Este artículo se publicó hace 4 años.
Coronavirus niños¿Seremos el país de la picaresca cuando comience el desconfinamiento?
Sociólogos, antropólogos y psicólogos creen que los españoles serán responsables durante la desescalada del coronavirus
Madrid-Actualizado a
Pese a que ya no hay mercadillos, cada uno habla de la feria según le va en ella. Hay quien prefiere quedarse con la excepción y resaltar el prejuicio de que en España sigue cundiendo la picaresca. Otros dejan claro que no solo ellos han cumplido las medidas adoptadas durante el estado de alarma, sino también sus vecinos. Habría que distinguir entre grandes ciudades y pequeñas localidades, entre zonas urbanas y rurales, entre áreas más y menos afectadas por el coronavirus. Pero, en general, sociólogos, antropólogos y psicólogos consideran que los españoles hemos sido responsables hasta ahora y que, tras el anuncio de que los niños podrán salir a la calle acompañados a partir del domingo, también lo seguiremos siendo. Si la salud es lo que importa, la de sus hijos, más.
"Los padres van a ser muy prudentes y —aunque los críos tienden a relacionarse de una forma natural, porque no son precavidos— se encargarán de tomar medidas", cree el sociólogo Fernando Vidal. "Es más, la propia protección y la prudencia respecto al otro se convertirán en actos de respeto y buen comportamiento, de modo que el incumplimiento de las reglas —como el aumento de la distancia y el espacio personal— será en el futuro una señal no sólo de temeridad, sino también de mala educación", añade el director del Instituto de Familia de la Universidad Pontificia Comillas (ICADE).
Esa responsabilidad se manifestó, según el antropólogo Diego Albarracín, en la respuesta ciudadana al anuncio del Gobierno de que los menores de catorce años podrían acompañar a sus padres al supermercado o a las farmacias. "Los propios padres advirtieron de que eran sitios de riesgo, lo que apunta a que, salvo excepciones, en el futuro seguirán obrando con sensatez". Este psicólogo general sanitario y mediador social estima que es importante transmitir un mensaje de confianza respecto a los niños —que en su opinión habían sido vistos como los principales transmisores del coronavirus— y a sus tutores.
"Hasta ahora la sociedad ha sido responsable y no debemos caer en una suerte de criminalización de unas conductas que, en realidad, no son reprensibles", añade el profesor del departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. "De hecho, aunque estaba permitido, no hemos visto los supermercados repletos de adolescentes. En general, más allá de algún caso puntual, la población ha cumplido las medidas del estado de alarma".
Sergi Valera Pertegas se sacude el sambenito de la picaresca como rasgo de los españoles y aclara que los ciudadanos son más responsables de lo que creen los políticos. El porcentaje de quienes se saltan las normas es bajo, según el profesor del departamento de Psicología Social de la Universitat de Barcelona, quien cita como comportamiento poco ejemplar el del alcalde de Badalona. Álex Pastor (PSC) conducía presuntamente ebrio cuando los mossos intentaron hacerle un control de alcoholemia, mas él se negó y llegó a agredirlos, porque supuestamente no sabían con quién estaban hablando.
"Más allá de situaciones aisladas como esta, si se explica el problema en términos claros, aunque sean crudos, la ciudadanía lo entiende", añade este experto en psicología ambiental, identidad e inseguridad. ¿Nos desmadraremos cuando se suavice el confinamiento?, se pregunta el profesor de la UB. "No, la mayoría actuará juiciosamente, pese a su anhelo de volver a una vida normal". Cada uno buscará sus vías para lograrlo, si bien Valera matiza que las salidas dependerán de la percepción del riesgo, más que de la picaresca o la imprudencia. "A veces no responden a criterios de responsabilidad individual, sino a las necesidades prioritarias de las personas con quienes conviven: niños, discapacitados o afectados por trastornos mentales".
"Hemos mostrado conciencia cívica, pero hay que ser críticos"
La gente se va a comportar de una manera razonable, incluso cuando vuelvan a abrir los bares y los locales de ocio, insiste una antropóloga que prefiere omitir su nombre. "Se ha jugado demasiado con la idea de responsabilidad colectiva, uno de los mensajes que más ha calado en la ciudadanía. Ser solidario es ser responsable, porque cuando uno se protege también está cuidando a los demás. Eso provocará que durante un tiempo no vayamos alegremente por la vida", cree esta profesora universitaria, quien había respondido con una pregunta a la primera cuestión planteada: ¿qué es ser responsable? "Defínelo y luego te contesto. ¿Acaso quiere decir acatar cada día una norma diferente?".
La antropóloga critica algunas normas del Gobierno por confusas o incongruentes. "Yo leo artículos y estudios que señalan que no hay tantos niños asintomáticos cuando nos habían dicho que eran vectores de contagio, lo que motivó que se les encerrase en casa durante un mes. Eso no es normal, pero tampoco llevarlos a un espacio cerrado como un supermercado, una medida que tuvo que ser rectificada". Por ello, afirma que ella se adaptará a las decisiones del Ejecutivo cuando le parezcan razonables, aunque también hará caso a las investigaciones que publiquen organismos de prestigio.
"La ciudadanía ha mostrado conciencia cívica y su apoyo al Ejecutivo. Sin embargo, tenemos límites y yo seguiré las normas hasta que mi salud mental me lo permita. Hay que tener conciencia crítica, contrastar los datos y exigir indicaciones razonables sustentadas en una base científica", añade esta socióloga especializada en antropología de las políticas sociales y culturales. "¿Qué problema habría en dar un paseíto, como hacen en otros países, de uno en uno? Yo eso lo veo sensato, porque si ser responsable significa volverse loca encerrada en un apartamento con varias hijas, me plantearía qué es realmente la responsabilidad".
La profesora universitaria explica que el concepto es poco complejo: blanco o negro. Dependería, según ella, de las condiciones personales de cada uno, del estado de salud, del tipo de trabajo y del carácter de los hijos. "A veces, salir a la calle sería una acción responsable, porque así evitaríamos deprimirnos o recurrir a los tranquilizantes. Los ciudadanos tenemos cabeza y no todos somos unos pícaros ni unos jetas. Sin embargo, parece que toda la carga recae sobre el individuo, cuando el Estado también debería ser solidario conmigo, con mis circunstancias y con mi salud. Y, de paso, ofrecernos un panorama de futuro". Transparente, pero optimista; objetivo, mas esperanzador. O sea, respuestas.
¿Influirá nuestra idiosincrasia en el desconfinamiento?
Aunque muchos apelan a la peculiaridad de los pueblos mediterráneos, la experiencia durante la cuarentena puede considerarse positiva, según los expertos consultados, quienes prefieren mirar hacia arriba con cautela y, sobre todo, no apuntar con el dedo acusador hacia abajo. "Más que hablar de carácter, hablaría de estilos de vida y de hábitos culturales a la hora de establecer diferencias entre los países del sur y los del norte de Europa. Aquí se ha producido un esfuerzo extra por nuestra parte, que será mayor ahora que comienza el buen tiempo", explica Diego Albarracín.
Las desemejanzas respecto a los países nórdicos o centroeuropeos no implican que los españoles no seamos responsables, insiste el profesor del departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Complutense, convencido de que la población es consciente de lo que se está jugando. "No será fácil, porque el confinamiento ataca a la línea de flotación de nuestro estilo de vida. No estamos acostumbrados y ya hemos pasado demasiado tiempo confinados, lo que requerirá un mayor sacrificio a partir de la desescalada", cree Albarracín, quien aventura que no nos volveremos unos inconscientes una vez que se relajen las medidas adoptadas por el Gobierno.
La antropóloga y experta en políticas sociales y culturales subraya la paradoja de que los habitantes de "los países menos sociables" frecuenten estas semanas la calle, por lo que elude el factor cultural. "A lo mejor no es una cuestión de idiosincrasia, sino de cuáles son las prioridades nacionales. A los ciudadanos españoles les han quitado casi todas las libertades, pero a los de los Estados más avanzados del continente, no. ¿Qué pensarían los franceses o los nórdicos de un control gubernamental como el nuestro?", se pregunta la profesora universitaria, quien ironiza sobre el buen tiempo en España. "Cuando voy a hacer la compra, yo solo veo perros en la calle".
Sergi Valera alude al clima como uno de los factores que han provocado que haya sociedades con un concepto distinto del espacio público y de la distancia en la interacción social. En los países cálidos la cercanía es mayor, dado que las oportunidades de interactuar con los otros son mucho más favorables, explica el profesor de Psicología de la Universitat de Barcelona. "En los fríos las bajas temperaturas marcan el patrón cultural en el uso de la vivienda y del espacio público. Así, las relaciones sociales se dan de manera más esporádica y ritualizada, porque se juntan menos a menudo, mientras que aquí hay una mayor fluidez entre el interior y el exterior de las casas. Esa naturalidad genera unos vínculos más estrechos. O, dicho de otra manera, los mediterráneos somos más tocones".
El experto en identidad, inseguridad y psicología ambiental matiza la diferencia existente a la hora de abordar la pandemia. Las medidas más laxas en algunos países del norte, donde la gente puede salir a pasear o a hacer deporte, han motivado una situación más "normalizada". Además, como el tiempo no favorece las salidas, resulta más fácil controlar a la población. Sin embargo, en España vivimos en un estado de "excepcionalidad". No debería extrañar, por tanto, que adultos y niños se suban por las paredes y no vean la hora de salir al exterior. "Nos hemos ido a las antípodas de lo que era la vida social en la ciudad. Era necesario, pero se ha vivido como algo insólito, por eso la gente tiene tantas ganas de volver a ocupar el espacio público".
Si ya sucedía antes, ahora todavía más, porque las medidas de confinamiento han sido asimiladas por los españoles como algo singular, añade Valera. "En el norte de Europa, sin embargo, han sido menos estrictas, por lo que no se han vivido con tanta "crudeza" como aquí. O sea, en vez de fijarnos en los pintorescos o temerarios casos de personas que han vulnerado las reglas, viralizados como si fuesen habituales, deberíamos pensar en que nuestros vecinos de arriba no han necesitado vulnerar las normas porque han sido menos rígidas. Ahora bien, ¿qué habrían hecho en nuestra situación si el coronavirus hubiese llamado a su puerta en verano?
La picaresca española: ¿realidad o tópico?
El sociólogo Fernando Vidal afirma que la picaresca española es un tópico desfasado y apunta que las acciones de quienes burlaron la cuarentena han sido difundidas en los medios y en las redes sociales porque eran "llamativas y extraordinarias", si bien suponen una excepción. "En conjunto hemos soportado bien el encierro y el porcentaje de individuos que han tenido un comportamiento negativo es bajo. La población tiene miedo al contagio al observar la mortandad que está causando el coronavirus, por lo que cuando podamos salir a la calle habrá una gran prevención", cree el profesor de ICADE. "El aislamiento no ha irritado a la gente, por lo que vamos a ser responsables y, de forma paulatina, también a recobrar la confianza, pero siempre tomando medidas".
El antropólogo social Diego Albarracín considera que son incidentes aislados protagonizados por contadas personas que no pierden ripio y se valen de todo tipo de artimañas para saltarse el confinamiento. Por eso, desecha el tópico y lo acota a una "picaresca puntual" en un contexto general de responsabilidad ciudadana. Sergi Valera también cree que quienes recurren a la imagen del pícaro caen en un lugar común. "Lo entiendo más como una cuestión propia de las normas sociales implícitas —la picaresca entendida como lo que no se dice, pero se hace— que como un estereotipo. Esa idea inmutable no me acaba de gustar: los españoles y los italianos somos indisciplinados, etcétera. Sin duda, no la comparto".
Sobre la idiosincrasia, la cultura y los listillos también reflexiona la antropóloga María Isabel Blázquez Rodríguez: "La adherencia al aislamiento se ha tenido que hacer en España mediante un decreto de estado de alarma y, aun así, ha debido de acompañarse de sanciones y controles, cuestión que no ha sido requerida en otros países. Esto nos habla de que las diferencias culturales existen e influyen en la vida cotidiana. La familia y el parentesco, la religión, las creencias, el género y la edad, el rango y la jerarquía… Todos estos aspectos básicos de la existencia humana significan cosas diferentes para las personas".
La coordinadora del Grado en Antropología Social y Cultural de Facultad de Sociología de Universidad Complutense hace referencia a la supuesta pillería, aunque razona algunos actos que han sido mal vistos por terceros. "Ha habido desde políticos hasta jubilados, incluso jóvenes y universitarios, que han marchado a sus segundas residencias, opción que veían compatible y sin contradicciones", explica la profesora.
"Un análisis superficial lo situaría en un problema bien de conocimiento o de información, bien de reconocimiento de la gravedad de la pandemia. Si profundizásemos más, podríamos ubicarlo en la interpretación cultural que cada individuo ha hecho y en la priorización de otros elementos, como la comodidad que ofrecen las segundas residencias frente a las viviendas urbanas", concluye María Isabel Blázquez.
¿Nos dejamos llevar por el prójimo y por la masa?
