MADRID
Actualizado:Los ojos de Marta López tiritan de miedo. No hay manta posible que la cobije del frío que siente en lo más hondo de su alma. En ella se entrevé la mirada de quien dice “estoy bien” cuando se percibe la huella del dolor que acaba de quedarse pegado a su vida para siempre. Jamás pensó que viniendo de un país como México, donde cada 18 segundos una mujer es violada, iba a tener que vivir la experiencia en una ciudad “de la que todo el mundo me hablaba maravillas. De cómo aquí se podía caminar sola por la calle sin tener que temer a nada”, confiesa a Público en un rincón de una cafetería en el centro de Madrid.
Lo que iba a ser su sueño, “visitar la capital española y sus alrededores”, ahora es su pesadilla. “Aún estoy en shock intentando comprender todo. Las imágenes se agolpan en mi cabeza una y otra vez”, cuenta. “Llegué el pasado 15 de agosto como turista y tenía programado el vuelo de vuelta el 25 de septiembre”. Un billete que perdió muy a su pesar. El 23 de septiembre “entre las cuatro y las cinco de la mañana en las instalaciones del Hostal Motion Chueca sufrí una violación”, cuenta.
Esa noche, en el hostal conoció a un senegalés que también se alojaba allí. Tras entablar conversación con él y tomarse unas cervezas en un parque cercano, al regresar intentó propasarse con ella. “Me quería tocar el trasero y besarme y yo le mostré mi negativa al beso y lo aparté con mis brazos. Intentó hacer lo mismo en repetidas ocasiones durante el trayecto de regreso al hostal. Seguí apartándolo y diciéndole que no me besara. Es cuando comencé a sentirme incómoda y comencé a pensar en irme ya a dormir. Sin embargo, no lo hice porque sentí que era mejor esperar el momento adecuado para irme a mi habitación ya que sentía miedo de que al irme sola me siguiera”, recuerda.
Transcurrido un rato, el presunto violador le pidió ir a fumar “a un patio interior sin techo que conecta dos edificios de los que se compone el hostel y me arrastró a la fuerza a un cuarto que había. Cerró la puerta y allí sucedió todo. Le dije que no. Traté de quitármelo de encima pero no pude. Sentía que mi fuerza no era suficiente para detenerlo y es cuando entré en pánico y me paralicé”, rememora triste.
En un momento determinado, la víctima escapó y salió corriendo a un baño cercano. “A los pocos minutos de estar encerrada allí, el recepcionista y otro chico que no conozco, me dijeron que saliese. Tras conocer lo sucedido me dijo que era necesario llamar a la Policía y hacer denuncia. Yo le contesté que sí. Él llamó. Varios policías se presentan alrededor de unos 15 minutos después de ser requeridos”, comenta.
Las cámaras del hostal tienen grabadas diversas escenas de lo ocurrido
Las cámaras del hostal tienen grabadas diversas escenas de lo ocurrido, desde que el agresor mete a la víctima a la fuerza al cuarto hasta cuando sale corriendo. Tras conocer los hechos, a las seis de la mañana, dos agentes llevaron a Marta a comisaría a hacer la denuncia. “Se me mostró un folio con seis fotografías de seis hombres con características similares al agresor que yo había descrito. En la tercera fotografía le identifiqué. La Policía me hizo firmar sobre la fotografía identificada”, cuenta.
Marta relata que allí se sintió victimizada nuevamente por los agentes. “Los policías me preguntaban '¿pero de verdad estás segura de todo? ¿Pasó, así como dices?'". Esta reacción la dejó perpleja: "¿Cómo son capaces de dudar de lo que les estaba contando? Yo estaba mirándolos y entre la situación que estaba pasando, el lenguaje que a veces no es igual, no me podía creer que me preguntaran eso. Me sentía muy mal”, recalca.
La Policía la preguntó si estaba segura de lo que había ocurrido
Una vez hecha la denuncia fue al Hospital de La Paz. “Me realizaron las revisiones pertinentes al protocolo por agresión sexual, tanto la exploración física como la solicitud de análisis clínicos. Me dieron la píldora de anticoncepción de urgencia. En los folios de información de toda la verificación clínica dice que se me debe ofrecer la profilaxis VIH, sin embargo, sólo se me administró la píldora de anticoncepción de urgencia”.
Al terminar, cerca de las nueve de la mañana, regresó de nuevo a comisaría para identificar la fotografía del agresor por segunda vez. “Después, junto con la Policía, volvimos al hostel para contar dónde ocurrieron los hechos, tomar pruebas del lugar, de mi ropa y se llevaron mis bragas. Cuando me dejaron, por fin me bañé y pude dormir por puro cansancio hasta las 13 horas”.
