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Actualizado:Los años noventa empezaron con la liberación de Nelson Mandela y los Juegos Olímpicos de Barcelona y se cerraron con la entrada de España en el euro y con el nacimiento del habitante número 6.000 millones de la Tierra. Milton Palmares arrasaba con Livin' la vida loca en el último verano de aquella última década del milenio en la que vimos por televisión cosas que vosotros nunca creeríais.
'Los Simpson'
Si los 60 fueron los años ye-yé y los 80 los de las hombreras, el sida y el fin de la guerra fría, los noventa pertenecen a un preadolescente de color amarillo cuya irreverencia derrotó por goleada al discurso de lo políticamente correcto. Para que los millenials lo entiendan: su protagonista era la encarnación del mismísimo emoji del diablo morado sonriente. Los Simpson siguen siendo mainstream, aunque los Bart de entonces ya se han convertido en b(h)oomers.
'Grand Prix'
El conflicto entre Israel y Palestina alcanzó en los noventa alguno de sus momentos más trágicos, mientras la antigua Yugoslavia se convertía en el museo europeo de los horrores y Ruanda registraba el primer genocidio de la historia transmitido en directo por televisión. En España, sin embargo, los conflictos entre pueblos aún se resolvían entre risas, humor blanco y maltrato por estrés animal a las vaquillas de Grand Prix, el concurso para ver en familia funcional que convirtió a Ramón García en el cuñado más querido de la pequeña pantalla.
'Los vigilantes de la playa'
La imagen de Pamela Anderson embutida en bañador rojo rebotando a cámara lenta sobre la arena es un icono del sexismo facilón y casposo que ni siquiera Pablo Motos ha podido igualar. Y mira que lo intenta. La serie que narraba las aventuras de un grupo de socorrist(e)s hercúleos y turgentes brilló y se apagó como una supernova, pero dejó a su paso un reguero de babas de todas las edades. Nadie lo ha explicado tan bien como Alejandró Alegre: "'Los vigilantes de la playa' es un producto excepcional en la cultura popular en tanto que no necesitó del paso de los años ni del filtro de la posmodernidad para convertirse en un chiste. Ya lo era en su propio tiempo".
'¡Ay, qué calor!'
Buena parte de la programación noventera de Telecinco recurría al manido truco de enseñar tetas para atraer carretas de audiencia, lo que contribuyó tristemente a normalizar un uso sexista de la imagen de la mujer que luego se trasladaba a la vida real. Camareras, azafatas y dependientas, entre otras mujeres trabajadoras, vieron su cuerpo convertido en perchero soez de ese heteropatriarcado pajillero de barra de bar de alterne gracias a programas (?) como ¡Ay, qué calor!, un concurso nocturno de bajo presupuesto y guiones dignos de Berlusconi cuya única finalidad consistía en lograr que una azafata se desvistiera al ritmo de las procaces insinuaciones de su presentador.
'Doctor en Alaska'
El mérito de la producción televisiva de los años noventa consistía en mantener las expectativas de un espectador que tenía que saltar de semana en semana entre sus series favoritas. Había mucha calidez surrealista en Northern exposure, donde el doctor Joel Fleischmann y su neurosis nos descubrieron una de las verdades más verdaderas de la vida: Alaska es un estado de ánimo.
'Genio y figura'
Alguien debería darle el Finstro de Oro al creador del programa que dio a conocer mundialmente a Esteban Sánchez Fernández, Chiquito de la Calzada. Pecadores del mundo, sujétense las lumbares, recurran a Youtube o a TikTok y dediquen el verano a visionar en bucle sus memorables actuaciones en Genio y figura.
'Los Soprano'
La excelencia dramática y narrativa en 86 capítulos de la mejor serie de HBO culmina en ese mítico final con el que se puede por fin burlar la paradoja y hacer spoiler sin desvelarlo: fundido a negro. Los Soprano, estrenada en 1999, psicoanaliza la normalización del mal, la venganza y la culpa de ese mafioso cincuentón que todos llevamos dentro.
'¿Quién sabe dónde?'
Muchos años antes de que Iker Jiménez convirtiera en insondables conspiraciones las estelas que dejan de los aviones en el cielo o las predicciones meteorológicas de un adolescente que observa pacientemente el comportamiento de los insectos, Paco Lobatón ya había llevado las desapariciones al prime time. ¿Quién sabe dónde? era una mezcla irrepetible de reality, talk show y programa de investigación, que sedujo a la audiencia española entre 1992 y 1998 y que logró resolver cerca de 140 casos de personas esfumadas sin rastro.
'Mr. Bean'
Si es usted uno de esos a los que el Brexit ni fú ni fá, olvide este verano las siestas de sofá a la sombra del Tour de Francia y dedíquese unas tardes a hacer revival con las andanzas de Mr. Bean. Aunque los mimos del parque le provoquen ataques de ansiedad y aunque no soporte el cine mudo, atrévase a enamorarse de este desagradable antihéroe que provocaría vergüenza ajena hasta al mismísimo Peter Sellers.
'Verano Azul'
Vale, tiene usted razón. Verano azul se rodó en 1981 y hay que ser muy pero que muy tolerante para admitirla como animal de compañía estival en los años noventa. Pero ha envejecido con entrañable nobleza y sus temáticas son tan universales como atemporales sus tramas, y como es previsible que RTVE la reponga por enésima vez, por eso la incluimos aquí. Además, lo de que Chanquete había muerto era fake. Sigue vivo y hace unos años fue de candidato en las listas del PP por La Rioja.
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