¿Qué sucede cuando uno cumple la norma y ve al vecino saltársela? ¿Termina imitando las malas acciones? ¿Sería el y tú más una burda excusa para tropezar con la insensatez? ¿El secreto está en la masa? Sergi Valera cree que si muchas personas comienzan a incumplir las medidas, otras podrían incorporar los disparates a sus hábitos. "Hay un efecto de conformidad hacia la mayoría. Tendemos a ello, por eso la desescalada es compleja", explica el profesor de Psicología de la Universitat de Barcelona, quien toma el testigo de las preguntas. "¿Hasta qué punto percibes que tú tienes necesidad de salir y otras personas no? ¿Hasta qué punto consideras que es injusto que tú no lo hagas y otros sí?".
Valera entiende que hay gente que debería tener mayor libertad, como los niños o los ciudadanos con discapacidades o trastornos mentales, aunque es consciente de que esa población con salidas prioritarias podría dar paso a que el resto se salte a la torera las medidas establecidas. "La gente hará lo que haga la mayoría, por lo que hay que gestionarlo de manera adecuada. Ahora bien, no debería traducirse como un acto irresponsable, ni tampoco como un defecto o una virtud, sino como una reacción normal de las personas cuando vivimos en sociedad. La razón es simple: tendemos a seguir a la mayoría".
En todo caso, los ciudadanos ya han podido salir a la calle hasta ahora. Bastaba coger el carrito de la compra y caminar hasta el supermercado situado en el otro extremo del pueblo o del barrio, mientras que no te parase la policía para pedirte explicaciones. "Pasear largas distancias forma parte de las estrategias de supervivencia de bajo impacto —como salir con el perro o hacer recados—, aunque no rompe el objetivo del confinamiento, porque está acotado a una actividad concreta", añade el experto en psicología ambiental, identidad e inseguridad. "El problema es cuando el comportamiento afecta de manera importante, como las reuniones multitudinarias. No es lo mismo ir a una tienda alejada de tu casa que plantarse en las Ramblas durante el Sant Jordi".
¿Qué pasará cuando los niños puedan salir a la calle?
Fernando Vidal aludía previamente a la prudencia de los ciudadanos, quienes dejarán que corra el aire entre ellos y sus congéneres. No hacerlo, comentaba, implicaría negligencia pero también mala educación. Sin embargo, el sociólogo reconoce que será complicado mantener las distancias en familia, por una lógica cuestión de proximidad entre sus miembros. ¿Cómo se relacionarán, por ejemplo, los abuelos y sus nietos? "Los niños tienen miedo por lo que les pueda pasar a ellos, aunque también a sus hermanos y padres, por lo que serán necesarias nuevas medidas de seguridad respecto a los mayores. Habría que hacerse pruebas para detectar el coronavirus y, así, recobrar la confianza y no ponerlos en peligro".
El director del Instituto de Familia de ICADE cree que los críos han asumido con facilidad el confinamiento en casa, porque se adaptan a todo. Sin embargo, durante este tiempo no han podido sustraerse de la dureza del bombardeo de noticias sobre la pandemia. "Esos comentarios y esas imágenes que muestran dolor y mortandad han supuesto un trauma para los chavales, por lo que ahora hay que devolverles la confianza. Ha sido una enseñanza dolorosa e inolvidable, si bien espero que cambie nuestras conciencias", razona Fernando Vidal, empeñado en ver la cara positiva de una dura etapa para los más pequeños.
"Los niños deben entender que ha sido una crisis relacionada con la salud, pero también ecológica, porque hemos traficado con animales y roto el ecosistema. Es necesario que comprendan que una cosa ha llevado a la otra, aprovechando esta gran lección de realidad y de vida cuyo precio es impagable. La respuesta debe ser global, como si todos fuésemos un solo mundo", cree el sociólogo. "Aunque es un cuestión de seguridad que afecta a las familias, lo que nos protegería más sería un cambio en nuestras conciencias, de modo que a partir de ahora seamos más cosmopolitas, solidarios, compasivos y respetuosos con el medio ambiente".
Vidal también cree que supone una gran oportunidad educativa para los críos, al tener que adaptarse por la fuerza de las circunstancias a aprender a través de los medios digitales y las nuevas tecnologías. "Eso sí, cuando regresen a las aulas, los ciudadanos exigirán que en los centros educativos haya mayores medidas de seguridad", concluye el director del Instituto de Familia de la Universidad Pontificia Comillas, quien recuerda que la responsabilidad tanto en la calle como en los parques infantiles corre a cargo de los padres. "Confío, en todo caso, en su prudencia".
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