patologías previas, sobre todo cardiovasculares y respiratorias.
El calor somete al cuerpo a un estrés térmico que se agrava de noche, de modo que el exceso de temperatura nocturno aumenta el riesgo de mortalidad.
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El climatólogo es coautor del estudio Efectos de las noches calurosas en la mortalidad en el sur de Europa, en el que explica que la mortalidad diaria está asociada con temperaturas que superan los 20 grados de noche, independientemente de las diurnas.
El cambio climático está trayendo consigo un aumento de las máximas, pero sobre todo de las mínimas.
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Planes de adaptación al cambio climático
Ante la evidencia de que las olas de calor serán más frecuentes, intensas y extensas, el reto está en que no lleven aparejado un incremento de la mortalidad atribuible al calor extremo.
Desde 2004, España, y gran parte de los países europeos, cuenta con planes de prevención en salud pública para minimizar el impacto de las altas temperaturas, que han logrado que "las muertes atribuibles al calor en Europa en personas mayores de 65 años no se vean incrementadas en los últimos años".
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Desde el punto de vista de la salud habría que diseñar planes nacionales de adaptación al cambio climático en función de las características sociodemográficas de la población
Colectivos más vulnerables a las altas temperaturas
Los grupos especialmente susceptibles al calor son los mayores de 65 años, en especial las mujeres por encima de 75, pero también las embarazadas, y personas que trabajan o hacen deporte durante las horas más calurosas en el exterior.
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No obstante, uno de los campos con mayor interés científico es el de la influencia en la salud mental, y ya se acumula evidencia científica que vincula olas de calor y el aumento de desórdenes emocionales y del comportamiento (incremento de la violencia y abuso de sustancias tóxicas), así como un aumento de la tasa de suicidios durante episodios de temperaturas extremas y sequía.
Por otro lado, la ruralidad actúa así como un factor protector: de acuerdo con un estudio reciente del ISCIII, las personas que viven en zonas urbanas son hasta seis veces más vulnerables al calor.