El consulado no creyó su versión
Tras todo lo sucedido, con miedo en el cuerpo y sin nadie que la pudiera ayudar, Marta decidió acudir al Consulado de México en Madrid. “Necesitaba el amparo de las autoridades de mi país. Necesitaba a alguien cercano al que explicar lo sucedido". La espera para ser atendida en el consulado provocó que perdiera el vuelo que tenía previsto. Fue entonces cuando necesitó ayuda económica para volver a su casa "ya que mis padres no tenían cómo ayudarme económicamente, había perdido el vuelo de vuelta y no me quedaba nada de dinero ni para comer”, comenta.
"El consulado me trató muy mal; me atendieron con indiferencia y desprecio"
Lo que allí se encontró fue el mayor de los desprecios. “El consulado me trató muy mal. Me dieron cita, me trataron con indiferencia y desprecio en todo momento. Me dijeron que llamara al 016 y me dieron un número de teléfono, el de la Asociación de Mexicanas en Madrid”, recuerda Marta. Caro Ruiz, su presidenta, contactó con Griselda Herrera López, abogada que ayuda voluntariamente en diversos consulados a mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad, para que la ayudara. Otra mexicana llamada Cristina apoyó a la joven psicológicamente de forma totalmente altruista.
La abogada, junto a un primo de Marta que reside en Madrid, se convirtieron en las manos y en los ojos de Marta. “El consulado nos dio cita otras dos veces más. En ninguna de las ocasiones me permitieron que pasara con ella cuando entró a hablar con los diplomáticos, pero en ambas ocasiones ella salió llorando de allí. La persona que la atendió primero, Carina García Herrera, encargada de Protección, y posteriormente el cónsul, le negaron la atención y le dijeron que no había recursos económicos para ayudarla, cuando eso no es cierto. Es algo que puede verse hasta en internet. El consulado debe prestar ayuda económica y amparo a sus ciudadanos cuando se encuentren en situaciones tan graves como esta”, comenta Herrera.
Pero esto, según la abogada, no fue lo peor. “Llegaron a decir que Marta era una mentirosa y que se lo inventaba todo. Además, el cónsul, con el poder del cargo que representa, podría haber levantado un teléfono y llamar a la Policía para preguntar por qué no se había detenido al sospechoso cuando se tenían sus datos y se sabía cómo localizarle, porque además está fichado por tráfico de drogas y se sabe en la zona por la que anda. Sin embargo, no hizo nada. Nos cerraron las puertas y no nos ayudaron”, relata la abogada.
Queja contra el consulado por desamparo
Una actuación que la víctima va a denunciar. “Vamos a presentar una queja contra el consulado en la sede de Relaciones Exteriores de México por el desamparo en el que dejó a Marta y la manera de reaccionar. Mi compañera Fátima Boitel, de Abogadas Iberoamericanas, será la representante de ella en el juicio cuando este se celebre en España ya que ella no quiere regresar”.
A pesar de todo, a Marta no le ha faltado de comer los días de más que ha tenido que estar en Madrid. “Gracias a gente de bien que no pregunta y te lo da todo no me ha faltado un plato. Al principio me daba apuro, pero después vi la humanidad de quienes te ayudan porque son nobles”, dice. Y es que Ernesto Díaz Trincado, dueño del restaurante mexicano Las mañanitas es una mano amiga para la Asociación de Mexicanas en Madrid. Acuden a él cuando en casos como el de Marta necesitan un plato o dinero para alguien.
Ni la víctima ni su abogada entienden cómo el presunto agresor sigue libre
Tanto Marta como su abogada siguen sin entender cómo el presunto agresor sigue libre. “He llamado varias veces a la Policía y he preguntado cómo es posible, con el peligro que conlleva para que otra mujer sea agredida, que no le detengan y me dicen que han pasado el reporte, pero nada más”. Mientras él sigue libre, Marta (que ya está con su familia en México y que nos concede la entrevista justo un día antes de marcharse) tuvo que cambiar su color de pelo por el miedo a encontrarse con él por la calle y la pudiera volver a hacer algo de nuevo. “Soy rubia y me he tenido que teñir de caoba porque tengo miedo a darme con él de frente por Madrid. Siento que soy yo la que tiene que huir, la que tiene que cambiar, a la que no creen, de la que dudan todos. Me siento violada tres veces, por él, por la policía y por el Consulado”, asegura.
Ahora Marta (nombre ficticio de la víctima) ya está de vuelta en casa desde hace unos días y se siente al menos cobijada por sus seres queridos. No ha querido desvelar su identidad por el daño que puede hacer a su familia. “Tengo miedo por ellos. Si lo cuento públicamente van a ser criticados y van a decirles que me pasó por dejarme venir sola. También pueden decir que me lo he inventado todo. La misma sociedad mexicana es así. En lugar de defender a la víctima, te cuestionan”. Para ella, no contar quién es, es la manera de no sentirse violada por cuarta vez.
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