La Semana Santa y la lengua española: "Más falso que Judas" o "llorar como una Magdalena"
Los personajes y acontecimientos del cristianismo son protagonistas de multitud de refranes, festividades y topónimos.
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MADRID, Actualizado:
Todo lo que forma parte de la vida, las creencias y los afanes de las sociedades humanas acaba por dejar huella en sus lenguas y afecta a los modos de expresión de sus hablantes. "La lengua es el archivo de la historia", escribió el filósofo y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson con mucha razón. En España, la antroponimia y el refranero castellano dejan buena prueba de ello. Aprovechando el arranque de la Semana Santa, repasamos los vestigios de la extensa tradición cristiana de nuestro país en la actual gramática española.
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La temprana evangelización de los habitantes de Hispania, cuyo comienzo se remonta a la época apostólica (siglo I de nuestra era) –pensemos en Santiago el Zebedeo y, posiblemente, también en san Pablo–, tuvo repercusiones de gran calado en las diferentes manifestaciones de la actividad lingüística, ya sea creando palabras nuevas, o bien dando nuevos significados a las ya existentes.
Las nuevas realidades evangélicas
De entrada, hubo que empezar denominando las nuevas realidades que anunciaba el mensaje evangélico: Mesías y Cristo, apóstol, obispo, bautismo, misa, domingo, pascua, iglesia, penitencia, ángel, demonio o cementerio se colaron en los diccionarios de las lenguas peninsulares. La antroponimia, con los nuevos nombres de pila (bautismal, por supuesto) que se fueron difundiendo, experimentó un vuelco importante, que incluso afectó a la misma toponimia: nombres de ciudades como Santiago o Santa Cruz, Santa Fe, San Juan, San José, San Francisco, San Antonio, Los Ángeles o La Paz están presentes en multitud de países.
Casi no hay esfera de la vida en la que los libros sagrados no hayan dejado su impronta, y no solo a través del idioma. La fe y el modo de vivir de los cristianos perduran en otros muchos ámbitos: calendario, festividades y vacaciones, edificaciones, saludos y despedidas, patronos, romerías y gastronomía.
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Refranero de origen cristiano
Como no podía ser menos, los personajes y acontecimientos del cristianismo –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento– pasaron a formar parte del acervo idiomático de andar por casa. Por citar solo a personas o hechos asociados con las conmemoraciones de la Semana Santa, sirvan de ejemplo comparaciones emblemáticas como estas: "Ser alguien más falso que Judas", "llorar como una Magdalena" o "estar más alegre o contento que unas pascuas".
También son populares otros enunciados y frases como "ir de Herodes a Pilatos" (ir de mal en peor en un asunto), "lavarse las manos" (como el gobernador romano recién citado), "estar hecho un Ecce Homo", "montar el cirio", "apurar el cáliz", "ser alguien un cirineo" (persona que ayuda a otra en algún trabajo penoso) o "hacer una barrabasada". Vocablos como Dolorosa, resurrección, Hosanna, aleluya, o fariseo e interjecciones como ¡Santas Pascuas! o ¡Por los clavos de Cristo! son solo algunos de los ejemplos.
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Los 'dolores' y la 'cruz'
Para referirnos a lo que se nos hace costoso o nos produce dolor, la lengua española proporciona frases que incluyen expresiones como Calvario o Gólgota, vía crucis y calle de la amargura. Sólo para la palabra cruz, el diccionario común de las Academias de la Lengua registra más de cuarenta expresiones o locuciones.
El rótulo latino de la cruz (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), reducido a las iniciales INRI –la madre de todas las siglas que vendrían a lo largo de los siglos, en particular en estos últimos tiempos–, campa en la difundida locución para más (o mayor) inri.
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¿A quién no le resultan familiares los nombres de Emaús, Pilatos, Verónica, Nicodemo o José de Arimatea? Algunos de los nombres que protagonizan los relatos bíblicos de estas celebraciones pascuales se encuentran incluidos como nombres comunes en los diccionarios de la lengua. Así, por ejemplo, herodes es un "hombre cruel con los niños", judas es un "hombre alevoso, traidor", magdalena es una "mujer penitente o arrepentida de sus pecados" y verónica se emplea metafóricamente para un lance del toreo.
Conocer la historia y la religión
Preocupan, con razón, las carencias en la competencia lingüística de los jóvenes. No hace falta que, de pascuas a ramos, nos lo recuerden los informes PISA u otros similares. Es posible, en cambio, que nos cause menos desazón la ignorancia de las raíces y tradiciones de nuestra cultura y civilización.
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No se pueden separar la lengua y la cultura; la civilización y el idioma que le ha servido de cauce expresivo durante siglos. En los países occidentales de tradición judeocristiana, no conocer los valores que han configurado su vivir durante siglos se traduce en inhabilidad lingüística. Lo mismo ocurre con el inmenso y rico mundo de las bellas artes (arquitectura, escultura, pintura, música, literatura) que se torna opaco, en buena medida, cuando se desconocen los referentes que venimos comentando.
¿Más motivos para ponderar la importancia del conocimiento de la historia y de la religión? Otro gallo catará, o cantaría, por emplear una expresión más, tomada de las celebraciones de la Semana Santa, si se atendieran mejor los contenidos (y no solo las destrezas y habilidades) en las enseñanzas secundarias.
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Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation.